Arte mural en Santo Domingo, la identidad gráfica de la ciudad en latas de aerosol
Mientras la ciudad vibra entre la estridencia de una metrópolis moderna y el caos típico del tercer mundo, jóvenes artistas llenan de formas y colores sus paredes en franco desafío a la cotidianidad
En los últimos años, los murales han transformado las calles de Santo Domingo, convirtiendo paredes olvidadas en vibrantes obras de arte. Este movimiento no solo embellece la ciudad, sino que también refleja la rica herencia cultural y los matices contemporáneos de República Dominicana. Figuras como Omar García, conocido como Angurria, han liderado este movimiento, fusionando un estilo figurativo y casi hiperrealista con una paleta cromática que evoca los filtros de la era digital.
Angurria, al igual que muchos de sus colegas, comenzó su trayectoria muralista por casualidad, inspirado por amigos como Poteleche, quien lo introdujo al arte urbano. Desde entonces, no ha parado de pintar, perfeccionando técnicas y explorando los límites del muralismo. "El arte de pintar paredes no es algo nuevo, lo llevamos en nuestra historia desde el arte rupestre hasta los grandes muralistas como Diego Rivera y Siqueiros", explica.
En Santo Domingo, artistas como Vela Zanetti, Silvano Lora y Ángel Haché marcaron el inicio de esta tradición. Lora, por ejemplo, tuvo un impacto significativo con la Bienal Marginal de 1992, un evento que vinculó el muralismo con discursos sociales y comunitarios. Hoy, una nueva generación de muralistas combina ese legado con la influencia del street art, alejándose del graffiti tradicional para crear obras que embellecen espacios, comunican ideas y, en algunos casos, educan a la comunidad.
La capital cuenta con exponentes destacados como Skaps, Dovente y Schack, quienes han llevado el muralismo dominicano a niveles internacionales. A pesar de las dificultades que implica pintar en exteriores, como el clima impredecible o los retos logísticos, la comunidad artística local ha logrado consolidarse. "Lo más bonito de pintar en la calle es la conexión con la gente", comenta Angurria. Muchas veces, los vecinos no solo ofrecen apoyo logístico, como agua o café, sino que también se convierten en protectores del mural, creando un sentido de pertenencia en la comunidad.
El muralismo en República Dominicana ha ganado aceptación gracias a la receptividad de las autoridades, marcas y comunidades locales. Sin embargo, aún existen desafíos, como la necesidad de una mayor educación artística que fomente un entendimiento más amplio del arte urbano. A pesar de estas limitaciones, el movimiento continúa creciendo, impulsado por iniciativas como la RD Street Art Academy, fundada por Angurria y otros artistas para formar a las nuevas generaciones de muralistas.
Dejar huella, la obsesión compartida
Willy Gómez combina influencias del manga japonés con elementos caribeños, creando un lenguaje visual que es tanto personal como universal. Sus murales capturan la energía de los colores tropicales y la estética detallada del manga, generando un diálogo entre tradiciones artísticas de Oriente y Occidente.
Desde joven, Willy sintió fascinación por las ilustraciones japonesas, específicamente por su capacidad de transmitir emociones profundas a través de trazos simples pero cargados de detalles. Este interés lo llevó a incorporar técnicas propias del manga, como el uso de líneas limpias, contrastes dramáticos y expresiones emotivas, a su trabajo en murales.
Angurria lo motivó a buscar su propio estilo y a ver el arte mural como una herramienta poderosa para transformar comunidades, embellecer espacios y crear un impacto positivo en la sociedad.
El arte como parte esencial de la educación
Uno de los mensajes más contundentes que Willy Gómez transmite a través de sus murales es la importancia del arte en las escuelas. Para él, el arte no es solo una disciplina creativa, sino también una forma de desarrollar habilidades como el pensamiento crítico, la empatía y la autoexpresión.
Willy cree firmemente que se debería promover el arte desde las aulas, no solo como asignatura, sino como un medio para que los niños y jóvenes descubran su potencial y encuentren nuevas formas de relacionarse con su entorno. Según él, “el arte no solo embellece, sino que transforma, y las escuelas son el mejor lugar para sembrar esa semilla”.
En cada obra que crea, Willy no solo deja colores y formas, sino también un mensaje de esperanza y la invitación a mirar el mundo desde otra perspectiva, celebrando la riqueza cultural y creativa de Santo Domingo y de las futuras generaciones que puedan encontrar en el arte un camino para expresarse y soñar.
Santo Domingo, una ciudad que vibra entre la estridencia de una metrópolis moderna y el caos típico del tercer mundo, ofrece a sus habitantes un abanico de formas y colores plasmados en sus paredes, por artistas urbanos que hacen lo imposible por dejar huella en medio de la cotidianidad.
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