Para muchos inversionistas e intelectuales que salen de China, Japón es mucho más atractivo que EEUU
Intelectuales y millonarios desafiando el régimen de Xi Jinping
Uno a uno, estudiantes y abogados ocupan un aula dentro una universidad en el centro de Tokio para asistir a la conferencia de periodista chino sobre Taiwán y la democracia, temas tabú que no pueden debatirse públicamente en China.
“La democracia moderna de Taiwán supuso lucha y derramamiento de sangre, de eso no hay duda”, afirmó Jia Jia, columnista y profesor invitado en la Universidad de Tokio, quien estuvo detenido brevemente en China hace ocho años bajo sospecha de haber escrito un llamado para la dimisión del máximo dirigente chino.
Jia es uno de decenas de miles de intelectuales, inversionistas y otros chinos que se han mudado a Japón en los últimos años, parte de un éxodo más amplio de personas que han salido de China.
Estas personas tienen orígenes muy variados y deciden irse por todo tipo de razones. Algunos son muy pobres, otros son muy ricos. Algunos se marchan por motivos económicos, a medida que las oportunidades se agotan con el fin de la bonanza china. Algunos huyen por motivos personales, en momentos en que incluso las limitadas libertades se están erosionando.
Los migrantes chinos llegan a todos los rincones del mundo, desde trabajadores que buscan crear sus propias empresas en México hasta estudiantes agotados que se dirigen a Tailandia. Los que eligen Japón suelen ser personas acomodadas o con un alto nivel educativo, atraídas por la facilidad de vida, la riqueza cultural y las políticas de inmigración del país, las cuales favorecen a los profesionales altamente cualificados, con una menor resistencia a la inmigración en comparación con lo que a veces se observa en los países occidentales.
En un principio, Jia tenía la intención de mudarse a Estados Unidos, no a Japón. Pero después de vivir el brote de coronavirus en China, tenía prisa por marcharse y su solicitud de visa estadounidense se había estancado. Así que optó por Japón.
“En Estados Unidos, la inmigración ilegal es particularmente polémica. Cuando fui a Japón, me sorprendió un poco. Descubrí que su política de inmigración es en realidad más relajada de lo que pensaba”, dijo Jia a The Associated Press. “Descubrí que Japón es mejor que Estados Unidos”.
Hoy en día es difícil entrar a Estados Unidos. Decenas de miles de chinos fueron detenidos en la frontera entre Estados Unidos y México el año pasado, y los estudiantes chinos han sido interrogados en las aduanas a medida que las fricciones comerciales avivan las sospechas de un posible espionaje industrial. Algunos estados de Estados Unidos aprobaron leyes que restringen a los ciudadanos chinos de adquirir ciertas propiedades.
“Estados Unidos está dejando fuera a aquellos chinos que le son más afines, que más comparten sus valores”, afirmó Li Jinxing, abogado cristiano de derechos humanos que se trasladó a Japón en 2022.
Li ve paralelismos con lo que sucedía hace un siglo, cuando intelectuales chinos como Sun Yat-sen, padre fundador de la China moderna, se trasladaron a Japón para estudiar cómo el país se modernizaba tan rápidamente.
“Por un lado, esperamos encontrar inspiración y orientación en la historia”, afirmó Li refiriéndose a sí mismo y a otros chinos de ideas similares que viven en Japón. “Por otro lado, también queremos observar cómo es un país democrático con un Estado de derecho. Estamos estudiando a Japón. Cómo funciona su economía, su gobierno".
Impulsado por las bajas tasas de natalidad y el envejecimiento de la población, Japón ha suavizado en la última década su otrora rígida postura contra la inmigración. Los extranjeros representan ahora alrededor del 2 % de sus 125 millones de habitantes. Según el Instituto Nacional de Investigación sobre Población y Seguridad Social, con sede en Tokio, se espera que esa cifra aumente hasta alcanzar el 12 % en 2070.
Los chinos representan la mayor cantidad entre los inmigrantes recién llegados: el año pasado sumaron 822,000 entre los más de 3 millones de extranjeros que viven en Japón, según datos del gobierno. El año previo la cifra fue de 762,000, y 649,000 hace una década.
