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En una encrucijada: afrontar los desafíos del desarrollo de la República Dominicana

El país debe hacer efectivamente tres cosas: resolver el déficit del sector eléctrico, mejorar la calidad de la educación y reducir la creciente desigualdad

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En una encrucijada: afrontar los desafíos del desarrollo de la República Dominicana
Vista del Distrito Nacional. El desarrollo de RD enfrenta desafíos. (DIARIO LIBRE/EDDY VITTINI)

Ningún país de América Latina ha crecido más que República Dominicana en los  últimos 50 años. Las importantes reformas estructurales, combinadas con la estabilidad política y macroeconómica, han hecho que el país crezca un 4.9 % durante el último medio siglo. Si esta tendencia continúa, la nación podría convertirse en una economía avanzada en tan solo 40 años. 

Para aprovechar plenamente su potencial, el país debe hacer efectivamente tres cosas: resolver el déficit del sector eléctrico, mejorar la calidad de la educación y reducir la creciente desigualdad. Si estos desafíos no se controlan, limitarán el crecimiento a largo plazo y sabotearán la promesa de una prosperidad inclusiva para todos.

El sector eléctrico: un pozo sin fondo 

El fallido sector eléctrico es uno de los obstáculos más importantes a corto plazo que debe enfrentar la economía dominicana. El gobierno central tiene que cubrir constantemente las pérdidas financieras de las empresas estatales de distribución de electricidad.

En los últimos 18 años, el gobierno ha inyectado 16,700 millones de dólares para cubrir estas pérdidas, con un promedio del 1.3 % del PIB anual. Las transferencias del sector eléctrico representan el 32 % de toda la deuda pública acumulada desde 2006. Estas pérdidas financieras se han  duplicado en los últimos tres años.

La creciente dependencia del sector energético de las transferencias gubernamentales llega en un momento delicado a medida que el gobierno enfrenta gradualmente un espacio fiscal más restringido. Por ejemplo, los pagos del servicio de intereses han aumentado del 11 % de los ingresos en 2008 a  una cuarta parte de los ingresos fiscales en 2024.

El déficit público ha promediado el 3 % del PIB durante las últimas dos décadas. Eliminar el subsidio a la electricidad reduciría casi a la mitad la necesidad de financiación externa, proporcionando un alivio económico muy necesario. Además, el hecho de que el gobierno deba subsidiar a estas empresas significa desplazar otras necesidades apremiantes, como invertir en salud o infraestructura. 

Eliminar las pérdidas operativas de las empresas de distribución eléctrica requerirá que las empresas:

  • Realizar inversiones de capital sustanciales y muy atrasadas: ayudarán a mejorar la red de distribución, instalar medidores de energía para la facturación y reducir las pérdidas de transmisión no técnicas.
  • Revisar sus prácticas de gestión: las nóminas infladas y los costos administrativos perturban sus operaciones.
  • Eliminar los enormes subsidios a la distribución: alrededor del 35 % de toda la energía suministrada por las distribuidoras en 2023 no se facturó a nadie. Eso significa que muchos hogares y empresas consumen energía de forma gratuita. 

Algunas acciones recientes inspiran optimismo y demuestran que la reforma en el sector energético es posible. Por ejemplo, un  proyecto actual del Banco Mundial está mejorando activamente 1,342 kilómetros de líneas de distribución y regularizando a más de 225,000 clientes que consumen pero actualmente no pagan por electricidad.

Educación: cuando el dinero no alcanza 

En 2013, el gobierno prácticamente duplicó su inversión en educación pública. Desde entonces, el gobierno ha gastado uno de cada cinco dólares en educación. Como resultado, el acceso a la escuela aumentó drásticamente en ese período, impulsado principalmente por la construcción extensiva de aulas y la  ampliación del horario escolar.

Pero ampliar el acceso sólo puede llevarte hasta cierto punto. La República Dominicana todavía se ubica entre los últimos resultados escolares internacionales en matemáticas, lectura y ciencias, puesto 80 de  81 países participantes en 2022. 

El gobierno ahora debe hacer de la mejora de la calidad de la educación una máxima prioridad. El papel de la educación como motor del crecimiento de la productividad está ampliamente documentado. Si nos fijamos en los grandes éxitos del desarrollo en el siglo XX (en particular, los "tigres del este asiático"), todos lograron éxitos a largo plazo, en parte debido a fuertes inversiones en su capital humano. 

Al cultivar un entorno donde el aprendizaje conduzca a una comprensión y adquisición de habilidades genuinas, el gobierno puede garantizar una República Dominicana más productiva e innovadora. Para lograr esto, los responsables de la formulación de políticas deben atraer docentes de mayor calidad.

Específicamente, el gobierno debería considerar reinstaurar el Programa de Alta Calidad Docente, que establece estándares claros para los docentes, intensifica el rigor de la formación docente con experiencias de aula más interactivas y hace que las admisiones a programas de enseñanza sean más selectivas para impulsar la calidad educativa.

