Juancito Rodríguez, enemigo número uno de Trujillo, y su acentuado heroísmo

La tiranía afrontó a muchos adversarios y movimientos opositores durante tres décadas

Juan (Juancito) Rodríguez patrocinó expediciones para combatir la dictadura de Trujillo.

El dictador Rafael Leónidas Trujillo se granjeó tenaces opositores, a los que combatió con todas las armas posibles, pero Juan (Juancito) Rodríguez, un gran desconocido especialmente para las nuevas generaciones, se convirtió en uno de más notables y acosados antagonistas del sátrapa.

El cibaeño fue un acaudalado hacendado que se destacó como líder de la resistencia, por lo que perdió su fortuna y fueron asesinados varios de sus familiares y allegados.

La historia de Rodríguez supera la ficción y da cuenta de su heroísmo, valentía y desprendimiento, puestos al servicio de la lucha por la libertad de su patria.

Aunque la historiografía dominicana es parca sobre la vida de Rodríguez, recientemente ha sido puesto a circular, dentro de la colección bibliográfica del Banco Central, el libro Testimonio de acoso y resistencia durante la tiranía, de la autoría de Jeanne Marion Landais y María Mercedes Rodríguez Vásquez (Pucha), hija del luchador antitrujillista.

Tras convertirse en un exitoso ganadero y productor de cacao, plátanos y otros frutos, Rodríguez decidió combatir la sangrienta tiranía, vendió algunas propiedades, se marchó al exilio e invirtió cuantiosos recursos para que se formaran y armaran las expediciones de Cayo Confites, en el 1947, y de Luperón, en el 1959. Perdió a su hijo José Horacio seis días después de que este llegara en la expedición del 1959.

“En materia política papá entró, como la mayoría de los dominicanos, arrastrado por las circunstancias de aquella época de grandes pasiones, sobre todo en Moca. La pasión horacista fue una avalancha... Vivió y palpó, además, la ocupación americana del 1916, circunstancia que selló su nacionalismo, el cual hizo patente durante toda su vida”, escribió su hija Pucha Rodríguez Vásquez en el mencionado libro.

Durante los seis años del gobierno de Horacio Vásquez, Rodríguez no desempeñó cargo público, y cuando Desiderio Arias se alzó contra Trujillo, a inicios de la dictadura, se entrevistó con el opositor, pero no tenía armas para enfrentar la situación y así se lo comunicó a Arias.

“En el segundo cuatrienio de Trujillo, del 34 al 38, papá fue diputado. Eso duró poco tiempo. Cuando se desencadenó la persecución contra Miguel Ángel Roca (quien también era diputado) por haberse descubierto que él era el autor de unos pasquines escritos contra Trujillo, se obligó a todos los componentes de las cámaras, sobre todo a los diputados, a hacer una acusación personal contra Miguel Ángel Roca. Papá se negó rotundamente... Lo que sobrevivo a esa postura de rebeldía fue bastante desagradable. La gente dejó de venir a casa. Sólo iban unos pocos amigos. El solía decir: 'Yo soy un muerto y la gente les tiene miedo a los muertos'”, relató su hija.

Refirió que a la vez Rodríguez no visitaba a nadie. “Pasados unos dos años Trujillo lo mandó a buscar para que aceptara ser diputado y él de nuevo accedió”, contó la dominicana. Sin embargo, meses después Rodríguez se negó a acatar una disposición, según la cual los diputados tenían que permanecer en Santo Domingo los tres días de sesiones, y renunció a la posición.

Pucha narró que en el 1939 mataron a Tito Candelier, un amigo al que Rodríguez protegía y que a su padre le torturaba la idea de librarse de la tiranía.

“Cada atropello a un hombre bueno lo sentía en carne propia. Toda aquella pesadilla lo fue haciendo más hosco, no quería compartir con los demás, se encerró en su casa, tal fue su obsesión”, subrayó.

Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, ya Rodríguez había vendido la mitad de su ganado de primera calidad, y a Trujillo fue a quien más le vendió. Había tomado la decisión de irse a luchar contra la dictadura y se marchó de la República Dominicana el 30 de enero de 1946.

Después de su salida del país, hacia Puerto Rico, con la excusa de que consultaría a un dentista, la dictadura desató “un infierno” contra la familia de Rodríguez y sus colaboradores más cercanos.

“Desde 1946, no quedaba mucho, habían dado pillaje a todo el ganado, más de 10,000 cabezas, caballos de paso fino, cerdos y gallinas, no quedó una cerca de alambre y lo peor de todo, nos habían asesinado a cuatro de los que trabajaban allí. Le habían luxado un brazo a uno, caído a bastonazos a otro y el resto, presos en la fortaleza de La Vega”, contó Pucha.

Ella, quien sufrió arresto domiciliario impuesto por la tiranía, prosiguió relatando: “De Nueva York pasó a Cuba en 1946. Comenzó a hacer amistad con dominicanos y grupos antitrujillistas. Fue cuando comenzó a preparar la invasión [de Cayo Confites]... Al parecer le dijeron que el único sitio donde aparecían armas era Argentina. Entonces intervino el presidente Juan José Arévalo, presidente de Guatemala, amigo de Perón”, escribió.

Juan Rodríguez, quien luchó durante 15 años en el exilio, terminó viviendo en la miseria en La Habana, luego de que perdiera su gran riqueza a causa de su lucha contra Trujillo.

Pucha expresó que en una ocasión en que fue a visitar a su padre a la capital cubana, leyendo un periódico, encontró una entrevista realizada a Porfirio Rubirosa, muy vinculado a la dictadura, en la que este decía que no necesitaba dinero de las mujeres porque él era rico y poseía la finca más grande de cacao que había en la República Dominicana, las Antillas y Centroamérica.

En realidad, el playboy se refería a la próspera finca de la zona de Barranca, creada y desarrollada por Juancito Rodríguez.

En el 1959, luego de que enfrentara la última expedición que buscaba derrocarlo, Trujillo mandó a incendiar la residencia de Barranca, símbolo de las propiedades de Juancito Rodríguez, quien murió el 19 de noviembre de 1960, en Venezuela, en un hecho que algunos calificaron de accidente.

“Y es posible que haya sido un accidente del temperamento, una fatiga acumulada, porque la reciedumbre y la entereza lo habían acompañado la mayor parte de los sesenta y cuatro años que duró su vida. Seis meses después, el 30 de mayo de 1961, su pariente Antonio de la Maza fue quien llevó a buen término la idea de la confrontación personal”, subrayó Pucha Rodríguez, respecto al deceso y a la participación del relacionado en el tiranicidio.

De acuerdo con el relato, dieciocho años después de su muerte, y a solicitud del entonces presidente Antonio Guzmán, los restos de Juancito Rodríguez fueron exhumados en Barquisimeto y trasladados a Santo Domingo, donde se le rindieron homenajes póstumos, encabezados por el mandatario perredeísta. También le manifestaron sus respetos las autoridades de los ayuntamientos de La Vega y Moca, donde descansan sus despojos.

Sobre la vida de Juancito

Pucha contó que su padre, Juancito Rodríguez García, nació en Estancia Nueva, en la provincia Espaillat, República Dominicana, en septiembre de 1886.

“Fue el último hijo de Simón Rodríguez y Ana García. Quedó huérfano de padre antes de los cinco años junto con sus ocho hermanos más, sin otro patrimonio o fortuna que la casa edificada en cinco tareas de tierra. Murió su padre en cuestión de horas de convalecencia de un ataque cardíaco. Se dio cuenta de que se moría, me contaba mi padre, y lo que más le preocupaba era que pagaran cincuenta y cinco pesos que debía”, dijo.

