Movimiento Interiorista Ateneo Insular dedicó encuentro literario a Josanny Moní y a Belén Atienza
Las poetas recibieron, al final de las jornadas, una presea de reconocimiento de manos del fundador de este movimiento literario, don Bruno Rosario Candelier
El Movimiento Interiorista del Ateneo Insular celebró un encuentro literario en honor de las excelsas poetas interioristas Josanny Moní (dominicana) y Belén Atienza (española residente en Estados Unidos de América), quienes recibieron, al final de las jornadas, una presea de reconocimiento de manos del fundador de este movimiento literario, don Bruno Rosario Candelier, acompañado por el poeta y narrador Rafael Peralta Romero, por el teólogo y crítico literario Luis Quezada Pérez y por la poeta mística Yolanda de Jesús.
Este acto fue celebrado en el Centro de Espiritualidad San Juan de la Cruz, ubicado en Las Lajas, El Caimito, La Vega, los días 24 y 25 de mayo del presente 2024.
La obra poética de Jossany Moní
El despliegue del amplio programa inició en la sesión vespertina del viernes, que fue la dedicada al poemario La herida que no sangra, de Josanny Moní.
Luis Quezada Pérez abordó la obra desde una visión teológica, que tituló: «Cuando vives en el regazo eterno, la herida no sangra», aunque en uno de los subtítulos puso al descubierto las «37 heridas por donde sangra el poemario», refiriéndose a los 37 poemas que lo componen, consignando, además, que esta «poeta sangra de un modo especial a través de cada poema que es una ventana que se abre al exterior para expresar su visión-audición interior».
«Cada poema es, en cierto modo, una herida de la poeta para poder expresar lo que siente y palpita en su interioridad», dijo.
«Pero la herida de la poeta no sangra —consignó—, es decir, no es hija del sufrimiento, del dolor, de la pasión, sino de esa música interior que le hace armonizar hasta en aquello que parece inverosímil».
Y con las siguientes afirmaciones argumentó: «Hay una PRESENCIA OCULTA que convierte su herida en armonía, sintonía, melodía; hay unos SUEÑOS DE VIGILIA que convierten al poeta en el centinela de la verdad, del bien y de la belleza, de los trascendentales del ser; la poeta tiene heridas, es decir, ventanas, por donde expresa el Sentido más allá de los sentidos».
Concluyó que «la musa no sangra por la herida porque vive en el regazo eterno».
Dijo sentirse «muy complacido de poder presentar un poemario de una mujer talentosa, ingeniosa y virtuosa como Josanny Moní, a la que le queda mucho camino por andar»:
«Yo apenas podré disfrutar algunos años de su caminar estético, por razones de mi edad. Ella, en cambio, irá trascendiendo espacios, escenarios y madurando esa veta interior que la hace digna del mayor elogio para un escritor: SER POETA. Y compartió los siguientes versos de la sensible poeta: «Yo lo oigo / y solo escucho / el murmullo de muchas aguas. / Su voz retumba / como el paso del rio perdido / que encontró el camino a casa. / Te oigo / tu voz es el grito de las multitudes / En tus palabras / arde el dolor de los pueblos / en tu boca está la herida / de la humanidad».
En su ponencia titulada «La intuición a tientas de Josanny Moní, en La herida que no sangra», Miguelina Medina escribió que «cuando la excelsa poeta interiorista Josanny Moní decidió colocar como primer poema el titulado “Ciclo perpetuo” es porque ella se miró en el primer punto de la eternidad, el origen de la Creación, visión que asume en su totalidad, desde la primera soledad en la que habitó, cuando todo era solo y obscuro».
Agregó que «es por eso que ella nota, aludiendo a las vueltas que da la Tierra sobre su eje y alrededor del sol, que ella gira alrededor de su propio eje, el eje de aquella eternidad primera que ella vio, ahora que alcanzó una conciencia expandida, que primero percibió desde una intuición a tientas»: «Es lógico sentir, entonces, que no entendemos la mayor parte de esta poesía suya, aunque ella nos transporte, por la obnubilación que nos ocurre de manera inexplicable, hacia su abstracto correspondiente».
