La lucha por mantener el legado de oro de Rubén Limardo en su ciudad natal
El abandono y la desidia han arrinconado a la disciplina en la que Venezuela brilló en Londres 2012
Antonela, de 11 años, lanza estocadas en el patio de la casa de Kelvin Caña, hermano de crianza del esgrimista y medallista de oro olímpico Rubén Limardo. Allí, en una región minera del sur de Venezuela, combaten contra un temible rival: el abandono.
Caña entrena a unos 50 niños y jóvenes de 5 a 20 años en su hogar, a unos 15 minutos en automóvil del desmantelado gimnasio Jesús 'Chuchú' Gruber, donde Limardo empezó a hacer esgrima en su natal Ciudad Bolívar (estado Bolívar, sur), historia que alcanzó su cénit hace una década con el oro en el torneo individual de espada en los Juegos Olímpicos de Londres-2012.
"Para mí practicar esgrima es soltarme, relajarme y aprender", dice Antonela Domínguez, con su máscara en las manos tras una práctica. "Vino una amiguita y me dijo que había clases de esgrima y me preguntó si quería participar. Yo le dije que sí".
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