?Prosperidad comunitaria
Cuando la República Dominicana decidió dejar atrás sus prolongadas relaciones diplomáticas con Taiwán, no lo hizo por razones ideológicas sino por conveniencia económica, igual que lo habían hecho antes muchas otras naciones. La economía sacó a China de la oscuridad política y la convirtió en la potencia mundial que hoy es, y es sorprendente que eso ocurriera sin que el régimen gubernativo chino hubiese cambiado sus principios conceptuales.
De no haber sido por la participación de intereses privados, el crecimiento económico de China difícilmente hubiera ocurrido, pues regímenes guiados por consideraciones ideológicas no suelen proveer la flexibilidad y el estímulo que la búsqueda individual de riqueza aporta. El éxito económico trajo consigo la creación de grandes empresas y poderosos multimillonarios, cuyas decisiones inciden sobre el nivel de empleo, los estilos de vida y la orientación del país, en ocasiones con más fuerza que las propias disposiciones oficiales. El poder político encontró en el poder económico un competidor cada vez más relevante.
Era preciso, por lo tanto, limitar la influencia de esas compañías y sus propietarios, para preservarla hegemonía del estamento político cobijado en el partido de gobierno. Con ese propósito, nada mejor que presentar esa batalla como una lucha en contra de la desigualdad, a fin de que la prosperidad fuese realmente esparcida en la comunidad. Estando la ideología oficial basada en la igualdad, la enorme disparidad en los ingresos, reflejada en viviendas, autos, educación, salud, viajes y diversión, era intrínsecamente contraria a sus fundamentos.
La ofensiva contra empresas y magnates chinos resultante de la campaña oficial, incluyendo multas, prohibiciones, intervenciones y arrestos, abre una interrogante acerca del efecto que podría tener sobre el crecimiento económico. Las consecuencias están aún por verse, pero es improbable que no afecte la forma como se desenvuelve la economía china.