Lamentablemente, este programa se suspendió después de la pandemia de COVID-19, a pesar de sus primeros resultados prometedores.

Además de estos esfuerzos, el gobierno debe adoptar estrategias educativas innovadoras, como el desarrollo de programas e itinerarios STEAM, acortando las vacaciones de verano para mitigar la pérdida de aprendizaje durante el verano e implementar metodologías de vanguardia como "Enseñar al nivel adecuado", que adapta el aprendizaje a los niveles de conocimiento actuales de los estudiantes y parece cerrar las brechas de aprendizaje de manera efectiva.

Desigualdad: la barrera silenciosa 

Los debates sobre la desigualdad a menudo se centran en los ingresos y la riqueza. Hay mérito en ese punto en la República Dominicana. Algunos estudios sugieren que más de  la mitad de todos los ingresos se concentra en el 10 % más rico.

La distribución desproporcionada del ingreso refleja la participación del trabajo en el PIB, que ha  disminuido constantemente desde principios de siglo, lo que indica que la mayor parte del crecimiento económico ha beneficiado proporcionalmente más al capital que a la mano de obra.

Sin embargo, estos son meros síntomas de una mayor desigualdad que se gesta bajo la superficie. 

En particular, el país muestra una falta de acceso a la igualdad de oportunidades. La movilidad social está limitada por los antecedentes familiares de una persona, en particular los logros educativos, que refuerzan la pobreza generacional.

Una encuesta reciente de Gallup-Hoy realizada en enero de 2020 entre 1,200 residentes dominicanos muestra que la mayoría de la gente cree que el crecimiento económico solo beneficia a los ricos.

Esta desigualdad de oportunidades es también un factor principal de la emigración. La mayoría de los jóvenes están dispuestos a mudarse al extranjero y señalan la falta de oportunidades como una razón directa para su mudanza.

En segundo lugar, la profunda desigualdad de género en el país exacerba aún más la desigualdad. El país ocupa el puesto 112 entre 189 países en el Índice de Desigualdad de Género, reportando las  tasas más altas de matrimonio precoz y embarazo adolescente en la región, limitando gravemente el acceso de las mujeres jóvenes a los derechos fundamentales.

La representación femenina en puestos influyentes también es decepcionantemente baja, y el país sufre una tasa inquietantemente alta de violencia contra las mujeres.

El progreso real sólo puede lograrse a través de un compromiso firme para empoderar a las mujeres y salvaguardar sus derechos, asegurando que desempeñen un papel crucial en el avance de la nación.

Abordar las disparidades salariales, mejorar la movilidad social y abordar la desigualdad de género son deberes éticos e iniciativas estratégicas cruciales. Estas acciones son vitales para desviar a la nación de posibles disturbios sociales y dirigirla hacia un futuro de prosperidad y estabilidad política.

La reciente agitación social en países como Chile y Colombia ofrece una advertencia para los funcionarios de Santo Domingo. Para lograr una sociedad más equilibrada y próspera, el gobierno debe ampliar el acceso a oportunidades para todos.

Algunas medidas podrían incluir mejorar la calidad de los servicios públicos, impulsando el desarrollo de la fuerza laboral para aumentar la productividad y dotar a los trabajadores de un mayor poder de negociación.

Estos pasos son vitales para consolidar una clase media sólida e impulsar la economía hacia adelante.

Navegando el camino a seguir

Sin duda, los beneficios esperados serán visibles en diferentes horizontes temporales, pero la reforma debería comenzar ahora. Con un presidente que goza de amplia aprobación y un partido gobernante preparado para el éxito electoral, es hora de un liderazgo audaz y visionario.

El gobierno debería aprovechar el impulso actual para impulsar reformas significativas en educación, igualdad y eficiencia energética. Si bien los desafíos que enfrenta la República Dominicana son formidables, no son insuperables.

Al enfrentar estos problemas de frente con coraje, creatividad y determinación, la nación puede desbloquear todo su potencial y trazar un rumbo hacia un futuro de prosperidad inclusiva y desarrollo sostenible. 

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  • Este artículo fue publicado inicialmente en el Journal of Public & International Affairs de la Universidad de Princeton
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Infografía
Fernando Pernas (FUENTE EXTERNA)

Conozca al autor: Fernando Pernas

Fernando es candidato de segundo año de Maestría en Asuntos Públicos en la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de Princeton, donde es becario Fulbright. Antes de incorporarse a SPIA, trabajó para el Ministerio de Industria, Comercio y Mipymes del Gobierno dominicano como jefe del departamento de análisis económico.

También trabajó como analista económico en el Banco Central de la República Dominicana y en el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo. Originario de Santo Domingo, República Dominicana, Fernando sentó las bases de su carrera en Economía con un título de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.

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