Sin afinidad natural
Los motivos que el presidente Abinader ha tenido para haber estado reclamando que se llevara a cabo una intervención militar internacional en Haití, son bastante claros y entendibles.
Los motivos que el presidente Abinader ha tenido para haber estado reclamando que se llevara a cabo una intervención militar internacional en Haití, son bastante claros y entendibles. Para nuestro país, el ambiente de anarquía y la rampante criminalidad que prevalecen allá, representan una grave amenaza para la seguridad y la estabilidad socioeconómica. La restauración del orden es, por lo tanto, un objetivo esencial para el gobierno dominicano. Y cualquier medio que se busque para alcanzarlo es válido.
No sorprende, en consecuencia, la posición de la República Dominicana al respecto. Ya que militares dominicanos no estarán involucrados en la operación, ni será tampoco nuestro país el que cubra los gastos de la fuerza interventora, se trata de un mecanismo que pudiera eliminar o atenuar la amenaza sin costos directos que tengamos que asumir.
Menos entendibles son las motivaciones de Kenia para ofrecerse a tomar el liderazgo de la intervención. Es notorio que su presidente no se limitó a expresar su disposición de hacerse cargo de esa tarea si la acción militar fuese aprobada, sino que actuó como un ardiente abanderado de dicha aprobación, en pie de igualdad con las exhortaciones dominicanas y del gobierno haitiano.
Podría ser que la posición de Kenia haya sido el resultado de un deseo genuino y desinteresado de ayudar a Haití, y es de esperar que así haya sido. Pero dado que era previsible que luego de la aprobación se asignarían fondos para la operación - ya los EE.UU. ofrecieron 100 millones de dólares - es posible que conseguir parte de ese dinero haya jugado algún papel. Otros analistas, en cambio, lo atribuyen al deseo de Kenia de desempeñar un rol en el ámbito mundial que le atraiga inversiones y ayudas occidentales.
Aunque pueda creerse lo contrario, Haití y Kenia tienen poco en común. No comparten un mismo idioma, pasado colonial, cultura, costumbres o estructura política. No hay, por lo visto, una afinidad natural entre ambos que facilite el éxito de la intervención.