Cerón, Haydn y Schubert: fórmula perfecta para la tercera noche de la Temporada Sinfónica 2024
La velada cuenta con dos invitados de origen valenciano: el director musical Enrique Parreño y el trompetista Vicente Campos
En este tercer concierto de la Temporada Sinfónica 2024 tendremos como director invitado al valenciano Enric o Enrique Parreño, invitado frecuente a las temporadas, con la Orquesta Dominicana de Vientos.
Es director del conservatorio de Alaquàs (Valencia), comparte la docencia con la dirección de orquesta, suele ser invitado frecuente de numerosas orquestas en España y alrededor del mundo, y se le considera uno de los directores de orquesta valencianos más destacados de su generación.
Y como solista nos visita otro valenciano, el afamado trompetista Vicente Campos, solista y profesor del Conservatorio de Valencia.
Esta noche iniciamos con una obra dominicana con el auspicio del Ministerio de Cultura, la Dirección General de Bellas Artes, Fundación Sinfonía y el Teatro Nacional Eduardo Brito.
"A la caída de la tarde" (preludio en modo mixolidio), de José Dolores Cerón (1897-1869)
Pianista, compositor, profesor y director de orquesta. Como compositor, el Maestro Cerón nos ha legado obras de enorme valor musical, poemas sinfónicos, suites, dos sinfonías y varias criollas.
A la caída de la tarde" es una de las obras más interesantes de Cerón; de marcado corte impresionista, se ejecuta con frecuencia en conciertos. La música nos lleva a la nostalgia que nos suele envolver al observar un ocaso y corresponde al primer número de su suite “Tres preludios para orquesta”.
La suite completa fue estrenada el 17 de agosto de 1943 por la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Enrique Casal Chapi, su primer director.
De la obra dominicana pasamos al concierto para trompeta de Haydn, con Vicente Campos como solista.
Concierto para trompeta y orquesta en mi bemol mayor, de Franz Joseph Haydn (1732-1809)
Durante su vida, Haydn escribió música alegre. Si las cosas no van bien y quieres escuchar una sinfonía, corta y razonable que te despeje y te distraiga, opta por Haydn. Sobre su música decía: "Dios me ha dado un corazón alegre, y me perdonará por servirlo con alegría”.
Haydn era un hombre solitario, pero su espíritu y su música estaban impregnadas de alegría. Su contribución a la composición de la música clásica y a su continuo desarrollo fue inconmensurable. Se le considera el padre de la sinfonía, escribió 104.
En el campo de los conciertos, sus obras más populares incluyen uno para trompeta en mi bemol y conciertos para violonchelo y otros instrumentos. Su catálogo es gigantesco.
Resulta irónico que el más popular de los conciertos para trompeta haya sido escrito para un tipo de instrumento que se volvió prácticamente obsoleto treinta años después de su invención.
Haydn compuso este concierto por encargo del trompetista de la corte vienesa Anton Weldinger, que había experimentado en 1790 con una especie de trompeta con teclas que se tocaban cromáticamente.
Haydn era el compositor más importante de Europa y Weldinger tuvo la suerte de poder demostrar su nuevo instrumento con una pieza excepcional.
El concierto de trompeta de Haydn es la única composición significativa en medio siglos de experimentos en la tecnología de las trompetas. Fue escrito para un instrumento que nunca llegó a ser realmente popular y por esa razón el concierto fue descuidado durante más de un siglo.
Las trompetas de válvula no se convirtieron en estándar en las orquestas hasta aproximadamente 1840. El Concierto de Haydn quedó olvidado hasta el siglo XX, ganando un lugar en el repertorio de conciertos en la década de 1930. En cada uno de sus tres movimientos, el concierto es realmente una belleza.
Luego del intermedio, entramos al plato fuerte de la noche:
Sinfonía en Do mayor, número 944 (La grande), de Franz Peter Schubert (1797-1828)
Schubert, nacido en Viena, fue el primero de los músicos plenamente románticos. La Sinfonía en Do mayor, número 944 fue escrita en el verano de 1825 y revisada en 1828, siendo la última sinfonía completa que dejó el compositor.
Fue presentada a la Gesellschaft der Musikfreunde (Sociedad de Amigos de la Música) de Viena en octubre de 1826.
Tras su muerte, esta sinfonía vivió un viaje insospechado pero exitoso. En 1838, diez años después de su muerte, Robert Schumann, compositor alemán y admirador de Schubert, viajó a Viena, visitó su tumba y se entrevistó con su hermano Ferdinand.
En la casa de este descubrió la Sinfonía en Do mayor en medio de una inmensa montaña de manuscritos y papeles desordenados. Schumann regresó a Alemania y la entregó al violinista y director de orquesta Felix Mendelssohn, quien dirigió el estreno en la Gewandhaus, en Leipzig, el 21 de marzo de 1839.
Un año más tarde, Schumann publicó en la revista musical Neue Zeitschrift für Musik un célebre artículo dedicado a esta sinfonía con una curiosa afirmación sobre la pieza: ‘Und diese himmlische Länge der Symphonie, wie ein dicker Romano in vier Bänden' (‘Esta longitud celestial de la sinfonía es como una gruesa novela en cuatro tomos’).
El término ‘Roman’ (novela) con el que Schumann calificó la sinfonía tuvo un enorme impacto posterior, pues precisamente ‘Romanticismo’ deriva de él.
La sinfonía está dividida en cuatro emblemáticos movimientos, presenta temas de carácter místico a través de combinaciones de cornos y cuerdas, drama, frases rítmicas y la promesa de un final solemne repleto de energía.
Para mí una sinfonía de ensueño que me transporta a otros tiempos y lugares, lejos de este mundo profano, a un mundo sublime.
Quizás Schubert, agobiado en sus últimos años bajo el presentimiento de una muerte cercana y temprana, quiso realizar un esfuerzo supremo y crear la gran sinfonía romántica, en todos los sentidos grande, que coronara su labor.
El compositor explicaba su trabajo con la siguiente frase: “Mi música es el producto de mi ingenio y mi miseria”.
Tenemos una obra dominicana, un concierto encantador y una sinfonía grandiosa, director y solista: la fórmula perfecta para una gran noche. Nos vemos el jueves. No falten.
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