Y puntualizó: «Hay un contenido sagrado reservado en esta poética. ¿Para quién? No lo sabemos. Pero su intuición encarnó un verbo que lo tradujo al frenesí de un conocimiento especial en algunos de sus espacios interiores; y ese canto íntimo vomitó sus palabras en alabanzas y cantos con el mismo impulso y desvarío de esa fuerza pujante, cuyo producto no miró con el dolor que le produjo, sino con el alivio que le trajo. Ella se dejó perder en el tiempo de su memoria y a tientas fue a buscarse un día: primero al toque de las manos que le dieron el don; luego, con la conciencia herida, fue por los vientos antiguos y modernos hasta que, dando voces, pudo encontrarla (p. 17):
- «Yo creo que ansiaba decir “Adiós” / o lo que es lo mismo “hasta pronto” / porque levanto una mano a media asta / y me sonrío con la sonrisa más triste, o tal vez, / la más invisible que dibuja la sombra».
Bruno Rosario Candelier tituló su ponencia «La creación simbólica de Josanny Moni. Arrebato consentido del dolorido sentir»: «La inspiración estética, simbólica y mística de Josanny Moni revela una grandiosa dotación de su talento creador, evidencia su gracia poética y su sabiduría espiritual, canal de su fecunda sensibilidad empática y eco de su elevada conciencia sutil, potenciada con las vivencias entrañables de su infancia» (infancia que pasó, según expuso, «en la Mina de Oro, primor de Miches»).
Exaltó que esta poeta «ha experimentado singulares señales que la distinguen entre las poetas dominicanas, cauce de su alta dotación estética y espiritual para canalizar lo que nutre su sensibilidad y atiza su conciencia con cuyos dones sabe enaltecer, embellecer e iluminar su creación con gracia, talento y encanto».
«La autora de La herida que no sangra, Josanny Moni, se sitúa ante el esplendor del Universo y proclama el primor de lo viviente que su sensibilidad, estremecida de fulgores, y su conciencia, iluminada con el esplendor de lo Alto, asume y recrea con el lenguaje de la creación poética.
Su lírica es un canto a la Creación, eco y cauce de una visión luminosa que hace sentir lo que el corazón anhela y expresar lo que la conciencia intuye».
Explicó que el verso “Las estrellas que se apagan a la orilla de unos ojos” no es sino una feliz imagen del poema inicial que representa el gozoso sentir del alma enamorada y el primoroso estallido del sentimiento impregnado de la luz divina, adobado con el aliento sutil de lo viviente y el rocío inconsútil de lo Eterno».
Y añadió con fruición: «Nuestra querida y admirada poeta se siente asediada por unas sensaciones adversas que retan su aliento creador y su conciencia sutil, pero reacciona y retoma su aliento interior y su poder entrañable, y, ante una imperiosa apelación que reclama el entusiasmo redivivo, asume el talante de su sensibilidad y el talento de su inteligencia para hacer de las apelaciones exteriores la sustancia de su creación, una manera de obviar actitudes negativas y enfrentar el reto de la creación para sobreponerse a la depresión y concitar la energía creadora que la estimula y entusiasma con el sentimiento que eleva la sensibilidad y el ideal que arrebata la conciencia. Por eso escribe con firme fascinación, coraje (p. 13):
- «Soy la nube reposada en la montaña, / la llovizna bajo el grito de una lámpara, / la gota saltando al llamado del mar. / Una mano sobre el bastón, / la mía, / acariciando el frío. / Mi madre me ha visto / por primera vez, / y yo ya la vi nacer. / Soy una y otra y todas las almas».
La obra poética de Belén Atienza
«Tierra: Noche y lengua. La poesía existencial de Belén Atienza» es el título con que disertó Luis Quezada Pérez sobre la poética de Belén Atienza, quien, según este exégeta, «cuando abre el cofre de su interioridad, hace puentes entre el viejo y el nuevo continente: nació allá, pero parece gestada aquí; la sentimos nuestra, latinoamericana, centroamericana, dominicana; expresa una poesía aterrizada: La TIERRA, que es el humus de su latir poético».
