La transcendental guerra de la Restauración dominicana

El 16 de agosto de 1863 empezó la contienda que buscaba restituir la liberación

Recreación de la contienda restauradora. (Ilustración de Ramón L. Sandoval)

Se conmemora este domingo el 157 aniversario de la guerra de la Restauración de la República Dominicana, iniciada el 16 de agosto de 1863 y emprendida con el propósito de que fuera restituida la independencia nacional, perdida luego de que se produjera la anexión a España.

“La España nos protege, su pabellón nos cubre, sus armas se impondrán a los extraños; reconoce nuestras libertades, y juntos las defenderemos, formando un solo pueblo, una sola familia, como siempre lo fuimos...”, proclamó el presidente Pedro Santana el 18 de marzo de 1861 al hacer la declaratoria de la anexión.

El historiador Roberto Cassá expresó sobre lo sucedido: “El 18 de marzo de 1861, el presidente Pedro Santana anunció la anulación de la República Dominicana, al disponer la reincorporación a España, bajo el supuesto de que los dominicanos nunca habían dejado de ser españoles”.

A juicio del historiador Santiago Castro, la declaración de Santana fue recibida por el pueblo con marcado desdén, lo cual reflejaba un manifiesto rechazo al intento de homicidio contra la República.

“La escena que ha tenido lugar en la Plaza de Armas en la mañana de este día, justifica plenamente que el pronunciamiento de anexión a favor de España no es la obra de una voluntad libre sino de la obediencia pasiva de unos cuantos soldados desarmados que asistieron como pueblo en unión de los recién llegados colonos españoles”, dijeron en un comunicado de protesta los senadores Pedro Pablo Bonilla, Melitón Valverde y Manuel María Valverde.

En cuanto a la guerra restauradora, el historiador Adriano Miguel Tejada expresó: “Un pueblo mal armado, un ejército mal alimentado y precariamente avituallado, insuficiente en número, pero inmenso en el valor y en la táctica, supo enfrentar todos los obstáculos, para preservar no solo su independencia sino también su modo de vida, sus costumbres, sus tradiciones y la tolerancia característica de toda sociedad digna y libre”.

El autor calificó el acontecimiento de “una guerra popular, anticolonial y antillanista por sus consecuencias”.

En resumen, el pueblo no aceptó la decisión de Santana, que cercenaba la independencia lograda en el 1844, cuando fue proclamada la separación dominicana de Haití, luego de 22 años de dominación.

Conforme al humanista Eugenio María de Hostos, la Restauración fue la verdadera independencia dominicana porque gracias a ella los criollos se despojaron de todo apego colonial español.

Para Cassá “la Restauración vino a ser entonces el acontecimiento culminante del siglo XIX, en tanto que ratificó y expandió estas búsquedas de los dominicanos que se canalizaron primordialmente por medio de la aspiración de autonomía en un Estado independiente”.

Juan Bosch, cuentista, ensayista e historiador, planteó que la guerra restauradora fue “el acontecimiento histórico más importante de la República Dominicana” porque en el conflicto “tomó parte directa, activa y principal el propio pueblo dominicano”.

El historiador Pedro Troncoso Sánchez argumentó que la anexión a España fue un recurso para trasladar “al centro imperial ultramarino la querella doméstica”.

“Vuelto Santana al poder en 1858, luego de traicionar la revolución cibaeña de 1857, y de su enemistad irreconciliable con Buenaventura Báez, envió a España a Felipe Alfau en 1859 a buscar un acuerdo, pero ante la lentitud de las tratativas, Santana se dirigió directamente a la reina Isabel II el 27 de abril de 1860 y menos de un año después, el 18 de marzo de 1861, había proclamado la anexión del país a la Madre Patria”, dijo Tejada.

El historiador agregó que iban a ser precisamente estos factores de poder, la popularidad de Báez, la agonía de la sociedad hatera, la relativa riqueza del Cibao en aquella sociedad empobrecida, y la grave crisis económica a consecuencia de la revolución cibaeña traicionada por Santana, los que se constituyeron en los factores decisivos internos de la anexión.

Sin embargo, apuntó, independientemente de las razones locales, no hay dudas de que el afán español de revivir sus viejos lauros imperiales, y el conflicto interior de los Estados Unidos fueron fundamentales, por el lado externo, en la consecución de la entrega de la soberanía dominicana.

De acuerdo con Cassá, durante el período de la anexión los impuestos proliferaron y con ellos los abusos. “El mercantilismo metropolitano agredió frontalmente los intereses de los grupos comerciales dirigentes. Los mismos puestos en el Estado fueron disputados por una arrogante capa de peninsulares que despreciaban a los mismos gestores de la Anexión. Todo esto se personificó en el momento trágico de la vida del tirano Pedro Santana, obligado a debatirse entre un régimen que tenía que apoyar pero que en su fuero interno abominaba”, agregó.