Siguió relatando su hija que cuando tenía los veinte o veintiún años, su progenitor tomó la decisión de encarar la vida por otro rumbo y, con la ayuda de su hermano Doroteo, se decidió ir a Barranca.

“Fue aquella una lucha de titanes. Eran tierras promisorias, pero selváticas, con muchos insectos, de inmensos jabillares, muy húmedas y a veces cenagosas y, sobre todo, en una época en que no había tractores, ni Banco Agrícola, ni carreteras. Abundaban, sí, los bandidos, prófugos de la justicia que se refugiaban en esas apartadas regiones y vivían de puercos cimarrones y de lo que pudieran robar”, expresó.

En esas heredades inhóspitas, Rodríguez se propuso tumbar los jabillares y hacer la mejor agricultura del país, lo cual consiguió, hacha en mano, y pese a que no era un hombre robusto.

Con mucho esfuerzo, Rodríguez logró su objetivo. “Barranca era una finca agrícola de primera clase. Tenía doce mil tareas de cacao y cuatro mil de plátano. A esto se agregaban los frutos menores que se intercambiaban: maíz, yautía y otros cultivos”, contó Pucha Rodríguez Vásquez.

El caso de los panfleteros de Santiago

Además de los acontecimientos vividos por Juancito Rodríguez y otros antitrujillistas, la historia de la resistencia contra la tiranía de Trujillo registra el singular caso de los panfleteros de Santiago, sobre los cuales la Comisión de Efemérides Patrias publicó un libro en el 2007.

En la obra, que compila una serie de testimonios sobre el terrible destino de un grupo de jovencitos, se da cuenta de que en enero de 1960, cuando se produjo la gran redada llevada a cabo por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) contra los integrantes del Movimiento revolucionario 14 de Junio, en Santiago, fueron detenidos alrededor de 32 jóvenes que se habían encargado de distribuir panfletos en los que se denunciaban atropellos de la dictadura.

Los chicos fueron localizados y confinados en la cárcel La 40. Y allí los esbirros, dirigidos por Jhonny Abbes García, jefe del SIM, los sometieron a horripilantes torturas.

“La noche del 29 y el amanecer del 30 de enero de 1060, un total de 27 muchachos con una edad promedio de entre 13 y 14 años fueron asesinados en La 40. El grupo había sido denominado Los Panfleteros de Santiago por haber impreso y distribuido un volante en la ciudad de Santiago de los Caballeros en el que se insultaba a Trujillo y se exhortaba al pueblo a la insurrección”, contó el ya fallecido Rafael Valera Benítez, poeta y abogado antrujillista, en su difundido testimonio.

Igualmente, afirmó que unos días antes de los crímenes de los muchachos se les hizo firmar una carta en la que daban constancia de haber sido puestos en libertad por orden de Trujillo, y agradecían la medida, “una añagaza para obtener una falsa prueba de que el SIM los había libertado y para no responder a sus desapariciones luego de que fueran asesinados”.

Gracias a la labor de la Fundación Testimonio se han identificado los siguientes jóvenes mártires: Wenceslao Guillén Gómez, Manuel Armando Bueno Pérez, Pedro Jaime Tineo Tejada, Luis Prud' Homme, Manuel Medina, Pedro Bourdier, Frank Benedicto Rodríguez, Homero Herrera, Miguel Luna Estrella, Félix Tavárez Vila, Ramón Antonio Hernández, Francisco Ulles Lee, Reynaldo A. Santelises, Ignacio Méndez, Rafael Antonio Cabrera, Enrique Almánzar, Alfonso Marte, Víctor González, José (Cheché) Contreras, Napoleón Sánchez, José Camilo Disla, Eugenio Perdomo, Enrique (Cuquito) Pérez, Ramón Liviano, Ramón Mejía, Herminio Polanco, Henry Streese Cepeda, Pedro Jaime Tineo, Jorge Cury y José Armando (Chicha) Díaz, entre otros.