Ira de Trump por verificación de datos beneficiará a Facebook y a Twitter
La orden ejecutiva del presidente estadounidense en contra de las plataformas sociales ha provocado indignación e involucramiento en línea
Si la indignación es el modelo comercial de los medios sociales, entonces el presidente Donald Trump acaba de darles a los accionistas de Twitter y de Facebook otro regalo.
La amenaza de esta semana por parte del ‘tuiteador en jefe’ de reprimir los supuestos prejuicios en las redes sociales es ciertamente ominosa. Pero, según los borradores de la acción ejecutiva que el Sr. Trump firmó el jueves, las posibilidades de que ocurra algún serio cambio en la forma en que operan las plataformas son escasas, mientras que la ira que ha provocado en ambos lados del espectro político ya está rindiendo frutos en términos de un aumento del involucramiento en línea.
No son sólo los medios sociales los que prosperan debido a la división: el propio presidente la ha convertido en una filosofía para gobernar. Caracterizar a las plataformas de información más poderosas de nuestra época como parte de los sesgados “medios ‘lamestream’” (inútiles) garantiza que la base que apoya al Sr. Trump se una en torno a incluso sus opiniones más dudosas.
No es difícil ver por qué esta indecorosa simbiosis entre la política presidencial estadounidense y los medios en línea acaba de empeorar. Las elecciones presidenciales se están avecinando, y los riesgos para todos los involucrados han aumentado, no sólo para el presidente y para las plataformas de medios sociales, sino para la democracia misma. Tal como están las cosas, es la democracia la que parece estar más en peligro.
Si alguna vez hubo un momento para que Jack Dorsey, el reflexivo pero reservado director ejecutivo de Twitter, pusiera fin a su imitación de Hamlet y adoptara una posición en contra del casual desprecio de su más famoso usuario por la verdad, éste era el momento apropiado. Al colocarle etiquetas de verificación de datos a dos de los tuits del Sr. Trump, el Sr. Dorsey parece estar tratando de establecer los límites de cómo Twitter va a lidiar con la información electoral incorrecta que emana de la Casa Blanca.
Los tuits afirmaban, sin evidencia, que las boletas de votación por correo son vulnerables a un extenso fraude. Que el presidente use falsedades para socavar la confianza en lo que bien pudiera ser la forma más segura de votar durante una pandemia pudiera causar estragos en el proceso electoral. El hecho de que el Sr. Dorsey por fin haya intervenido muestra que él se da cuenta de cuánto está en riesgo.
La proximidad de las próximas elecciones también explica la inapropiada prisa con la que Mark Zuckerberg se ha desasociado del Sr. Dorsey y ha denunciado la idea de que las plataformas de Internet intenten controlar el discurso político. Después del papel que su red desempeñó en la primera victoria presidencial del Sr. Trump en 2016, el jefe de Facebook es profundamente sensible a cualquier cosa que pueda parecerse a una interferencia electoral en esta ocasión. “Yo creo firmemente que Facebook no debería ser el árbitro de la verdad de todo lo que la gente dice en línea”, él señaló el miércoles.
Y son las elecciones que se aproximan las que explican por qué el Sr. Trump está tan ansioso por luchar en contra de cualquier intento de restringir su despreocupado uso de los medios sociales. Acobardar a los medios de comunicación poderosos durante una temporada electoral es una táctica favorita de los políticos a nivel mundial. No es de extrañar que el borrador de su orden ejecutiva también ataque a Google, la cual también ha enfrentado acusaciones de sesgo anticonservador.
La disputa de esta semana con Twitter ha traído de vuelta una vieja propuesta de la Casa Blanca, redactada el año pasado pero nunca adoptada. Su objetivo central era limitar la libertad de las compañías de Internet para bloquear o restringir el contenido, algo que pueden hacer en virtud del artículo 230 de la Ley de Decencia de las Comunicaciones. Pero también va mucho más allá, incluyendo pedirles a los fiscales generales a nivel estatal que desafíen a las compañías de redes sociales bajo sus leyes de comercio justo y reducir la publicidad de pago por parte del gobierno. Una cosa que con certeza no sucederá es una reducción del excesivo gasto por parte de la campaña del Sr. Trump en los medios sociales.
Todo esto pudiera parecer traducirse en serios problemas para Twitter y para Facebook. Pero, a pesar de los persistentes ataques de la derecha, no ha habido ninguna investigación independiente que respalde las afirmaciones de sesgo anticonservador.
Facebook se sometió al teatro de una revisión que duró un año, dirigida por el exsenador republicano Jon Kyle, de las acusaciones por parte de la derecha. El informe resultante del año pasado terminó siendo simplemente un catálogo de quejas sin fundamento de grupos de interés conservadores.
Tomando la pragmática postura que ha caracterizado sus tratos con la administración actual, Facebook dijo todo lo apropiado acerca de tomarse todo muy en serio y acerca de endurecer sus políticas. Sin embargo, a nadie que estuviera prestando atención se le hubiera escapado que esto era sólo una elaborada muestra política.
Además, la ruta preferida de la Casa Blanca para tomar medidas drásticas está llena de dificultades legales y políticas. No menos importante es tratar de hacer que la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés) implemente una nueva forma de regulación del contenido en línea: la acción definitoria de la agencia en relación con el Internet durante los años de la administración Trump ha sido rechazar un sólido papel regulador al ponerle fin a la neutralidad de la red.
Para restringir seriamente la libertad de Twitter de alterar sus tuits, el Sr. Trump tendrá que demostrar que la compañía no ha estado actuando de “buena fe”, tal como lo exige la sección 230. Pero siempre y cuando Twitter limite su intervención a las falsedades descaradas, como los mensajes del presidente acerca de la votación por correo, esto difícilmente parece ser una amenaza seria.
Ciertamente existen riesgos para las compañías de medios sociales. Alguna publicidad de pago del gobierno puede que vaya a otros medios. Es probable que haya más demandas e investigaciones regulatorias relacionadas con cómo interpretan sus propias reglas de usuario. Los gobiernos represivos en otros países se sentirán más libres de bloquear o limitar los medios en línea con los que no están de acuerdo.
Pero una cosa está garantizada: el propio Sr. Trump no pasará menos tiempo en Twitter.
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