En 2022, las políticas de “cero-COVID” en China llevaron a muchos de los jóvenes o ciudadanos más acomodados del país a marcharse. Incluso hay una palabra de uso común para eso: “runxue”, que utiliza la palabra en inglés “run” para evocar la “huida” hacia lugares considerados más seguros y prósperos.
Para intelectuales como Li y Jia, Japón a menudo ofrece mayores libertades que el régimen cada vez más represivo del mandatario chino Xi Jinping. Pero para otros, como los inversionistas y empresarios ricos, Japón ofrece algo más: protecciones a la propiedad.
Según un informe de la empresa de inversiones Henley & Partners, casi 14000 millonarios salieron de China el año pasado, el mayor número entre todos los países del mundo, siendo Japón uno de los destinos más populares. Uno de los principales motivos es la preocupación por la seguridad de su patrimonio en China o Hong Kong, explicó Q. Edward Wang, catedrático de Estudios Asiáticos de la Universidad Rowan en Glassboro, Nueva Jersey,
“La protección de la propiedad privada, que es la piedra angular de una sociedad capitalista, no existe en China”, señaló Wang.
La depreciación del yen hace que comprar propiedades y otros bienes en Japón sea una ganga.
Y mientras la economía japonesa se ha estancado, la antaño pujante economía china también está en un bache. El sector inmobiliario está en crisis y los precios de las acciones se desplomaron al nivel que tenían a finales de la década de 2000.
“Si sólo vas a Japón para conservar tu dinero”, dijo Wang, “entonces sin duda disfrutarás de tu estancia en Japón”.
Los empresarios del sector digital se encuentran entre los que están saliendo de China tras las enérgicas medidas del Partido Comunista contra la industria tecnológica. Entre ellos se encuentra el multimillonario Jack Ma, fundador del gigante del comercio electrónico Alibaba, quien aceptó un puesto catedrático en el Tokyo College, parte de la prestigiosa Universidad de Tokio.
Son tantos los chinos acaudalados que han adquirido apartamentos en los lujosos rascacielos de Tokio, que algunas zonas han sido bautizadas como “Chinatowns” o “Digital Chinatowns”, un guiño al trabajo de muchos de sus propietarios en industrias de alta tecnología.
“La vida en Japón es buena”, dijo Guo Yu, un ingeniero que se jubiló anticipadamente después de trabajar en ByteDance, la empresa matriz de TikTok.
A Guo no le preocupa la política. Le encantan los inviernos nevados de Japón y es un “súper fan” de sus hermosas aguas termales. Tiene casas en Tokio, cerca de una estación de esquí y cerca de un balneario. Posee varios coches, entre ellos un Porsche, un Mercedes, un Tesla y un Toyota.
En Tokio, Guo se mantiene ocupado con una nueva empresa de redes sociales y una agencia de viajes especializada en “onsen”, las aguas termales de Japón. La mayoría de sus empleados son chinos.
Al igual que Guo, muchos chinos que se mudan a Japón son ricos y tienen estudios. Y no es para menos: Japón sigue siendo poco acogedor para los refugiados y muchos otros tipos de extranjeros. El gobierno ha sido estratégico a la hora de decidir a quién le permite quedarse, enfocándose generalmente en personas que cubran la escasez de mano de obra en las fábricas, la construcción y el cuidado de ancianos.
“Es crucial que Japón se convierta en un país atractivo para los talentos extranjeros, de modo que elijan trabajar aquí”, declaró a principios de año el primer ministro japonés, Fumio Kishida, al anunciar los esfuerzos para relajar las severas restricciones a la inmigración en Japón.
Ese tipo de oportunidad es exactamente lo que el bailarín de ballet chino Du Hai dice haber encontrado. Al frente de una clase de una docena de estudiantes japonesas en un estudio de los suburbios de Tokio un fin de semana reciente, Du mostraba posiciones y giros a mujeres vestidas con leotardos y zapatillas de punta.
Du se sintió atraído por la enorme escena del ballet en Japón, repleto de compañías profesionales y talentosos bailarines, pero le preocupaban las advertencias que recibió sobre la hostilidad de los japoneses.
Resultó ser falso, comentó riendo. Ahora, Du sopesa la posibilidad de obtener la nacionalidad japonesa.
“Por supuesto, ahora disfruto mucho de vivir en Japón”, dijo.
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