El Jardinero, un homenaje a la música haitiana
Wilfrido Vargas escribe especialmente para DL sobre el que quizás sea su trabajo más emblemático
BOGOTÁ, COLOMBIA. Como cada cabeza es un universo, en el mío sucede algo cuando suena una melodía haitiana. Esa música produce algo raro en la substancia de mi espíritu. Algo eléctrico en mis emociones se altera. Es una sensación tan extraña como hermosa. Algo tan misterioso como alucinante. Es como entrar en un estado de trance que me hace ver el reino de los cielos.
¿Exagerado? Tengo derecho a expresarme como quien está desvariando y siento que eso me hace bien. Se lo he dicho al sicólogo como si se tratara de una patología: “Escuchar a Tabú Combo o a la agrupación DP Express es la medicación más poderosa contra la ansiedad y la depresión. La música haitiana ME EMBRUJA”. Esas son las dos agrupaciones responsables de que yo tomara el gusto por la música haitiana de una manera demencial.
Tabú Combo es una banda haitiana fundada en 1968 en Pétionville, un suburbio de Puerto Príncipe. Ha actuado en todo el mundo: América del Norte, América del Sur, Europa, África, Asia, y especialmente en el Caribe. Se refieren a sí mismos como “los embajadores del konpa.”
El konpa dirèk es un género musical de Haití. Algunos autores consideran que el konpa es una evolución del meringue o merengue. D.P Express es otra de las agrupaciones más importantes de todos los tiempos. Son una nueva generación de este género.
Un día me propuse un reto: tomar dos canciones de ambos grupos para fabricar una obra. Así como cuando mi mamá tomaba una agujeta con hilo y lograba hacer cosas increíblemente creativas. O, como un árbol de navidad lleno de colores, cristales, flores y todo tipo de cosas pintorescas. Una obra de fantasía, la cual titulé: “El Jardinero”, una especie de homenaje a estos dos grupos.
Esta canción, en su primera parte es una transcripción exacta de una composición de DP Express. La introducción del teclado, los arreglos, la melodía... todo igual. Para componer las letras puse a Trivedi Dacy, mi secretaria de entonces, a buscar en un diccionario todos los nombres de flores posibles. Extraje los que me parecieron más coloridos y se ajustaban fonéticamente a lo que estaba produciendo, no traduciendo. Aclaro esto, porque lo que dice El Jardinero no tiene nada que ver con lo que dice ninguna de las canciones originales, pues yo no sé creole, por tanto no entiendo de qué hablan.
Y luego, como un avión buscando pista, empecé a dar vueltas con justificaciones melódicas y líricas; coros y elementos que nada tienen que ver con ninguna de las dos obras haitianas. Solo pretextos para empalmar una cosa con la otra. De manera que, estas dos obras pasaron a ser nada más que piezas sueltas para el juguete que empezaba a fabricar.
Para el rap en español busqué al mejor hombre para eso: El Súper Frank. Un locutor famoso que le enseñó a República Dominicana que había una corriente llamada rap. Él es un genio, un creativo inigualable, que logra conectar con el público, con un lenguaje juvenil, agradable, efectivo, rápido y fresco.
Hizo un trabajo tan atractivo y comercial que todo el mundo se dio a la tarea de aprenderse ese rap interpretado por Eddy Herrera. El público competía en tarima a ver quién tenía la osadía de hacerlo de manera fiel. Luego llegó el segundo puente para entrar al rap en inglés, también interpretado por Eddy, pero que nadie se atrevía a imitarlo por su nivel de complejidad. Quien osaba interpretarlo era consciente de que iba a hacer el ridículo o a decir disparatadas para que la gente se riera. Pero, independientemente de que lo hiciera mal o bien, si se atrevía se robaba el show de la noche.
Con el personal de entonces era posible hacer este tipo de laboratorio. Para hacer todas esas travesuras también tenía otro as bajo la manga. Ese “as” no era nada más ni nada menos que Jorge Gómez. Lo conocí en septiembre de 1983, en un concierto que ofreció en La Glorieta Buenos Aires, en la ciudad de Puerto Cortez, en Honduras.
