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Mi relación con ella (III)

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Mi relación con ella (III)
El poeta no se equivocó: "Es tan corto el amor y tan largo el olvido." De que te amé, te amé. Pero ¡ay! cómo quisiera olvidarte ya. Es tanto el dolor, la humillación y el engaño que inundan mi vida.

Desde el primer momento, te vi bella, transparente y, sobre todo, receptiva. Tu padre te envió a mí con instrucciones que nunca entendí, pero sin pensarlo más de dos veces te acepté, pues ya tenías tatuado mi nombre sobre tu pecho.

Lo nuestro era para siempre, pensé yo, aunque siempre estuvo aquella "fecha de expiración" junto a nuestros nombres que nunca terminé de entender.

Ahora la entiendo.

Aunque sea fuera de tiempo ¡oh desgracia mía! te extirpo de mi corazón... y de mi cada vez más pobre cartera.

¿Cómo es, se preguntarán los amables lectores de este escribidor, que de una inolvidable y esperanzadora noche de amor de luna llena en Cabarete me encuentro ahora, así como ven, con el corazón destrozado?

Esta historia, aunque corta y sencilla, era, ahora caigo, predecible.

La única carta tuya que llegó a la puerta de mi hogar fue la primera, aquella a la que me adherí, que vino de la mano del mensajero de tu padre, contigo en la otra.

Ni la segunda, ni la tercera misiva que me prometiste llegaron como debió ser, a pesar de mis constantes reclamos a la casa de tu padre.

Tocó hablar, en ambas ocasiones, con su dulce aunque despistada secretaria para que me hiciera llegar, fría y digitalmente, copias de tus pliegos al buzón de mi computadora.

En tu segunda carta abriste una ventana, de tal forma que aquellos RD$1,000 que gastáramos en Cabarete se desvanecieran poco a poco con el transcurrir de nuestro tiempo juntos.

Cierto, le agregaste RD$500 por la emisión tuya y RD$50 por un seguro que de entrada había rechazado, pero igual me permitías amortizar los ahora RD$1,550 enviando ¡solamente! RD$200 a tu padre.

No me hablaste de las consecuencias que enfrentaríamos después, sólo que ahí estaba tu oferta de un "pago mínimo" que facilitaría, pensaba yo, estos amores nuestros.

Eso pensé, hasta este momento.

Ahora veo tu tercera carta.

A pesar de que te había dejado tranquilita, sin tocarte ni disfrutarte nueva vez, veo que caí en la trampa que, cual tarántula asesina, tejiste para este infeliz que te amó una sola vez.

Resulta, como bien sabes, que tenías un interés oculto, del que nunca me habías hablado.

Verlo en frío me dejó consternado: ahora, por aquella noche de RD$1,000 te debía ¡147.50 pesos más!

Tiro números de aquí para allá, cual psicoanalista tratando de desenmarañar un mal de amores, y veo que me cobras una tasa de interés anual de... SETENTA Y CUATRO POR CIENTO (sí, asimismo, 74%, en mayúscula).

Como tarántula manipuladora que ahora veo que eres, tienes la gracia (¿maldad?) de abrirme, nuevamente, la ventana de abonarte "solamente" RD$150 (RD$50 menos que antes).

¿RD$200? ¿RD$150? ¿De dónde sacas esos famosos "montos mínimos"?

Sólo un monstruo informático que oculta tu padre en el oscuro sótano de su mansión bancaria sabe.

Ni ese cálculo, ni la tasa de interés que me extraes, me lo dijiste en tus cartas y ninguna de las dos secretarias de tus padres lo conocen.

"El Sistema", ese demonio enjaulado, es el único que está al tanto.

Seré ingenuo, pero no estúpido.

Aunque me tomó tiempo, y varias hojas de cálculo, logré penetrar a las pestilentes entrañas de "El Sistema."

Si me llevo de ti, de tu padre y "El Sistema", pagando el mínimo de RD$150 mensualmente, al llegar nuestro primer aniversario con luna llena en junio de 2012, habrían terminado de desangrar a este corazón que, por la tristeza, apenas late.

Por una noche de RD$1,000, te habría pagado RD$1,850 en "pagos mínimos", con el colmo de los colmos de que... ¡te seguiría debiendo RD$667!

Sólo en intereses, dejando a un lado el costo de tu emisión y el indeseado "seguro" (¡ojalá haberte perdido desde un primer momento!), habría acumulado RD$967 es decir, tarántula mía, casi lo mismo que disfrutamos aquella lunática noche en junio pasado.

Así como lo ves: por disfrutar aquellos RD$1,000 contigo, un año después, terminaría pagando y debiendo un total de RD$2,517.

¿Tú crees, desgracia mía, que eso es justo? ¿Qué me lo merezco?

Aunque destrozado y herido, el destino no me ha desamparado.

Le pagaré a tu padre lo que le debo a la fecha (soy hombre de palabra), y te expulsaré de mi vida informándole que nuestro contrato ha terminado.

Tristemente, a diferencia de cuando fue a mi casa a entregarte en mis manos, no se molestará en recogerte, condenándome a mí a decidir tu suerte.

Para ti, ¡oh Julieta que pensé mía!, la oscuridad de un rincón en la gaveta del olvido, para que no vuelvas, nunca jamás, a engañar la buena fe de este pobre, romántico, aunque iluso, escribidor. ¡Adiós!

"Cada entidad bancaria tiene una tasa de interés, pero el Congreso Nacional no puede imponer tasas de interés a los bancos, porque estamos en un mercado de libre comercio." Marino Collante - Presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados de la República Dominicana

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