La cremación no es opción más usada con fallecidos por COVID-19, pese a recomendación oficial
Reportes de funerarias indican que la inhumación sigue siendo el modo más utilizado
Aunque las directrices oficiales sobre el manejo de cadáveres por COVID-19 en la República Dominicana indican que la disposición final del cuerpo será preferiblemente mediante la cremación, esta es la opción menos usada en el país, manteniéndose la tradicional inhumación como el mecanismo primario.
Al menos así lo reflejan las cifras dadas a Diario Libre USA por la Asociación de Empresas de Servicios Funerarios y Cementerios Privados de la República Dominicana (Asefuce), que agrupa a 15 compañías.
De 171 servicios reportados por 11 de sus asociados, a fallecidos por COVID-19 o con sospecha de tener el virus, apenas el 2 % fue para cremación y el resto para sepulturas de la forma tradicional en un cementerio público o privado.
Hasta el 29 de mayo, el Ministerio de Salud Pública reportaba 488 muertes por COVID-19. En las directrices oficiales se indica que cuando no se cuente con instalaciones para cremación en el territorio donde ocurrió el deceso, se practicará la inhumación en sepultura o bóveda.
La Asefuce reporta que entre sus miembros solo hay cuatro hornos crematorios.
Salud Pública también indica que el transporte, cremación o inhumación de fallecidos por el coronavirus se efectuará en el menor tiempo posible, con el fin de prevenir la exposición de los trabajadores y comunidad en general al virus, y se debe evitar la realización de rituales fúnebres que conlleven aglomeraciones de personas.
Honras fúnebres en el contexto del coronavirus
En marzo pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) indicó en un documento que, salvo en casos de las fiebres hemorrágicas (como el ébola o la fiebre hemorrágica de Marburgo) y del cólera, los cadáveres no suelen ser infecciosos.
La OMS observó que solo pueden serlo “los pulmones de los pacientes con gripe pandémica, si se manipulan de manera incorrecta durante una autopsia tras su fallecimiento”. “De otro modo, los cadáveres no transmiten enfermedades”, aseguró la entidad.
“Está muy extendida la creencia de que es preciso incinerar a las personas que han muerto de una enfermedad transmisible, pero eso no es cierto. La incineración es una cuestión de elección cultural y de disponibilidad de recursos”, dijo la OMS.
Con el tema cultural coincide la antropóloga social Tahira Vargas, quien entiende que la cremación es la opción menos usada en el país -tanto antes y durante la pandemia- porque la República Dominica es una sociedad muy religiosa.
“Toda esta celebración de la muerte está vinculada a las creencias mágico-religiosas, o sea una sociedad con un sincretismo religioso muy fuerte, donde hay una gran combinación sincrética de la religión católica con la religiosidad popular, que tiene origen afrocaribeño, entonces en esas creencias mágico-religiosas se entiende que debe enterrarse el cuerpo completo y debe ir a la tierra porque es parte de la tierra”, dice la antropóloga Vargas.
Cita que hay quienes consideran que el fallecido tiene que enterrarse, no solo en la tierra, sino con relación a los puntos cardinales, es decir, la cabeza debe dar siempre hacia el este y los pies hacia el oeste.
“Todo eso es parte de las creencias mágico-religiosas que existen en nuestro país y que son muy fuertes, y que están presentes en la cultura popular de una manera que se hace difícil que la gente acepte la cremación, porque la cremación la entiende como que se le está impidiendo al muerto llevar el proceso hacia el otro plano”, indica.
Apego a las cenizas después de la cremación
Hace 11 años que fueron cremados los restos mortales de su padre y en todo este tiempo Denny Meregildo guarda en su casa la pequeña caja marrón donde están las miles de partículas blanquesinas que le entregaron en la funeraria.
De sus cuatro hermanos, él era el más renuente a que cremaran a don Rafael. “Es que uno piensa que siente, o sea que, aunque esté muerto, siente el dolor”, dice.
Cuando hicieron los cálculos del costo de enterrar a su padre en Puerto Rico, donde falleció, o de traer el cadáver a la República Dominicana para sepultarlo en su pueblo, ganó la cremación.
El recuerda que, en ese entonces, enterrarlo en Puerto Rico les costaría unos US$5,000; repatriar el cadáver a la República Dominicana, unos US$10,000; y cremarlo US$850.
A los dos días de fallecer, el cadáver de su padre, de 73 años, fue cremado sin un funeral previo.
Para la fecha en que murió su padre, la cremación no era un servicio extendido en la República Dominicana y Meregildo conocía de ese proceso solo por lo que veía en las películas.
Con el paso del tiempo, el dominicano ha tenido más apertura a este tipo de opción exequial que encuentra más adeptos en la clase alta.
“El servicio de cremación es más utilizado por extranjeros o familias que han residido en otros países”, dice Giselle Mercedes, representante de la empresa Parque del Prado, una de las compañías que ofrece el servicio de cremación en el país.
“Para la disposición final de los cuerpos se prefiere la inhumación o enterramiento tradicional. No obstante, podemos afirmar que hemos ido aumentando las estadísticas de preferencias”, agregó Mercedes, sin ofrecer cifras.
Las compañías se reservan informar abiertamente los precios de sus servicios, pero coinciden en afirmar que el costo de la cremación no es tan distinto al de un servicio de inhumación.
Mercedes indica que en Parque del Prado este servicio es más demandado en el Distrito Nacional por familias mayormente de clase media y media alta.
La empresa también ofrece la cremación de mascotas. “Los dueños de mascotas ven en este servicio posibilidad de retorno de las cenizas de su incondicional amigo, ya sea para conservarlas en la urna en memoria o para esparcir las mismas en los lugares donde frecuentaba en vida con dicha mascota”, indica Mercedes.
Los dolientes tienen la opción de dejar las cenizas en los columbarios dispuestos para esos fines en los cementerios. Sin embargo, Mercedes comenta que es muy bajo el porcentaje de familias que deciden hacerlo, a pesar de que es el lugar más apropiado.
Hay quienes las trasladan fuera del país, las colocan durante un tiempo en su residencia o las esparcen conforme a los lugares frecuentados de la persona en vida. “Todo dependerá de la situación emocional actual de las familias”, apunta.
Meregildo es de ese grupo que todavía tiene un apego emocional hacia las cenizas de su pariente. Confiesa que hay ocasiones en que las saca de la habitación donde las tiene guardadas y se sienta a recordar cómo fue su vida junto a su padre. No descarta la posibilidad de un día esparcirlas en la tierra de Pimentel, el pueblo donde nació don Rafael.
“Nosotros los dominicanos, por la cultura que tenemos, somos muy apegados a los muertos. En mi caso, al principio yo estaba un poco renuente, pero no lo quería demostrar porque ya era un asunto de dinero”, comenta Meregildo, quien a sus 48 años prefiere que, cuando muera, su cadáver sea inhumado no cremado.
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