Cuestión de grados
El último reporte de las Naciones Unidas sobre el cambio climático pudiera ser perturbador para quienes tienen propiedades a lo largo de las costas, especialmente las ubicadas a nivel del mar en zonas de playa. Los estimados acerca de la elevación del nivel del mar hacen pensar que muchas de esas áreas quedarán cubiertas por las aguas debido al deshielo de las capas polares, que reducirá o eliminará el valor de los terrenos y edificaciones que serán afectados. No obstante, como faltan años para que eso suceda, es improbable que un proyecto turístico o de urbanización se detenga por esa causa. Sus promotores, y los inversionistas e instituciones bancarias que los financien, confiarán en que recuperarán su dinero antes de que todo eso ocurra.
Los más afectados serán quienes son hoy niños pequeños y los que aún no han nacido. Es notable a ese respecto el contraste entre la atención que los progenitores suelen poner sobre el bienestar personal de sus descendientes, y la importancia que atribuyen al cambio climático. Puede ser que cuidan mucho su salud, alojamiento, vestido y educación, pero no parecen ponderar la gravedad del legado ambiental que les dejarán.
En todo el continente americano, la Argentina luce ser el país que menos será perjudicado por el aumento en la temperatura. Hacer maletas e irse para allá, sin embargo, no sería una solución viable, dado que los argentinos probablemente no lo permitirían y que la llegada masiva de personas alteraría las proyecciones. Países insulares como el nuestro, con una alta relación entre costas y territorio, verán crecer su densidad poblacional efectiva, medida respecto de su superficie utilizable.
El asunto es cuestión de grados, y éstos son materia de economía y política. El límite que se fije al calentamiento global para fines de acciones correctivas, incide sobre los estilos y niveles de vida, con mayor impacto para las naciones más dependientes de combustibles fósiles y de procesos productivos contaminantes.