Primer informe sobre el uso del vocablo un penco de...
Siempre he sacado provecho profesional al habla de los políticos. En eso me he comportado como un impertérrito parásito .Ellos hablan y yo llevo anotaciones para mis fines.
El habla popular en el discurso político fue el tema de mi discurso de ingreso a la Academia Dominicana de la Lengua. Produje un libro sobre el habla de Hipólito Mejía. Produje otro sobre la palabra progreso en los discursos de Leonel Fernández.
Tengo fichadas algunas de las ocurrencias (hecho de acontecer una cosa) de la palabra penco y las “gonzaladas” que han ido apareciendo en los medios de comunicación y las redes sociales .Quizá, produciré en torno a ellas algún material acerca del discurso político de la campaña electoral de 2020.
Sin embargo, por ahora solo quisiera apuntar un primer informe sobre el comportamiento del uso del vocablo penco en la actual campaña electoral, según mis percepciones. He aquí el relato de ese comportamiento.
Danilo Medina calificó a Gonzalo así: “es un penco de candidato.” No le llamó penco, que es otro empleo y otro significado. No dijo, “Gonzalo es un penco.”
No quiero entrar en gramática. Pero no es lo mismo en nuestra lengua un complemento preposicional con valor de adjetivo a un sustantivo. No es lo mismo nombrar a Pedro como “el tolete”, que decir acerca de Pedro, “es un tolete de hombre.”
Inmediatamente, los adversarios de Gonzalo se apropiaron del término para descalificar a Gonzalo, ignorando el empleo dado por Danilo Medina al vocablo fraseológico e ignorando el significado de esa expresión en nuestro país. NO SOLAMENTE EN EL SUR.
Se apegaron solamente al significado del sustantivo penco en el diccionario general del español (Caballo flaco, viejo y desgarbado, de poco valor y utilidad), obviando por ignorancia de unos y por deliberada opción ideológica y política de otros, la expresión fraseológica un penco de.
Un penco de... es una fraseología que muchos dominicanos, entre los que yo me cuento, conocemos y usamos desde épocas remotas. Significa algo grande y fuerte .Mi madre decía: “parió un penco de muchacho.”
Ella es del sur. Pero mi trabajadora es de Gurabo, y cuando luego de escuchar la expresión en Danilo Medina le consulté acerca de si la conocía me respondió como mi madre: “un penco de muchacho.”
Pero, eso tiene poca importancia. En política es como en religión. Solo cuenta la fe: lo que cada quien cree. La ciencia no tiene cabida. El entendimiento pierde razón de ser.
Pero el hecho relevante es este: Gonzalo era un personaje menos conocido en la opinión pública antes de que Danilo lo calificara de “un penco de candidato.”
Y era aún más desconocido antes de que sus adversarios utilizaran esa expresión en su contra, para descalificarlo y difamarlo. Como consecuencia, esa palabra ha contribuido a proyectar al candidato con el que se las asocia más de lo esperado. Quienes buscaron difamarlo con esas expresiones han sido sus mejores promotores y propagandistas.
Ahora, la tendencia se ha invertido. Gonzalo se ha apropiado del término penco aplicándoselo a sí mismo, nombrándose a sí mismo indistintamente como un penco o un penco de candidato. Eso implica que está tratando de aprovechar la fama de la palabra y así contrarrestar la difamación que sus adversarios quisieron atribuirle mediante su excesivo uso.
La tendencia apunta a que los adversarios de Gonzalo usarán ese vocablo cada vez menos, viéndose atrapados en su propia trampa. En cambio, Gonzalo usará cada vez más penco y un penco de candidato, identificándose con esas expresiones y aprovechándose del prestigio que le dieron sus adversarios.
Eso explica que, por ejemplo, la mayoría de los medios de comunicación del país, impresos y digitales , colocara en primera plana esta información el 1 de diciembre de 2019:
“Gonzalo Castillo: Con un PLD unido y este penco de candidato, no me hablen de segunda vuelta.”
Algunas lecciones de esos comportamientos. La lengua no engaña ni hace trampa. No tiene metafísica ni estética .Solamente se rige por una pragmática, la del uso.
Mientras más se usa una palabra o una expresión por mayor cantidad de usuarios, más corriente es esa palabra o expresión. Por tanto, más se conocen, reconocen y difunden las cosas a las que se asocian esas unidades linguisticas. Mientras menos se usan, menos circulan y menos se conocen y difunden las cosas relacionadas con ellas.
Atacar al adversario en su fama es una variante usual del discurso político considerada como una anomalía; como una actitud intrigante y exclusivamente personal, no política, de parte de quienes emplean la difamación. Por tanto, recurrir sistemáticamente a ese recurso suele ser contraproducente; tiende a producir efectos contrarios.
El difamado tiende a ser percibido como víctima y el que difama como victimario, y eso se inscribe en el espíritu de justicia que, generalmente, guía el juicio de la gente.
En las últimas semanas, las expresiones un penco de candidato y penco han sido las protagonistas y las novedades del vocabulario político de la actual campaña electoral. ¿Cuál será el comportamiento futuro? No lo sabemos.
Solo podemos decir que la frecuencia de uso de una palabra o cualquier unidad lingüística podría ocasionar que esta se convierta en algo normal y hasta trivial; y que, por tanto, pierda los efectos de significación e impacto extraordinarios que se buscaron cuando se introdujo en el intercambio.
Y eso podría ser válido tanto para el uso que Gonzalo empieza a dar a esas expresiones para capitalizarlas a su favor, como para el que les dan sus adversarios para difamarlo. Claro, los resultados de las elecciones no dependen estrictamente de una palabra ni de un discurso político. Hay otras acciones más eficaces.
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