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Cómo Trump está envenenando el comercio mundial

Se sospecha que el presidente realmente nunca quiso lograr acuerdos

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Cómo Trump está envenenando el comercio mundial
Donald Trump, presidente de Los Estados Unidos, criticado por polémicas medidas comerciales. (EFE)

Contenido sindicado

¿Cuántas píldoras de veneno se necesitan para asesinar un tratado comercial? Tres, según Donald Trump. México y Canadá están haciendo lo imposible para preservar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Pero su tolerancia ante las demandas del Sr. Trump se está agotando. Parece sólo cuestión de tiempo antes de que él declare la salida de EEUU del “peor acuerdo comercial”. La tentación de retirarse de la Organización Mundial del Comercio (OMC) crecerá a medida que el término del Sr. Trump continúe su inexorable paso. Cualquiera que piense que él ha abandonado su promesa de destruir el sistema comercial mundial no ha estado prestando atención.

Los periodistas solían bromear que el titular “valiosa iniciativa comercial canadiense” era el más aburrido que jamás se hubiera escrito. El Sr. Trump lo ha vuelto emocionante. Hace un año hubiera sido difícil imaginar a Canadá y México luchando juntos en contra de EEUU. El Sr. Trump los ha llevado a unirse. Una de esas píldoras venenosas es la exigencia de que al TLCAN se le imponga un límite de “vigencia” cada cinco años, lo cual es como incluir una fecha de caducidad recurrente en un acuerdo matrimonial. El divorcio se vuelve inevitable.

Otra píldora es la demanda de que la mitad de todo el contenido libre de impuestos para los automóviles fabricados en Norteamérica se adquiera en EEUU. Esto destruiría las cadenas de suministro regionales que los fabricantes de automóviles han establecido. Una tercera es desechar el sistema de resolución de disputas del TLCAN, el cual brinda protección a los inversionistas contra la ruptura arbitraria de los contratos. El Sr. Trump construyó su negocio deshonrando contratos. Él no está a punto de dejar de hacerlo ahora.

Tales tácticas son lo opuesto a la imagen del ‘arte de la negociación’ que el Sr. Trump ha presentado. Según ese ‘manual de estrategias’, el Sr. Trump comienza con demandas extravagantes que obligan a sus contrapartes a mejorar sus ofertas. El acuerdo final es mucho mejor de lo que habría sido si se hubiera comenzado con una táctica realista. Sin embargo, cuando el Sr. Trump se niega a diluir su escandalosa oferta inicial, surge la sospecha de que nunca quiso llegar a un trato. Eso, de hecho, ha sido su enfoque en casi todas las negociaciones. Las conversaciones del TLCAN del Sr. Trump están manipuladas para que fracasen. Desde el acuerdo nuclear de Irán, hasta el destino del Obamacare y del programa de inmigración de los ‘Soñadores’, el Sr. Trump organiza las cosas de manera que otros carguen con la culpa. “No me voy a culpar a mí mismo”, dijo esta semana el Sr. Trump en referencia al Obamacare. La culpa siempre es de otros: del Capitolio, del Departamento de Estado, de la Ciudad de México, de Ottawa. Tú eliges tu opción preferida.

También será culpa de China. Los globalistas exhalaron aliviados colectivamente cuando Donald Trump rompió el hielo con Xi Jinping, el presidente de China, en la reunión de Mar-a-Lago este año. A cambio de dejar de lado las amenazas de imponer altos impuestos a las importaciones chinas y de dejar de tildarlo de manipulador de divisas, el Sr. Xi solucionaría el problema de Corea del Norte. Así era como lo veía el Sr. Trump. China lo interpretó de manera diferente. Como la mayoría de los observadores, ellos pensaron que el Sr. Trump había entrado en razón. Nadie, excepto el Sr. Trump, pensó que China arriesgaría el colapso del régimen norcoreano porque él había hecho ruidosas declaraciones proteccionistas durante la campaña electoral. Incluso si China tuviera los medios para sacar del poder a Kim Jong Un, ¿por qué querría hacerlo?

La malinterpretación por parte del Sr. Trump ahora está letalmente obsoleta. Dentro de los próximos 18 meses, el Sr. Kim tendrá el alcance nuclear para acabar con Los Ángeles. El Sr. Xi no detendrá la marcha nuclear de Corea del Norte. Sin embargo, el Sr. Trump ha dejado en claro que le pedirá cuentas a China. La línea cronológica coincide con las elecciones de mitad de período estadounidenses del año próximo que, según las encuestas, pudieran resultar en una fuerte derrota de los republicanos. Los demócratas planean hacer campaña a la izquierda del Sr. Trump en asuntos de comercio. Él también estará bajo la presión de su base para cumplir con su promesa de impedir que los países extranjeros saqueen a EEUU. Eso tampoco ha resultado como se planificó. En septiembre, el déficit comercial de EEUU con China alcanzó el nivel mensual más alto de la historia.

Una herramienta a la disposición del Sr. Trump son las sanciones secundarias, las cuales castigarían a los bancos y empresas estatales de China por hacer negocios con Pyongyang. Eso desencadenaría una guerra comercial entre EEUU y China. Otra herramienta la representan los aranceles “antidumping” (contra la exportación de productos debajo del costo de producción) sobre los productos siderúrgicos e industriales chinos. Una tercera, que tendría más mérito, es una acción legal en contra del robo de propiedad intelectual chino. En cada caso, China apelaría ante la OMC. En la mayoría de los casos, es probable que ganara. Eso sería intolerable para el Sr. Trump. Una cosa es que jueces no elegidos bloqueen su agenda; pero sería muy distinto si fueran extranjeros. El único mecanismo de disputas al que el Sr. Trump puede atenerse es uno en el que EEUU siempre gane.

Las negociaciones comerciales son el extremo opuesto del espectro a los procedimientos de quiebra. La primera opción requiere dar y recibir. A menudo las negociaciones fracasan. La segunda implica una embestida nuclear. Pero deben resolverse. No está claro si el Sr. Trump sabe la diferencia. Canadá acusó esta semana al Sr. Trump de tener la mentalidad del “ganador se lo lleva todo” en cuestiones del TLCAN. El resultado probable es que “todo el mundo pierda”.

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