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Bisturí fiscal

Se percibe actualmente en el país una coincidencia de opinión en cuanto a que se debe reducir el gasto público. Es una coincidencia forzada por la realidad de los números: la brecha entre recaudaciones de impuestos y gastos públicos es tan amplia y creciente que no puede continuar cubriéndose con aumentos en la deuda del Estado. Habrá diferencias en torno a cuáles gastos reducir, pero cualquiera que sean los recortes es importante reconocer que tendrán consecuencias sobre el nivel y composición de la actividad económica nacional.

Sería ingenuo pensar que se pueden cancelar cientos o miles de empleados públicos, o disminuir la publicidad, los subsidios, las asignaciones, las contrataciones de servicios, las compras de materiales de oficina y demás erogaciones sin que se afecte el funcionamiento de la economía del país.

La razón es simple. Comparando el volumen de bienes y servicios que la RD ha venido produciendo en los últimos años con el que ha estado utilizando para su consumo e inversión, hay una brecha que se ha cubierto con deuda e inversiones extranjeras, tanto a nivel estatal como privado. Al reducir ahora los gastos públicos, disminuirá la demanda total de bienes y servicios, lo que presionará hacia abajo el PIB.

Lo deseable sería que esa disminución fuese compensada por una mayor actividad económica del sector privado sin más endeudamientos. Pero dado que las ventas al Estado y a los empleados públicos bajarían, la compensación tendría que ocurrir vía gastos privados de consumo e inversión, lo que se dificultará si los impuestos no bajan, o peor aún, si suben. Esa situación hace ver que será necesario promover agresivamente la inversión extranjera y las exportaciones, no sólo para generar divisas, sino para crear empleos y fuentes de ingreso para la población.

El bisturí fiscal está siendo afilado. Hay que tener listos el oxígeno, la anestesia y los antibióticos.