La guerra y sus héroes

Son reconocidos como los principales héroes de guerra restauradora Gregorio Luperón, Ulises Francisco Espaillat, Gaspar Polanco, Santiago Rodríguez, Benigno Filomeno de Rojas, Benito Monción, Federico de Jesús García, José Antonio Salcedo, José María Cabral, Lucas Evangelista de Peña, Máximo Grullón, Pedro Antonio Pimentel, Pedro Francisco Bonó y Ricardo Curiel.

Con El grito de Capotillo empezó la conflagración el 16 de agosto de 1863. Entonces, un grupo liderado por Santiago Rodríguez hizo una valiente incursión en Dajabón, donde fue izado el pabellón dominicano.

“No fue solo una conflagración de guerrillas. La confrontación generó movimientos de tropas regulares, líneas estables de frente y acciones guerrilleras continuas que quebrantaron el vigor del ejército enemigo, escribió Cassá.

“Su principal componente fue el sacrificio atroz de casi todos los dominicanos mientras se prolongó la contienda. Hasta campeaba el hambre entre los integrantes del Gobierno Restaurador. Basta referir que el arancel de la exportación irregular de tabaco por la frontera norte se elevaba a un 50 por ciento”, indicó.

En principio desde la provincia de Santo Domingo se dirigían los operativos terrestres y marítimos en principio para ocupar todo el territorio nacional y luego para tratar de contener la irreversible marejada insurrecta.

“Tras el estallido revolucionario de Capotillo el 16 de agosto de 1863 ante el poderío colonial congregado en la zona metropolitana, los insurgentes en toda la periferia de la provincia desarrollaron escaramuzas relámpagos que perseguían y lograron obligar al enemigo a mantener un enorme despliegue de tropas y material bélico en la Capital para evitar la toma de la ciudad. Creando la sensación de un gran asalto al centro de la ciudad, los rebeldes distraían tropas coloniales que no podían ser enviadas a hostilizar los muy importantes frentes patrióticos del interior”, narró Castro Ventura.

En su obra Héroes restauradores, Cassá recoge un valioso testimonio de Gregorio Luperón, quien expresó:

“La batalla de Santiago, el 6 de septiembre de 1863, es un acontecimiento único por su grandiosidad en el país.

Esfuerzos de valor y ejemplos de heroísmo dieron ambos combatientes aquel día memorable que no podrán borrarse jamás de la historia de la guerra, ni de la memoria de aquellos que tuvieron la inmensa gloria de presenciarlos. [...]

Las descargas de fusilería y de cañones se hacían a quema ropa, y los sitiados rechazaban a los asaltantes con las puntas de sus bayonetas y con chorros de metrallas”.

Francisco del Rosario Sánchez y su lucha

En un ensayo sobre el prócer Francisco del Rosario Sánchez, la historiadora Carmen Durán recordó cuando en 1861 el titán de jornadas patrióticas asumió la responsabilidad histórica de enfrentar con las armas al patricida Pedro Santana.

“Entre los meses de marzo y julio de 1861, prepara la acción patriótica, y Francisco del Rosario Sánchez convoca y organiza en el exilio a los dominicanos para enfrentar la oprobiosa anexión a España. En ese contexto escribe piezas de contenido político-ético y de proyección patriótica. Piezas memorables que retratan de cuerpo entero la entereza y valentía del patriota”, argumentó.

Francisco del Rosario Sánchez, explicó la ensayista, escribió con su pluma y con su sangre una de las páginas más hermosas de la historia nacional. “Increpa y denuncia la trama santanista y su verbo como el de los más insignes adalides de la historia quedó sellado para también legarnos uno de los documentos más importantes del siglo XIX...”, afirmó.

Luego de entrar por Haití al territorio dominicano, para enfrentar la anexión, Sánchez y sus compañeros de lucha fueron apresados y enjuiciados.

El 4 de julio de 1861, cumplimiento a la sentencia, fueron ejecutados en el camposanto de San Juan, junto al patricio Sánchez, el poeta y periodista Félix Mota, Domingo Piñeyro Boscán, Rudecindo de León, Francisco Martínez, Julián Morris y Morris, Juan Erazo, Benigno del Castillo, Gabino Simonó Guante, comandante Manuel Baldemora, José Antonio Figueroa, Pedro Zorrilla, Luciano Solís, José Corporán (o Ciprián), Juan Gregorio Rincón, José de Jesús Paredes (o Pared), Epifanio Jiménez (o Sierra), Segundo Mártir (o Alcántara), Juan Dragón, León García y Juan de la Cruz.