César Sánchez Beras: “A nuestra literatura le falta promoción internacional”

“Los polvos no se fían”, una adaptación de su galardonada obra de teatro “Mansión Herminia”, ha sido presentada en más de cien ocasiones en el Micro Teatro Santo Domingo, con notable éxito.

César Sánchez Beras obtuvo el Premio Nacional de Teatro Cristóbal de Llerena 2017. (Pedro Bazil)

El narrador y dramaturgo César Sánchez Beras, residente en los Estados Unidos, tiene la satisfacción de ver la representación de sus obras de teatro en escenarios dominicanos y extranjeros, y en el país la puesta en escena de “Los polvos no se fían”, versión de su obra “Mansión Herminia”, que alcanzó la pasada semana la función número cien en el Micro Teatro Santo Domingo, sito en la Ciudad Colonial.

En una conversación sostenida con Diario Libre, Sánchez Beras expresó que a la literatura dominicana le falta una promoción internacional acorde a su calidad y trascendencia, una crítica especializada que mire hacia el texto y no hacia los autores y una valoración justa de los textos fundamentales.

—¿Qué ha significado la publicación de la obra Abuelo, llévame al río?

El texto Abuelo llévame al río tiene una especial significación para mí. A través de casi todos mis textos infantiles, el medio ambiente y los recursos naturales, la conservación del planeta y la vida en su forma más simple, son elementos fundamentales de mi escritura. El Voluntariado del Banco Central me dio la maravillosa oportunidad de aportar algo en ese sentido. El rescate del río Ozama y de otros ríos importantes del país es una tarea de todos y que mejor que hacer un llamado desde la literatura infantil, para los miles de niños y niñas que viven en la zona donde nacen estos ríos y afluentes. Ha sido más que un privilegio para mí que el Banco Central auspicie dos publicaciones mías, pues hace dos años me publicaron un libro sobre la Décima Espinela Dominicana.

—¿Qué le ha presentado la obtención del Premio Nacional de Teatro Cristóbal de Llerena 2017?

Ese premio me llega justo en un momento en donde experimento con otros géneros y temas de la literatura. Ya había publicado tres libros de teatro infantil para la editorial Santillana. Dos Piezas Trágicas forma parte de un corpus de seis textos trágicos sobre temas históricos y sociales del pasado reciente. Ya antes había tenido la oportunidad de ver mis obras infantiles puestas en escena en los colegios, pero es gratificante ver tu dramaturgia escenificada por actores profesionales en Nueva York, Massachusetts y Rodhes Island. También el premio de teatro me ha permitido llegar a las más disímiles audiencias, lo que para un autor es de gran relevancia. En lo personal me ha dado mucho regocijo que muchos actores de la vida política nacional respalden el texto dando credibilidad a la ficción de una dramaturgia de aproximación histórica.

—¿Cuáles son sus desafíos como creador?

Creo que tengo los mismos desafíos que han tenido todos los escritores en todas las épocas, esto es: escribir bien, ser auténtico, decir su verdad y pagar el precio de ser uno mismo, contar como cronista las cosas, como ocurrieron o como debieron ocurrir, ser fiel a la literatura, no a las modas, a las personas, a los dogmas, a las imposiciones del mercado. En fin, creo que mi reto es ser una versión mejor de mí mismo en cada página que escribo.

—Vivir y producir literatura en el exterior, ¿lo conduce a hacerlo desde nuevas perspectivas?

He vivido fuera de la isla por 25 años, pero en ese tiempo he regresado tres veces por año al país. Eso me ha dado una visión más o menos abarcadora de lo que somos y de lo que soy en términos personales y como escritor. Me ha permitido poner en la balanza lo que acontece dentro y fuera de la isla. En gran medida eso me ha dado una perspectiva más integral, si la comparamos con la visión de un autor que no haya salido del país. Pero no he dejado de ser dominicano en ningún momento ni he perdido mi identidad, diría que he sumado a las cosas que ya tenía, las nuevas experiencias que se derivan de ver otras culturas, y eso ha enriquecido mi visión como escritor y también el texto que nace a partir de esas experiencias.

—¿A cuáles públicos le interesa llegar como escritor?

He tenido la magnífica oportunidad de escribir para distintas audiencias. He ido de la literatura para audiencia adulta a la literatura para gente menuda, con todo y lo que implica escribir literatura para niños. He trabajado el teatro adulto y el teatro infantil, la novela juvenil y la poesía popular, el verso libre y la poética rimada, lo que me permite decir que me interesa llegar a todo público. La única condición que me impongo en el tránsito de una audiencia a otra es tratar de tener el mismo estándar de calidad textual sea cual sea el público a quien dirija mi texto. Aspiro que el adulto y el niño que me leen tengan una literatura auténtica para sus respectivos campos.

—¿Cómo evalúa la producción de la literatura dominicana en la actualidad?

Estoy convencido de la excelencia de nuestra literatura en todos los géneros y para todos los públicos. Tenemos exponentes de la narrativa con calidad y prestigio a nivel continental. Nuestra poesía está en un primerísimo lugar entre los países de habla hispana, todo esto avalado por premios y publicaciones de gran valía. En cuanto a la literatura infantil dominicana, nunca como ahora había tenido un momento más luminoso nuestra literatura infantil, respaldado este momento por cientos de autores y miles de textos de calidad incuestionable.

—¿Qué le hace falta a la literatura criolla?

Aunque estoy más enfocado en qué le hace falta a mi trabajo, creo que a nuestra literatura le falta una promoción internacional acorde a su calidad y trascendencia. Le falta una crítica especializada que mire hacia el texto y no hacia los autores, falta una valoración justa de los textos fundamentales de nuestra escritura, desde las academias, desde los organismos llamados a promover el libro dominicano y al autor nuestro. A nuestra literatura le falta que las embajadas y consulados dominicanos regados por el mundo muestren lo mejor de nuestras letras, obviando banderías y militancias. Nos falta equidad y justicia en el acceso de nuestros niños y jóvenes a la literatura que se produce en nuestra nación. A nuestra literatura le falta que se estreche la brecha que separa a los lectores de literatura infantil en los colegios de los lectores de escuelas públicas rurales e incluso urbanas. A nuestra literatura le falta lo mismo que le falta a la educación, es decir que sean vistas como ejes de transformación del hombre, como herramienta eficaz contra la pobreza material y espiritual, y no que sean vistas como un gasto superfluo del presupuesto nacional.