Siete verdades financieras
Antes de despedirme, aunque solo sea por un momento, no puedo dejar de reflexionar sobre las lecciones que como su escribidor he aprendido durante tantos años dedicándole alrededor de la mitad de estas entregas semanales a la educación financiera.
Escribo hasta con cierta melancolía, pues no me cabe la menor duda que el proceso de aprendizaje y enseñanza es mi verdadera pasión y que, a través de esta columna y las interacciones que ella generó al compartirlas en las redes sociales, se hace más cierto que nunca aquello de que quien más aprende, y más provecho obtiene, es el profesor al entregarse a sus estudiantes o, en este caso, a sus lectores.
En ese sentido, no puedo más que agradecerles a todos los que han hecho posible esta columna por su fiel lectura, por su seguimiento en las plataformas digitales y por tanta retroalimentación que no solo ha hecho de mi un mejor profesional, pero también, como espero les confirmen mis siete verdades financieras, alguien más sensible y humano.
Léanse estos siete consejos a manera de un “ranking” de las lecciones que, a mi entender, son las más importantes para lograr la mejor salud financiera para la persona, la pareja y el hogar.
No hay magia
Cualquier cosa que luzca demasiado buena para ser verdad, no es verdad. Lo fácil, engaña. Dinero que llega rápido, dinero que más rápidamente se disipará. Ingreso “seguro, de bajo riesgo y desde la comodidad de tu casa”, ingreso que probablemente es fruto de algún esquema piramidal insostenible y fraudulento.
La acumulación de capital, obviamente que de origen lícito, requiere de esfuerzo, de tiempo, de consistencia y de sacrificio. Estas son las claves para lograrlo y entiendo que son realizables para cualquier persona, aunque a algunos les tomará mucho más tiempo que a otros. Cualquier promesa a lo contrario, es mejor ignorarlo.
En otras palabras, y ya utilizando términos algo más sofisticados, a mayor el rendimiento, mayor el riesgo. Y a menor el riesgo, menor debe ser retorno. La clave está en entender esos niveles de riesgo que asumimos para que, si decidimos hacerlo, lo hagamos a cambio de un retorno consistente.
Cualquiera propuesta que te hagan, que no entiendes y cuyos riesgos y beneficios no puedes explicarle tu mismo a tu hijo de 10 años, mejor es evitarla o posponerla hasta que realmente la comprendas adecuadamente.
Respeta la deuda
La deuda no es que sea mala, pero si la puedes evitar, evítala. De asumirla, ojalá que siempre sea en las mejores condiciones posibles, de proveedores supervisados y regulados e idealmente para adquirir algún bien duradero o productivo que justifique el costo total en el que estarás incurriendo, incluyendo los intereses que se generarán mientras amortices el préstamo.
Nunca, nunca, nunca te endeudes en moneda extranjera, salvo que tengas un ingreso en esa moneda asegurado. Nunca, nunca, nunca te endeudes para financiar gastos corrientes o bienes de consumo o experiencias momentáneas.
Ojo: No estoy diciendo que no disfrutes las experiencias, que no consumas o que no tengas un gasto discrecional de aquello que te guste. Simplemente estoy sugiriendo que lo hagas con ahorros o con ingresos propios, nunca con deuda.
En cuanto a las deudas, es siempre importante entender el porqué de ellas, la causa raíz. Si fuera para financiar activos como los ya descritos, bien. De lo contrario, y si hablamos de un nivel de endeudamiento muy alto, no creas que por consolidarlas o consiguiendo que te las borren de tu historial habrás eliminado tu problema. Solamente resolviste la rama del árbol, quizás algo del tronco, pero si las raíces que generaron la deuda siguen ahí, sigues igual.
Tu mejor inversión
La liquidez, el clavito. El fondo de emergencia o de contingencia o tu reserva. Para mi son todos nombres para lo que es tu mejor inversión. La previsión para lo imprevisto, para la pérdida de ingreso, para gastos que ni se te habrían ocurrido, para una pandemia como la que estamos viviendo y, probablemente, viviremos por los próximos 12-18 meses.
Cualquier otra inversión, sea inmobiliaria, empresarial o en algún instrumento financiero, me parece secundaria a la construcción del mejor fondo de emergencia que puedas construir para regalarte la verdadera paz financiera.
Con ello no digo que no hagas inversiones en activos de más largo plazo, solo que ojalá construyas esos otros activos luego de acumular tu colchón de liquidez de fácil acceso.
Hábitos y conductas
Puedes tener el mejor conocimiento financiero del mundo, quizás hasta un doctorado en economía, pero si tus hábitos o conductas no son idóneas, o son francamente destructivas como los vicios del consumo compulsivo, el juego, el alcohol u otras sustancias, de nada te servirá tanta educación en matemáticas, finanzas o economía.
La buena noticia es que todo se construye, incluyendo los buenos hábitos. Y todo mal hábito, como muchas veces he dado testimonio luego de superar mi adicción a la nicotina, se puede conquistar.
En definitiva, será más bien un tema de definir un porqué para desarrollar los buenos hábitos o descontinuar los malos, hacerlo de forma gradual, poco a poco, pero siempre intencionalmente, superándote cada día un poco más que el día anterior y con el apoyo de tus seres queridos. Roma, recuerda, no se construyó en un día. La consistencia lo es todo.
Simplifícate
La escuela del minimalismo tiene mucho que ofrecernos en materia financiera y en nuestras vidas en general. Con el tiempo he llegado a la conclusión de que menos es más y que mientras más complejo o demandante sea algo, más debemos ponderar si realmente vale la pena que sea parte de nuestras vidas.
En finanzas, esto implica tener productos financieros lo más sencillos y comprensibles posible, a los que les podamos dar un seguimiento de manera puntual y sin requerir tanto esfuerzo o tiempo de nuestra parte. Por eso, nunca he entendido a quienes tienen más de dos o tres tarjetas de crédito o se complican llevando relaciones con igual cantidad de entidades bancarias.
Pareja y familia
Pocos vivimos aislados. Cualquier proyecto para mejorar o fortalecer nuestras finanzas, requiere del apoyo de la familia y, sobre todo, de la pareja, en caso de tenerla. Todos deben empujar en una misma dirección, compartiendo valores y sobre todo propósitos en común, que tiendan a unificar el núcleo familiar o de la pareja, especialmente en aquellos momentos de dificultad, de escasez o de crisis.
Más la persona, menos las finanzas
La mayor paradoja de todas, en mi experiencia de estos años, es que en la ecuación “finanzas personales”, el componente financiero, aquel de los números, las ecuaciones, los contratos bancarios o los instrumentos financieros, como mucho representan el 20% de lo verdaderamente importante para la salud financiera.
El otro 80%, en mi opinión, es el aspecto personal. El de nuestros hábitos, nuestra forma de trabajar, nuestros propósitos, nuestras relaciones personales, destacándose entre ellas, el ejemplo y los valores de nuestros padres y del círculo más cercano con el que socializamos.
Así fue como Argentarium, que viene de “argentum” o de plata, por aquello de que los primeros cambistas de moneda de plata fueron también los primeros banqueros, evolucionó de un contenido puramente técnico, sobre banca y finanzas, a convertirse en una columna más humana y más personal, de la que me siento muy orgulloso y agradecido por haber tenido la oportunidad de construirla junto a ustedes, todas las semanas, durante estos últimos quince años.