El gran hito de la Restauración de la Independencia Nacional
Hoy se conmemoran 155 años del inicio de la guerra liberadora
SANTO DOMINGO. El 16 de agosto de 1863 empezó la Guerra de la Restauración, librada por los dominicanos para recuperar la Independencia Nacional, perdida tras la anexión a España, proclamada por el caudillo Pedro Santana, quien entonces prometió que la unión con la Madre Patria le daría la paz al pueblo.
“La España nos protege, su pabellón nos cubre, sus armas se impondrán a los extraños; reconoce nuestras libertades, y juntos las defenderemos, formando un solo pueblo, una sola familia, como siempre lo fuimos...”, exclamó Santana el 18 de marzo de 1861.
No obstante, siguió latiendo el deseo de restablecer la independencia, y se combatió en el territorio nacional por la liberación. La guerra finalizó el 11 de julio de 1865 con la salida definitiva de las tropas españolas.
Dada la victoria de los criollos se restituyó el Estado dominicano, nacido el 27 de febrero de 1844, cuando el país logró independizarse de Haití, bajo el liderazgo de Juan Pablo Duarte. Los principales héroes de la contienda restauradora fueron Gregorio Luperón, Ulises Francisco Espaillat, Gaspar Polanco, Santiago Rodríguez, Benigno Filomeno de Rojas, Benito Monción, Federico de Jesús García, José Antonio Salcedo, José María Cabral, Lucas Evangelista de Peña, Máximo Grullón, Pedro Antonio Pimentel, Pedro Francisco Bonó y Ricardo Curiel.
En un enfoque sobre la confrontación, el historiador Roberto Cassá escribió: “Hay pocos acontecimientos en la historia dominicana que hayan tenido una repercusión semejante en la reorientación de tendencias”.
Además, agregó: “En buena medida, constituyó una culminación de prolongados procesos iniciados con el despuntar del siglo consistente en la búsqueda por los dominicanos de la autodeterminación, mediante la cual se obtendrían los espacios necesarios de autonomía social que se desprendían de la nueva época histórica en el mundo occidental, iniciada con las grandes revoluciones de finales del siglo XVIII”.
De acuerdo el investigador, los impuestos proliferaron y con ellos los abusos. “El mercantilismo metropolitano agredió frontalmente los intereses de los grupos comerciales dirigentes. Los mismos puestos en el Estado fueron disputados por una arrogante capa de peninsulares que despreciaban a los mismos gestores de la Anexión. Todo esto se personificó en el momento trágico de la vida del tirano Pedro Santana, obligado a debatirse entre un régimen que tenía que apoyar pero que en su fueron interno abominaba”.
En un artículo, titulado “La Restauración: Necesaria y aún vigente”, publicado en la revista Clío No. 186 del 2013, Cassá expresó que la Anexión perdió sustancia y preparó ella misma las condiciones para su sepultura por arte de una acción llamada a concitar la participación de la inmensa mayoría.
“La Guerra de la Restauración de 1863 respondió, así, a los fundamentos depredadores del régimen español, pero al nacer retomó líneas maestras del proceso progresivo de la constitución de la nación dominicana. Por tanto, se trató de una insurrección que articulaba factores sociales complejos con la renovada búsqueda de un orden político progresivo que sustentara el proyecto de la autonomía nacional”, subrayó.
Gran sacrificio de los dominicanos
Según Cassá, en realidad, la Guerra Restauradora no fue solo una guerra de guerrillas puesto que conminó movimientos de tropas regulares, líneas estables de frente y acciones guerrilleras continuas que en conjunto socavaron la potencia del ejército enemigo.
Igualmente, el historiador indicó que esta determinación estuvo anclada en una voluntad puesta a toda prueba. “Su principal componente fue el sacrificio atroz de casi todos los dominicanos mientras se prolongó la contienda. Hasta campeaba el hambre entre los integrantes del Gobierno Restaurador. Basta referir que el arancel de la exportación irregular de tabaco por la frontera norte se elevaba a un 50 por ciento”, dijo.
Aseguró que durante estos casi dos años el esfuerzo bélico se sostuvo gracias al trabajo de los que no estaban en el frente, especialmente las mujeres y recordó que todos vivían en condiciones de privaciones extremas por la desorganización que entraña una guerra de esta naturaleza.
“La situación del combatiente no era mejor: se sustentaban sobre la base de procedimientos accidentados, como el sabaneo o la cacería de reses mansas y cimarronas. (Pedro Francisco) Bonó describe al respecto un cantón en la zona de Yamasá, donde recoge que los soldados mambises vestían de harapos y cada día debían procurarse los alimentos”, subrayó.
Una contienda de esta naturaleza, agregó, tuvo tales alcances que alteró los fundamentos del sistema político hasta entonces existentes, basado en el protagonismo de una camarilla capitaleña de raigambre colonial. “En tal sentido la Restauración fue una guerra civil que tuvo una envergadura sin precedentes, pero también una calidad inédita de corte social. Bonó resume esto de manera adecuada cuando refiere la eliminación de los sistemas de jerarquía social”.
Recordó que los jefes políticos restauradores estuvieron en la guerra mientras duró, pero debajo de ellos se fraguó un fenómeno social y político de nuevo tipo que alteró el decurso ulterior de la vida del país, pues de las entrañas de los jefes de las tropas dispersas por varias líneas de frente emergieron nuevos lineamientos de autoridad.
“El Gobierno Restaurador, en realidad, no controlaba a estos jefes, quienes para sostenerse estaban obligados a utilizar mecanismos sobre la marcha que ratificaban a una concentración de prerrogativas en el ámbito de sus zonas de influencia. El centralismo de los gobiernos previos, sobre todo posteriores a 1844, quedó sepultado por caudillismos”, puntualizó.
Explicó que durante la propia Restauración, la jefatura política debió negociar con este poder de base de los generales que empezaron a esbozar con claridad intereses particulares que no coincidían con los propósitos universalistas y democráticos que pautaban el proyecto nacional.” A esto aludió Hostos, otro agudo analista de los procesos históricos dominicanos, al calificar como demagogia la acción de estos emergentes líderes militares”.
No obstante, Cassá indicó: “No se trató de un hecho desdeñable, puesto que eran esos generales quienes encuadraban la participación de la masa campesina. Ellos mismos, salidos de las entrañas del pueblo, actuaron de forma reactiva, por lo cual no se consustanciaron de los principios liberales”.