Entre tristeza y rabia, los moscovitas se despiden de McDonald's
McDonald's y Starbucks se despiden de Rusia
Los moscovitas se despedían este miércoles de marcas como McDonald's y Starbucks, símbolos de la apertura de Rusia a Occidente que decidieron suspender sus actividades debido al conflicto en Ucrania.
A Lena Sidorova, una estudiante de danza de 18 años, le gustaba acudir al emblemático McDonald's de la plaza Pushkin, el primer lugar de comida rápida estadounidense que abrió sus puertas en Rusia a final de 1990, en plena efervescencia bajo la perestroika.
"No muy a menudo, pero sí una vez al mes, para no romper la dieta con demasiada frecuencia", sonríe Lena, antes de decir que se sintió "triste" al enterarse del cierre de su "paraíso de la mala comida".
"Espero que sea una medida temporal", agrega la joven, para quien las sanciones "no son culpa de Rusia, sino de Occidente".
McDonald's, que tiene 850 locales en Rusia, es el lugar preferido de otros dos moscovitas, Stepan Grountov y Stanislav Logvinov, dos estudiantes de una universidad de transportes.
"Es verdaderamente triste, pero ¿cuál es la relación entre McDonald's (y el conflicto en Ucrania)?", se pregunta Stepan, un bielorruso de 17 años.
Para él, el cierre de este lugar donde "todo el mundo va como a una fiesta" es "una tragedia".
"El Donbás sí vale un McDonald's"
"Pero la verdadera tragedia es la que ocurre actualmente en Ucrania, donde se enfrentan dos pueblos hermanos", agrega el joven.
El estudiante sueña con el día en que "los cohetes dejen de llover sobre las ciudades" y "se encuentre un compromiso".
"Las vidas que se salvan en el Donbás son mucho más importantes que comer bien", dice su compañero Stanislav, de 18 años.
"¡Que cierren si quieren!", reacciona Nikolai Kopylov, de 42 años, que sale del restaurante con un Big Mac en la mano. "El Donbás sí vale un Mcdonald's", añade.
"No puedes retener a un invitado en casa si quiere irse", dice Ilia Borodinov, de 34 años, que suele ir a McDonald's con su hija de 7 años.
Lo mismo ocurre con los clientes habituales de otra cadena estadounidense, Starbucks, que también anunció el cierre temporal de sus 130 cafeterías rusas.
Svetlana Issaieva, gerente de 42 años, toma su café preferido en un Starbucks al lado del Kremlin antes de empezar su clase de deporte.
"Me gusta su café que me recuerda siempre mis años de trabajo en Estados Unidos" hace veinte años, cuenta.
Al lado, Aliona, de 23 años, trabaja en su computadora. Refugiada del Donbás, llegó a trabajar a Moscú hace 18 meses y dice estar "conmocionada" por la decisión de las grandes marcas occidentales de cerrar sus puertas en Rusia.
"Occidente siempre ha marcado la diferencia entre el gobierno y el pueblo", señala.
"Pero aquí están castigando precisamente a ese 20% de la población, a esa famosa clase media tradicionalmente considerada prooccidental", dice esta joven que prefiere no dar su apellido.
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