El secretario de Estado nominado por Biden promete un EEUU en “primera línea”
Estados Unidos regresa a la “primera línea” mundial, pero ahora contará con sus aliados para “ganar la competencia con China” y contrarrestar a sus otros adversarios. El secretario de Estado nominado por Joe Biden prometió el martes romper con la diplomacia unilateralista y soberanista de Donald Trump.
“Podemos revitalizar nuestras alianzas fundamentales”, dirá el martes Antony Blinken durante su audiencia ante el Senado, según el texto difundido por su equipo. “Juntos, estamos en una posición mucho mejor para contrarrestar las amenazas planteadas por Rusia, Irán y Corea del Norte y defender la democracia y los derechos humanos”.
Las palabras de Blinken van en concordancia con el mensaje repetido por el presidente electo de pasar la página de la administración Trump, que durante cuatro años ha desplazado a sus aliados históricos, ha coqueteado con autócratas, ha roto acuerdos internacionales y despreciado los organismos multilaterales.
Para ello, Biden volverá a meter a Estados Unidos en el acuerdo climático de París. También ha seleccionado diplomáticos experimentados que formaron parte de la administración de Barack Obama, un equipo pensado par volver a una política exterior más tradicional.
“Liderazgo estadounidense”
A la cabeza de estos diplomáticos estará Blinken, un intervencionista que tendrá que lidiar con un país que quiere dejar de mirar hacia fuera.
“El liderazgo estadounidense sigue contando”, dirá el secretario de Estado nominado por Biden en la tarde ante los senadores, quienes decidirán en los próximos días si obtiene el cargo.
Blinken prometerá un regreso de Estados Unidos a la “primera línea”, pero de forma colectiva, porque “ninguno de los grandes desafíos” del momento “puede ser resuelto por un país actuando solo”.
“Guiados por estos principios, podemos superar la crisis del covid, el mayor desafío compartido desde la Segunda Guerra Mundial”.
“Podemos ganar la competencia con China”, dirá también. Biden, descrito como “débil” por muchos republicanos, se ha comprometido a ser “duro con China”.
¿Dará pie esa firmeza a una nueva Guerra Fría como la que parecía acercarse bajo el liderazgo de Mike Pompeo, secretario de Estado de Donald Trump, o a una competencia estratégica clara pero más pacífica, como quieren los europeos?
La respuesta a esta pregunta determinará “el éxito o el fracaso de la política exterior estadounidense”, aseguró antes de las elecciones de noviembre el exdiplomático Bill Burns, nominado por Biden para jefe de la CIA.
El dúo Biden-Blinken encara varias fechas límite inminentes que pondrán a prueba su firmeza y capacidad de diálogo.
La primera será con Moscú, su antiguo rival, con los que tienen hasta el 5 de febrero para extender el tratado clave de desarme nuclear New Start.
La administración Biden, que quiere dejar atrás la política de Trump de acercamiento al presidente ruso, Vladimir Putin, tendrá que encontrar la manera de negociar con la presión del calendario.
“Mundo posestadounidense”
Aún más crítico será el tema iraní. Biden ha prometido volver al acuerdo internacional para evitar que Teherán adquiera la bomba atómica, firmado en 2015 bajo la administración Obama de la que era vicepresidente, y luego abandonado unilateralmente por Trump.
La nueva administración tendrá que levantar las sanciones que los republicanos han endurecido hasta el final de su mandato. Asimismo tendrá que asegurarse de que Teherán vuelve a cumplir las restricciones nucleares impuestas en el acuerdo que fue soslayando una vez Trump dejó el pacto.
El demócrata también tendrá que demostrar a una clase política estadounidense escéptica que mostrará firmeza ante las acciones de Irán en Oriente Medio.
El papel de Blinken, su fiel consejero de 58 años, será aún más crucial ya que el comienzo del mandato de Biden estará monopolizado por crisis internas, como la pandemia, la recesión económica y las injusticias raciales.
La era Trump ha dañado la imagen de Estados Unidos, sobre todo en las últimas semanas con los ataques republicanos a las instituciones democráticas al negar su derrota y, sobre todo, tras el asalto al Capitolio por parte de una turba jaleada por el presidente.
“Pasará mucho tiempo antes de que podamos defender de manera creíble el Estado de derecho” en el extranjero, dijo el exdiplomático Richard Haass tras la toma del Congreso.
Ese 6 de enero marcó, según él, el inicio de un “mundo posestadounidense, que ya no se caracteriza por la primacía de Estados Unidos”.
Pero para Thomas Wright, del grupo de expertos Brookings Institution, reparar la democracia en Estados Unidos “no es incompatible con defender la democracia en otros lugares”. “Los dos van de la mano”, argumentó en la revista The Atlantic, destacando que el trumpismo no es un fenómeno exclusivamente estadounidense.
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