Desde un lugar lejano del escenario, alcancé a escuchar una voz que sonaba femenina. Capturó tanto mi atención que dejé con la palabra en la boca a los que estaban conmigo y como un loco fui corriendo, por el centro de la multitud, a ver de cerca a esa muchacha que cantaba como los dioses. Según me fui acercando, se me iba poniendo la piel de gallina al percatarme que la muchacha tenía bigotes. Luego descubrí que era otro fenómeno. Algo fuera de este mundo. Alguien capaz de dominar un falsete con tanta perfección que era imposible diferenciarlo de una cantante soprano. Lo felicité y le pedí que me contara su vida.
Para no alargar más el cuento, solo digamos que le ofrecí que formara parte de mi orquesta. Como en mi orquesta se viaja tanto, no podía estar sin visa americana. Así que me lo llevé a Tegucigalpa, con toda su familia, a la Embajada de Estados Unidos y en dos días les saqué la visa a todos. Después los embarqué en un avión rumbo a República Dominicana.
Estando en Santo Domingo le asigné una tarea no menos compleja que la que le puse a Eddy, (la cual les conté en el pasado artículo: No hay magia para el éxito). No consistía en el rap, sino en darle luz verde para que en el desarrollo de la melodía, hiciera las alteraciones necesarias con tal de que me exhibiera de manera contundente el falsete.
No pretendo darles clases sobre la parte estilística del canto, por lo cual dejaré lo técnico a un lado. Sin embargo, es necesario que explique en qué consiste el falsete, para que puedan comprender su complejidad.
El falsete es un recurso que se utiliza cuando la voz de pecho, o voz normal, alcanza su último agudo. El cantante entonces recurre a esta técnica para seguir subiendo, pero de manera falsa. Es fácil de notar el cambio, porque es como cruzar de una frontera a otra.
Sin embargo, en el caso de Jorge este cambio no es notorio. Él educó su voz de manera que, no se sabe cuándo terminó su voz natural e hizo uso del falsete. Produce la ilusión de una voz mixta. Esto resultaba inentendible porque para cuándo se produjo El Jardinero ningún cantante conocido había hecho uso de este recurso, por lo que no fue fácil asimilar.
Aproveché esa habilidad de Jorge Gómez y le di un casete con la voz de Miriam Cruz como guía. Le dije: “Toma, apréndete eso y haz lo que tú quieras”.
Inmediatamente después que la producción salió al aire, comenzó la controversia. Respecto a Jorge Gómez la gente decía: “¡Pero, qué es eso! ¿Quién es esa cantante que canta tan bello y sube tanto?”. Mientras que de Eddy Herrera se preguntaban: “¿Y quién es ese que habla con tanto ritmo?”, queriendo referirse al rap, pues esta tendencia no era muy conocida para entonces. Luego de que terminaba la parte en español y seguía la versión en inglés, entonces la gente se alarmaba más y decía: “¡Pero y qué vaina es esta, ahora está haciendo lo mismo pero en inglés!
El trabajo demoró en digerirse justamente porque la gente no sabía qué estaba pasando. Era demasiada información para una obra de cuatro minutos. La gente se quedaba en el limbo con ese experimento que se le adelantó al reguetón. Cuando al fin se logró asimilar esta producción, duró 12 semanas consecutivas en los primeros lugares de preferencia y se convirtió en el tema de Navidad de toda Latinoamérica.
El jardinero es un fenómeno anormal, y no porque lo diga yo, sino porque científicamente hay estudios que supuestamente determinan los parámetros que debe tener un hit.
Algunos de ustedes quizás hayan leído sobre estudios que se han realizado para lograr establecer qué es lo que hace que una canción se transforme en un hit. Los parámetros que se toman en cuenta son: año, estructura, métrica, tempo, repetición, duración, tonalidad y armonía, además de factores culturales. “Si se siguiesen dichos patrones en la construcción/producción de una canción popular es altamente probable que dicha canción, al menos en lo que a la producción musical respecta, esté bien encaminada para ser el próximo hit”, concluye Nicolás Espinosa, egresado de la Escuela de Música y Tecnología de la Universidad del Pacífico.
Pero, El Jardinero no tomó en cuenta nada de eso. Al contrario, este trabajo es más bien un rompe cabezas que desafió todos esos parámetros y se impuso como un éxito mundial.
Y así fue que logré cumplir el sueño de utilizar mis dos grupos haitianos favoritos, dar rienda suelta a mi obsesión por su música y, como un niño caprichoso, construir mi propia fantasía.