Navidades amargas para un Trump enojado
Visiblemente malhumorado, admitió que dejaría la Casa Blanca el 20 de enero, incluso si no aceptaba la victoria de Joe Biden
Abandonado por muchos aliados, consumido por las teorías de la conspiración y enfrentado directamente con el Congreso a medida que se acerca el final de su mandato, Donald Trump voló a Florida el miércoles, donde pasará su última Navidad como presidente.
El mandatario que ha mantenido en vilo a los medios de comunicación, a su Partido Republicano y a todo el país durante años, pisó el césped de la Casa Blanca por una de las últimas veces, antes de subirse al helicóptero presidencial, el Marine One, para emprender su viaje hacia su club Mar-a-Lago, en Florida.
Fue precisamente en estos jardines de la residencia presidencial donde Trump dejó alguno de los momentos más llamativos de su presidencia, frente a los periodistas.
Durante cuatro años, el presidente gustaba de esos momentos en los que, al son de los rotores de su helicóptero, se enfrentaba a la prensa con una mezcla de improvisación y bravuconería rociada con insultos. A veces, también, daba información mientras regañaba o hacía una broma. Pero esta vez, Trump evitó a los periodistas.
Desde su derrota en las elecciones del 3 de noviembre ante el demócrata Joe Biden, el republicano se ha embarcado en una misión desesperada para revertir el resultado. Y prácticamente ha desaparecido de las pantallas. Su último intercambio con periodistas se remonta al 26 de noviembre, Día de Acción de Gracias.
Visiblemente malhumorado, admitió que dejaría la Casa Blanca el 20 de enero, incluso si no aceptaba la victoria de Joe Biden. “Por supuesto que lo haré, y lo sabes”, dijo.
Trump también ha puesto fin a su hábito de llevar reporteros para asistir a reuniones del gabinete o a encuentros con algún invitado. En las últimas semanas, la mayoría de días su agenda no marca compromisos oficiales.
El multimillonario republicano centra su comunicación en Twitter, donde habla directamente a sus 88 millones de seguidores.
Fue en un video colgado en esa red que anunció la noche del martes que no le gustaba el paquete de estímulo de 900,000 millones de dólares aprobado el día antes por el Congreso, luego de meses de negociaciones. Trump pedía más dinero para las familias.
No fue el único episodio de su frecuente enfrentamiento con los legisladores del Congreso. Poco antes de irse de vacaciones, el republicano vetó el presupuesto de Defensa aprobado también por una abrumadora mayoría de las dos cámaras del Capitolio.
También acude a Twitter para divulgar teorías, rechazadas por todos lados, incluso por los tribunales, según las cuales fue víctima de un fraude electoral masivo.
“Los demócratas vertieron cientos de miles de boletas en estados clave. Fue una elección amañada”, escribió el martes en mayúsculas.
Ley marcial
La realidad es que Biden ganó las elecciones. Además de los tribunales y la Corte Suprema, los estados estadounidenses han certificado el resultado. Y los representantes del Colegio Electoral se reunieron el 14 de diciembre para confirmar la victoria del demócrata.
El televangelista Pat Robertson, cuya influencia en el movimiento conservador cristiano sirvió a Trump en 2016, dijo que el presidente republicano fue sincero al negar su derrota.
“Realmente lo es”, dijo el lunes en su canal, Christian Broadcasting Network. “La gente dice que está mintiendo sobre esto o aquello. Pero no está mintiendo. Para él, es la verdad”.
“El presidente aún vive en una realidad alternativa”, agregó.
A pocos días de finalizar su presidencia, Trump parece estar solo en el ala oeste de la Casa Blanca. Abandonado por Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado y un formidable estratega parlamentario.
También se han apartado de él asesores respetados, como el exgobernador de Nueva Jersey Chris Christie, quien reconoce que Biden “ganó claramente” mientras deja abierta la puerta a postularse para la nominación presidencial republicana en 2024.
Asimismo le ha dejado Bill Barr, el secretario de Justicia, un sólido baluarte contra las investigaciones que le apuntan, y cuya renuncia se hace efectiva el viernes después de haber admitido que no hubo ningún fraude organizado en contra de Trump en las elecciones del 3 de noviembre.
Para llenar este vacío, un abigarrado grupo de personalidades, algunos seguidores de las teorías de la conspiración, ha entrado ahora en la Casa Blanca.
Uno de ellos es el exasesor de seguridad nacional Michael Flynn, recientemente indultado por Trump después de estar en el ojo de la investigación sobre la interferencia rusa en la campaña electoral de 2016.
Flynn dejó boquiabiertos a más de uno cuando puso sobre la mesa imponer la ley marcial para “rehacer la elección”.
Trump planea realizar un mitin el 4 de enero para apoyar a los candidatos republicanos de Georgia para el Senado. Y llama a sus seguidores a manifestarse el 6 de enero en Washington, cuando el Congreso se reúna para confirmar la victoria de Biden.
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