José Luis Perales: America Latina me abrió tanto las puertas que olvidó cerrarlas

José Luís Perales en una entrevista con la agencia Efe en un céntrico hotel de Buenos Aires (Argentina). (EFE/David Fernández)

BUENOS AIRES. Al preguntarle que “cómo es él”, José Luis Perales no titubea. Más que un cantante, se define como un “contante de historias” cuya música, vocación y coherencia han hecho “milagros” en su conexión con el público de su España natal y de una Latinoamérica que le abrió tanto las puertas “que olvidó cerrarlas”.

Porque los más de 40 años de carrera del autor de “Un velero llamado libertad” (1980), “Y cómo es el” (1982) y “Por qué te vas”

(1974), interpretada por Jeanette y la más versionada y rentable de su carrera, han dado para mucho.

“La gente me conoce por esas canciones...y si me aceptan así pues ¿qué bien no? No tengo que fingir nada. La gente comulga mucho con las letras, las historias que les cuento, que son las de todos a fin de cuentas”, cuenta Perales (Castejón, Cuenca, 1945) a Efe en Buenos Aires, donde presenta hoy en concierto su último disco, “Calma”.

Y es que Argentina no es cualquier lugar para el compositor de algunos de los más grandes éxitos de Isabel Pantoja, Rocío Jurado, Mocedades, Miguel Bosé o José Feliciano. Entre otros tantos recuerdos, este fue el primer país que visitó para recoger, en 1974, el primer disco de oro de su historia, por su debut, “Celos de mi guitarra”, en tiempos en los que decidió dar un golpe de timón en su vida.

“El disco sonaba por la radio y yo seguía trabajando en mi tablero de dibujo en una empresa del Instituto Nacional de Industria (en Madrid). Cuando quería ir a alguna entrevista yo decía que iba al médico y el jefe me dejaba ir. Hasta que un día me descubrió”, recuerda Perales sobre la época en la que cambió su faceta de delineante por la música.

El pasado 1 de octubre inició su enésima gira americana. La primera parada fue Asunción y tres días después recaló en Argentina para recorrer varias de sus ciudades más importantes, a las que siguió Montevideo; mientras que en las próximas semanas llegará a Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Estados Unidos -Nueva York y Miami-, antes de volver a España.

“Latinoamérica me abrió las puertas tanto tanto que ya se olvidó de cerrármelas. Cada vez que vengo me quieren más, es increíble”, asevera el cantante, quien reconoce que en “la forma de exteriorizar”, en lo que siente y en los aplausos, el público de esa parte del mundo sí es más pasional que el de su país, donde recalca que también se siente muy querido.

No obstante, esta vez, además de presentar las nuevas canciones que incluye su último disco -producido por primera vez por su hijo Pablo-, la novedad recala en que el Perales compositor de canciones ha ido más allá: el resultado no es otro que la publicación en 2015 de su primera novela, “La melodía del tiempo” (Plaza & Janes).

Cuenta que la idea surgió en Montevideo, poco antes de subirse al escenario y mientras trataba de calmar en el hotel sus hasta aún hoy inevitables nervios.

“Se me ocurrió asomarme por la ventana y narrar la gente que pasaba. Era la narrativa que exige una canción pero en ese caso se prolongó durante unos cuantos folios hasta que me tuve que ir al teatro a cantar”, recuerda, para agregar que el siguiente paso fue hacer una página web con sus textos y finalmente... el libro.

Preguntado por los ingredientes de su dilatado éxito y el de otros artistas de su generación como Raphael, Camilo Sesto y Julio Iglesias, el compositor de “América” (1991) lo tiene claro.

“Tuvieron vocación de artistas, una gran voluntad de trabajo y paciencia por parte no solo de ellos solos sino de las compañías de discos, que consiguieron hacer historia con las canciones en aquella época”, subraya.

Según su experiencia, las discográficas de entonces se gastaban fortunas en hacer los discos para que fueran “estupendos todos”, en tiempos en los que no existía ni internet ni la piratería y se vendían multitud de copias.

“Esa generación de (Joan Manuel) Serrat, Miguel Ríos, Victor Manuel.... aquella gente de entonces la verdad es que estamos todavía y somos capaces de hacer una canción con un lenguaje de ahora y que guste no solamente a los mayores, sino que de repente los ‘indie’ hacen versiones de nuestras canciones y las alaban un montón”, afirma.

Precisamente su canción “Te quiero” fue recientemente versionada por los españoles Elefantes, junto con Love of Lesbian y Sidonie.

“Mi música es muy cotidiana, muy coloquial, es la historia de cada uno de nosotros casi siempre. Yo siempre digo que soy un contante de historias, no un cantante, y la gente me quiere así”, desvela quien cree que la “música, vocación y coherencia” han hecho “milagros” en su conexión con el público.

Asimismo, en contraste con la cantidad de artistas que evitan decir cuál es su canción preferida, José Luis no lo duda ni una sola vez.

“Que canten los niños” (1986), fruto de su colaboración con Aldeas Infantiles SOS, es para él su mejor creación.

“La que valoro más de todo lo que he hecho, por solidaria, de ayuda. De la que más satisfecho estoy de todas. Los niños siguen recibiendo derechos de autor después de muchos años de esa canción.

Fue un himno en todo el mundo y esa es mi mejor canción, a la que más cariño le tengo”, asevera.

No obstante, Perales es abuelo, y si en su anterior álbum “Calle Soledad” (2012) su nieta Manuela tenía su propio tema dedicado, en el último disco ha sido el turno de Guillermo, de 5 años.

“Siempre pregunta si el abuelo ha cantado su canción”, recuerda riendo.

Poco amigo del teléfono móvil, que apenas usa cuando se va al campo para estar localizado y que no se preocupe su mujer, Manuela, el septuagenario músico asume que el día en que las filas primeras y segundas del teatro “estén vacías” dirá: “me voy ya”.

“Algún día dejaré de interesar, lógicamente. Y ese día es el momento de irme, sin más”, sentencia, sabedor de que de momento no ha llegado ese capítulo, ya que sus seguidores siguen al pie del cañón.

“Me voy a hacer centenario a estas alturas”, concluye con su entrañable gesto, vestido por una contagiosa sonrisa de oreja a oreja.