Apuntó que «sus dos poemarios, Mi tierra es una lengua (que contiene «12 poemas») y Tierra de noches inmensas (que contiene «38 poemas»), perfilan que no se trata de una tierra cualquiera, sino de aquella marcada por dos aspectos fundamentales: NOCHE y LENGUA». Y estos dos poemarios —indicó— «surgen a la luz pública en el año 2020, símbolo de una pandemia universal».
«Para Belén Atienza, su SER lírico-histórico vive en TIERRA de sufrimiento, exiliado en su propia patria, con una lengua “que se pega al paladar” tratando de decir el mucho sufrir de noches inmensas. ¿Acaso no serán sus dos poemarios un profundo retrato lírico o una verdadera radiografía poética del ser latinoamericano? ¿Es posible que una mujer nacida en primer mundo se identifique tan plenamente con una realidad que no es la suya pero que la ha hecho parte intrínseca de su ser? Ella ha sabido captar el miedo ancestral de esa identidad colectiva: “El miedo tiene un sabor metálico / Como la sangre / corta tu vida en dos […] Al otro lado del miedo / está la vida. / La libertad sabe a fresas / silvestres”. Estamos pues, ante una poeta identificada con una tierra extraña, que se asemeja al humus de su tierra andaluza, y que, a sabiendas de que su lengua es limitada, balbuceante, es capaz de querer expresar la identidad que se oculta en aquellas noches inmensas que nos circundan. Es una fina poesía social, con sabor a libertad, resistencia y esperanza».
«La melancolía hacendosa de Belén Atienza en Tierra de noches inmensas» es el título con el que expuso su estudio Miguelina Medina, quien indicó que su ponencia estaría «enmarcada en una propuesta a la Real Academia Española, a través de don Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, quien es también el fundador del Interiorismo que promueve el Ateneo Insular, entidad cultural también creada por él».
«Al estudiar la melancolía de esta poeta nos dimos cuenta de que, producto de su búsqueda permanente de razones para explicarse su sentimiento profundo y doloso inaudito, en ella hubo un momento, al igual que en muchos melancólicos, en el que este dolor fracturó su pensamiento en un ‘nada tiene sentido’; pero esto fue superado y el sosiego alcanzó al dolor y lo transformó en un abrazo de hermandad hacia ella misma, primeramente, a su propia condición de dolorida; y luego, al mirar que no estaba sola, en esto encontró la sal que dio sabor agradable a su existencia porque lo asumió como una misión hermosa en la vida: rescatar del ‘nada tiene sentido’ a todos los enfermos con este mal que viven en el mundo».
Hizo un «paralelismo entre la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou desde su poema “Melancolía”, en el que ella se compara con una araña tejedora en secreto, premiada por la luna, el alba, el sol y la nieve».
«La fuerza del espíritu de esta poeta uruguaya, ciertamente, hizo que pudiera vivir dentro de esas inmensas aguas oscuras de la melancolía: mirando el rosado boreal y austral de la vida, desde la niña inmaculada, en cada amanecer real e imaginario, plasmado en toda esa luz de colores y transparencias del abrazo celestial. La conciencia de esta esperanza hecha realidad —ponderó—, pudimos proyectarla y vimos que un renacer resplandeció en cada momento en que fue lanzada al abismo oscuro, viéndose y haciendo como la pobre y rica araña que es recompensada en secreto y la humana con el milagro del entendimiento»:
- «La enérgica acción de la poeta melancólica Belén Atienza muestra esa victoria frente a la devastadora consecuencia de la “tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente […] que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada” (formulación que es parte de la definición de “melancolía” que ofrece el Diccionario de la lengua española)».
