Un café a cara descubierta para las mujeres atacadas con ácido en la India

Los desafíos para las supervivientes permanecen imborrables en sus rostros y el ácido sigue estando al alcance de la mano, pese a las órdenes para restringir su compra

Seema, sobreviviente de un ataque con ácido, trabaja en Sheroes Hangout Cafe en el estadio de noida, Uttar Pradesh, India. (EFE/EPA/RAJAT GUPTA)

Nagma rechazó las peticiones de matrimonio de un familiar y pagó su independencia con un chorro de ácido en la cara que la desfiguró, forzándola a cubrir sus cicatrices hasta que descubrió un café gestionado por supervivientes donde trabaja y que abre ahora su cuarto local en la India.

"Hubo un tiempo en el que creía que yo era la única niña en el mundo en haber sido atacada con ácido", explica a Efe, aprovechando un momento de calma en el café Sheroes Hangout en Noida, una localidad próxima a la capital, rodeada de clientes y otras jóvenes en su misma situación que afrontan el mundo a cara descubierta.

Desde que arrancó el primer establecimiento en la ciudad norteña de Agra en 2014, el mismo año que Nagma fue atacada, esta iniciativa lanzada por la fundación Chhanv se ha expandido a tres localidades, las penas contra los agresores se han endurecido y el número de ataques ha ido a la baja.

Pero los desafíos para las supervivientes permanecen imborrables en sus rostros y el ácido sigue estando al alcance de la mano, pese a las órdenes para restringir su compra.

Una segunda vida


"El atacante fue mi primo, le gustaba y quería casarse conmigo. Me negué", explica Nagma al acabar de servir refrescos y platos con aperitivos a un grupo de una veintena de jóvenes, llegados de golpe a este café abierto el pasado mayo en un concurrido centro deportivo de la urbe.

Tenía solo 15 años. Tras el ataque comenzó un calvario de operaciones en un hospital a unos 50 kilómetros de su hogar en Balrampur, en el estado norteño de Uttar Pradesh.

"Cuando volví a casa parecía que todos mis sueños habían sido frustrados. La gente venía a verme, no por simpatía, sino por ver a qué se parecía una niña quemada con ácido", recuerda.

Nagma dejó de salir a la calle y, si la necesidad le obligaba a abandonar su hogar, cubría su rostro con un velo. Contempló el suicidio.

Pero encontró fuerzas cuando una joven le habló de un café en la ciudad norteña de Lucknow, donde Nagma continuó su tratamiento médico, llevado por supervivientes de ataques con ácido como ella.

"Por primera vez me senté allí con mi rostro descubierto", señala, antes de destacar que allí aprendió "el valor de esas chicas".

Búsqueda de justicia


Ritu Saini espera junto al café a que den las siete de la tarde, hora de unirse a una clase de artes marciales. Estudia español e inglés, echa la bronca con una sonrisa a unos jóvenes que corretean haciendo ruido y está acostumbrada a tratar con periodistas.

La joven fue atacada con ácido en 2012, cuando uno de sus primos pagó a otra persona 125.000 rupias (unos 1.500 euros) para que destruyese su vida. Perdió el ojo izquierdo, tuvo que someterse a "quince o dieciséis" operaciones y su familia se vio obligada a tomar dinero prestado para costearlas.

Saini se unió a la fundación Chhanv en 2014, el mismo año en que arrancó el Sheroes Hangout de Agra, donde tuvo su primer trabajo y se sintió curada "después de poder hablar con la gente" y contarles su historia.

Su ataque sigue siendo una herida abierta, reconoce, porque los cinco condenados obtuvieron la libertad bajo fianza en el Tribunal Superior de su estado natal, Haryana. Aunque le gustaría recurrir la sentencia ante el Supremo, Saini necesitaría "miles y miles" de rupias, un gasto que no se puede permitir. 

Frustrar el propósito del ataque


Cuando un hombre arroja ácido a una joven, normalmente alguien de su entorno familiar o conocido, su objetivo no es matarla, explica a Efe Alok Dixit, fundador y director de la fundación Chhanv e impulsor de Sheroes Hangout.

"Lo que quiere es destrozar la vida de la joven", cuenta, relegarla a una vida de dolor y ostracismo en una sociedad que en muchos casos piensa que "algo habrán hecho mal y por eso ha sido castigada".

Ahora las supervivientes empleadas en el café viven de forma independiente y cuentan con un empleo, cuando muchas de ellas proceden de familias humildes podían esperar a ser casadas y convertirse en amas de casa, siguen con sus estudios e incluso dan charlas sobre su experiencia.

"El propósito del atacante se ve derrotado, él nunca querría ver a la joven tan animada", explica.

La ONG lanzó una campaña exigiendo mayores penas ante lo que era considerado como un delito menor y también para pedir más controles en la venta de un ácido que a penas cuesta unas decenas de rupias.

Tras una sentencia del Tribunal Supremo que endureció las penas e impuso restricciones al ácido, el país comenzó a contabilizar el número de ataques con ácido en 2013.

Ese año se registraron 309 denuncias mientras que en 2021 se redujeron a 176, 102 de ellos específicamente contra mujeres, según la Agencia Nacional india de Registro de Crímenes (NCRB).

Una reducción que sorprende a Dixit, que la atribuye a la mayor concienciación de la sociedad y a que ahora es un "crimen muy serio" aunque el ácido sigue siendo muy fácil de conseguir.

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