El peligroso juego de las represalias comerciales entre China y EEUU
Una oferta sustancial de China podría evitar una nueva escalada
La buena noticia es que ambas partes todavía tienen tiempo para retroceder. Ni la última ronda de aranceles propuesta por la administración Trump (un gravamen del 25 por ciento sobre productos industriales y tecnológicos por valor de US$50 mil millones) ni la respuesta que China anunció el miércoles (un 25 por ciento correspondiente sobre la soja, los automóviles, las sustancias químicas y otros productos por un valor de US$50 mil millones) se han impuesto todavía. EEUU ha dicho que consultará con las empresas durante un mes antes de imponer los aranceles. China ha indicado que esperará a que EEUU tome las medidas.
La mala noticia es que, según el equipo del presidente estadounidense Donald Trump, las dos partes ya estaban sentadas en la mesa de negociaciones, y presuntamente logrando progresos, antes de que se anunciara la última escalada. Y hay razones para pensar que podría no haber mucho retroceso a partir de aquí, dados los objetivos conflictivos y las ideas preconcebidas de ambas naciones.
El Sr. Trump y sus asesores están claros acerca de la necesidad de responder a las prácticas comerciales desleales de China. No están tan claros sobre cuál debería ser el siguiente paso si los chinos resultan difíciles de intimidar. Lo que es más preocupante es que es posible que ni siquiera piensen que el siguiente paso sea necesario. El Sr. Trump cree que el déficit comercial con China, en sí mismo, empobrece a EEUU. También podría pensar que hacer que encarecer los productos chinos para los compradores estadounidenses enriquecerá a EEUU, al estimular la compra de alternativas estadounidenses.
La última idea es tan falsa como la primera, porque (entre otras razones) muchos de los productos chinos que serán afectados por los aranceles del Sr. Trump son bienes intermedios. Los gravámenes sobre ellos harán que los productos estadounidenses terminados — los coches, por ejemplo — sean más caros y menos competitivos. El comercio al estilo de la década de los ochenta, dominado por el intercambio bilateral de productos terminados, ya no existe, y ha sido reemplazado por un sistema de cadenas de suministro mundiales. Sin embargo, esta verdad podría no importar. Dados sus compromisos ideológicos, el dolor económico sólo podría hacer que la administración estadounidense se ponga más terca.
La preocupación del otro lado es que los chinos lleguen a la conclusión de que la mejor opción es simplemente extender las negociaciones más allá de las próximas elecciones presidenciales. En el ínterin, se podría provocar un daño importante a ambas economías, como lo reflejan los nerviosos mercados de productos básicos como la soja estadounidense y grupos industriales como Boeing.
La mejor esperanza para salir de este atolladero sería que China ofreciera una importante concesión en la política comercial. ¿Por qué debería ser China quien ceda? Porque, aunque el Sr. Trump está equivocado sobre la economía básica y sobre cómo funciona el comercio global, tiene razón sobre las prácticas injustas de China. No hay duda de que las compañías chinas abusan de los derechos de propiedad intelectual de las compañías occidentales. Y muchas de las compañías mundiales de China se benefician de los subsidios y el apoyo del estado.
Si China anunciara acciones concretas — en lugar de propuestas o más negociaciones — eso le daría a la administración Trump una victoria pública y abriría el camino para que retroceda en cuanto a los aranceles anunciados. Una relajación del requisito de que las compañías extranjeras que operan en China deben formar empresas conjuntas con socios chinos, junto con un plan para hacer cumplir los derechos de propiedad intelectual de las compañías extranjeras y monitorear el espionaje cibernético industrial, sería un buen comienzo. Ésta es un área de profunda preocupación para los gobiernos europeos, así como para el estadounidense. China podría mostrarse reacia a considerar esto. Pero cualquier cosa que no sea una acción concreta recibirá escepticismo justificado, y el riesgo de una continua escalada de su costosa disputa con EEUU. Es posible que se pueda regresar hacia un enfoque pragmático si China da el primer paso.
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