Argumentó, además, que «la grandiosa expresión que la poeta española dio a este poemario, Tierra de noches inmensas, alerta al mundo de los humanos sobre el peligro de silenciar la melancolía y anima a que se raspe y se distribuya el polvo en los lugares infinitos del Misericorde»:
«Esa inmensa noche de Belén Atienza, que la hizo pluralizarla como si no le hubiera visto la esperanza de ceder, es la misma noche que dijo alguien alguna vez, como para aferrarse a una vida que solo él veía, “nunca es más oscura la noche que cuando va a amanecer”. Esas noches son verdaderamente ciertas, como también cierta es la viga de salvación a la que el instinto y la intuición nos adhiere».
El maestro del Interiorismo, Bruno Rosario Candelier, desde su ponencia titulada «La creación arquetípica de Belén Atienza. Herencia cultural y sabiduría espiritual», ponderó que «los elocuentes versos de Belén Atienza revelan que la poeta sabe que está creando poesía con un singular propósito expresivo, estético y espiritual».
Manifestó que «mediante su sensibilidad estética, que enciende la profunda convicción de su destino, nuestra creadora asume sus vivencias entrañables, el miedo y el dolor, la adversidad o el infortunio, aspectos que suelen concitar el arte de la creación estética, y, resuelta y aguerrida, decidida y firme en su ideario creador, opta por recrear recuerdos ingratos, pesadillas dolientes, dolores solapados, y, poseedora de la palabra y el talento para la creación, desafía miedos y adversidades, y se enfrenta decidida, con determinación y coraje, a su destino, y crea lo que le dictan su sensibilidad y su conciencia».
«Por eso consigna, decidida y redimida, resuelta y firme, lo que la determina y eleva, según manifiestan los siguientes versos: “Somos una familia / de mujeres chiquitas. / Y yo, la más lejana, / vestida en mis rojos, / los labios encendidos, / punzantes los pezones, / desafiando al toro / de tantos amores, / te oigo respirar allí sentada / al otro lado del mundo” (Tierra de noches inmensas, p. 11)».
Acentuó que «la vocación creadora de Belén Atienza la lleva a ponderar, en su dimensión psicológica y espiritual, el valor de fenómenos y cosas, comenzando por las vivencias que tejen y perfilan la madeja de la vida».
«La estética interiorista sugiere abordar el fluir de la conciencia, el sentido de fenómenos y cosas, y la dimensión de la trascendencia. En este grandioso poemario, Tierra de noches inmensas, el mundo de la infancia y las vivencias entrañables de la primera etapa de la vida de nuestra poeta, que conforman la supervivencia del pasado en el presente, tienen mucho impacto y un gran valor para la poeta española radicada en Massachusetts. De ahí el valor de la experiencia en su obra poética, un atributo de la lírica interiorista, como revelan los versos de nuestra admirada poeta».
Otras actividades
Las homenajeadas agradecieron la alta valoración que les hizo el Movimiento Interiorista al estudiar sus obras. «Solo soy un pasito más de los que los maestros han dado antes», dijo humildemente Belén Atienza.
Josanny Moní, además, disertó sobre su propia poética, respondiendo a las inquietudes de uno de los asistentes, manifestación de su pensamiento que exaltó Rafael Peralta Romero de una manera edificante.
Sintiéndose arrobados por tantas expresiones de belleza en las que la palabra y el espíritu fueron enaltecidos, los poetas William Acevedo Fernández, Mercedes Morales, Yolanda de Jesús y Elidenia Velásquez leyeron poemas que dedicaron a las distinguidas poetas.
Estuvieron presentes, además de los mencionados, Rafael Hernández, Miguel Ángel Lugo, Sandra Berroa y Juan Santos, entre otros.
En la sesión para la narrativa, Rafael Peralta Romero, con la gracia del maestro del cuento que intrinca sus conceptos hasta en lo bufonesco, leyó uno de sus cuentos.
A propósito, don Bruno Rosario Candelier exhortó a todos los escritores que siempre deben aspirar a dejar como testimonio una creación trascendente, que ilumine a los demás hasta el estremecimiento de la conciencia.
No obstante, agregó que esta luz no se busca, sino que ella misma es la que escoge en qué espíritu se posará para esplender, finalmente, la Gracia divina.
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