Canibalismo en tiempos de guerra: ¿de qué estamos hablando?
Entendiendo la violencia extrema en conflictos armados
La difusión en los últimos días de vídeos de soldados realizando prácticas caníbales en Malí y Burkina Faso ha provocado conmoción e indignación. Pero esta violencia extrema también plantea interrogantes sobre la naturaleza de este fenómeno.
Desde el pasado fin de semana, se han publicado en las redes sociales varios vídeos en los que se ve a soldados de Burkina Faso destripando a sus víctimas y exponiendo partes de un cuerpo desmembrado. Antes, fue en Malí donde un primer vídeo difundido el 16 de julio causó conmoción, seguido tres días después por un segundo vídeo que aportaba nuevos datos.
En estas imágenes, los soldados anuncian que van a comerse el hígado de su víctima antes de llevar a cabo su hazaña. Se les ve cocinando órganos y envolviendo un dedo en papel de aluminio como "recuerdo". Una fuente de seguridad maliense declaró la semana pasada que se habían denunciado otros casos similares a la jerarquía, sin dar más detalles, según nuestro periodista David Baché, del Servicio África.
Crímenes de guerra
En un comunicado de prensa, el ejército maliense "se distanció" de estas prácticas, que calificó de "atrocidades". Atrocidades que, a ojos de la ley, "constituyen un delito grave, un crimen de guerra que atenta contra la dignidad humana", señala la profesora e investigadora Caroline Brandao, entrevistada por Stéphane Geneste en RFI.
A pesar de su carácter particularmente chocante, este tipo de actos no carecen desgraciadamente de precedentes, ya que "durante la Segunda Guerra Mundial, hubo decisiones de tribunales militares, en particular en Estados Unidos y Australia, que condenaban estas prácticas", señala Caroline Brandao, responsable de Derecho Internacional de la Cruz Roja francesa.
"Canibalismo por venganza"
Aunque todavía poco frecuentes, estos crímenes son una característica de los conflictos del siglo XX. Durante las guerras civiles de Sierra Leona y Liberia, en plena crisis en el este de la RDC, durante la violencia en Colombia o la Revolución Cultural en China, bajo el régimen de los Jemeres Rojos en Camboya o bajo el califato del grupo Estado Islámico en Irak o Siria, no faltan ejemplos.
Cada vez, hay testimonios de supervivientes, relatos de verdugos y a veces incluso imágenes de atrocidades similares: destripamiento, desmembramiento, ingestión de órganos. Un horror absoluto, que el antropólogo Mondher Kilani describe como "canibalismo de venganza".
Porque no se trata de "canibalismo de supervivencia", que puede llevar a individuos o poblaciones en plena escasez a recurrir a los últimos medios de subsistencia disponibles. Tampoco es "canibalismo ritual", una práctica cultural de ciertas sociedades tradicionales que se inscribe en una "relación recíproca" en la que se devora al otro "para construir la propia identidad", con la idea de integrar su fuerza y reconocer su valor, explica el profesor honorario de la Universidad de Lausana.
El canibalismo de venganza tiene otro objetivo, según el autor del libro 'Du goût de l'autre. Fragments d'un discours cannibale' (Le Seuil, 2018), que se podría traducir como 'Del gusto del otro. Fragmentos de un discurso canibal. La describe como una "lógica de depredación", dirigida a "la destrucción pura y simple, la aniquilación total del enemigo a través del tratamiento inhumano de su cuerpo", donde la víctima es "cosificada y excluida del universo del verdugo". El asesino transgresor tiene "voluntad de poder", subraya Mondher Kilani.
Guerras modernas y exocanibalismo
También existe "la intención de sembrar el terror, aterrorizar a la población civil y desacreditar a los ejércitos", explica Caroline Brandao, responsable de Derecho Internacional de la Cruz Roja francesa. Sobre todo porque estos crímenes atroces se filman, se difunden y se retransmiten para que puedan ser vistos por el mayor número de personas posible. El antropólogo Mondher Kilani ve en ello una "teatralización del acto de guerra y venganza".
Se trata de un aspecto importante en un siglo marcado por la omnipresencia de imágenes, a veces muy duras, y por conflictos especialmente sangrientos. El investigador no ve en estos actos un "resurgimiento de prácticas tradicionales", sino la expresión de una "violencia extrema ligada a la guerra moderna". Se trata de guerras "totales" de "aniquilación", cuya intensidad, tecnologías, y escala cobertura mediática han contribuido a la expresión de una violencia desenfrenada.
Pero aunque se registraron crímenes de este tipo durante los conflictos del siglo XX, "no son exclusivos de la guerra moderna", afirma el antropólogo Bruno Boulestin, de la Universidad de Burdeos. "Ha existido en todas las épocas", explica el investigador, que considera que hay "una tradición muy fuerte de canibalismo de guerra en todo el mundo" y que estas prácticas "están muy extendidas, sin ser sistemáticas".
Además de los actos excepcionales vinculados al hambre, señala que la antropofagia suele dividirse en dos categorías: el endocanibalismo, que consiste en comer a miembros del propio grupo social, a menudo asociado a ritos funerarios. El exocanibalismo, en cambio, consiste en comer a extraños. El exocanibalismo suele estar vinculado a los conflictos armados, y está motivado por "la destrucción del enemigo, la indignación y el deseo de aterrorizar".
Y si estos actos están a menudo ritualizados, es "porque no se trata de algo natural comerse al prójimo", señala Bruno Boulestin. El ritual organiza, fija un marco y establece un simbolismo, una forma de sentido. El antropólogo también señala que la guerra, incluso la moderna, siempre está ritualizada, con códigos y ceremonias.
Responsabilidades
Por no hablar de que, en un contexto de confrontación, muchos frenos socioculturales tienden a romperse. Los fenómenos de grupo, la ausencia de normas, la pérdida de puntos de referencia y el sentimiento de poder son factores que pueden verse agravados por las órdenes de la jerarquía. También se plantea la cuestión de la responsabilidad. No sólo para los autores.
"Hay una estructura que lo hace posible", subraya el antropólogo Mondher Kilani, que considera que estos actos no son llevados a cabo por "monstruos", marginados sociales o individuos predispuestos a tales actos. "Los autores nunca están solos; detrás de ellos hay una ideología -que puede ser nacionalista, religiosa o vengativa- y un discurso de legitimación", aunque esta ideología o sus inspiradores no se reivindiquen como tales.
Desde el punto de vista del derecho internacional, "toda la cadena de mando es responsable, los que cometen el acto, pero también los que dan la orden", explica la jurista Caroline Brandao. La responsable de la Cruz Roja francesa recuerda que, si se prueban, estos crímenes constituyen una violación de los derechos humanos, porque atentan contra la dignidad de un cuerpo, pero también "contra la familia y la humanidad en su conjunto".
Pero desgraciadamente no hay "nada sorprendente" en ello, por insoportable que parezca, porque "comerse a tu enemigo forma parte de la práctica de los conflictos armados", afirma el antropólogo Bruno Boulestin.