A la mesa de Pastor De Moya
Un nutrido grupo de intelectuales y artistas se dieron cita en el Centro Cultural de España para la presentación de su libro "La escritura del ojo"
Una especie de ujier ataviado con un gorro puntiagudo y un chaleco de recortes de periódico te anuncia, báculo en mano, y te conduce hasta tu asiento en una larguísima mesa de madera.
Ya en el lugar asignado, te recibe un espejito con tu nombre. Delante de cada plato, un atril transparente sostiene una caja anudada con una cinta verde que atrapa una pluma negra. Suenan delicados y misteriosos acordes, el responsable no es otro que el percusionista Fellé Vega.
Enfrente, al otro lado de la mesa, tienes a Dagoberto Tejeda y Geo Ripley, este último enfundado en una túnica azul de mago. A tu lado hay una silla vacía, y un espejito lleva el nombre del fallecido historiador y crítico de arte Danilo de los Santos.
Contemplas al resto de los comensales y te sientes una especie de dama de la tabla alargada, partícipe de un rito antiguo de alguna hermandad secreta.
A tu derecha, encabezando la mesa, Pastor De Moya. No estás soñando, acabas de adentrarte en Pastorland, has pasado al otro lado del espejo y la incredulidad ha quedado en suspenso.
"La escritura del ojo", su nueva obra
Esta y no otra ha sido la puesta en escena de Pastor De Moya para compartir su último libro con un grupo de elegidos, la mayoría vinculados a sus “trances dilatados”. Estás ante una de sus “performances”, su inventiva no conoce límites y hasta los muertos se sientan a su mesa.
Algunos de los participantes leen textos de “La escritura del ojo” que se ocultaban en sobres bajo determinados platos.
Mientras, se sirve un ceviche de arenque preparado por el propio Pastor, acompañado de una limonada especiada con trinitarias, un sabroso chocolate y unas tortitas de maíz de Jarabacoa.
Uno de los iniciados, Ricardo Brito, recuerda cómo Pastor los deslumbraba en La Vega con sus ocurrencias. Visto lo visto, Manuel García Arévalo lamenta haberse perdido algunas.
Las cajas se van abriendo y se revela el verdadero manjar, cada ejemplar con su dedicatoria, listo para ser degustado. No por casualidad se inicia la obra con el poema titulado “Entrada de deditos hervidos en sangre de cayena”, que Pastor lee al final de la ceremonia.
El libro recoge buena parte de la singular trayectoria artística de Pastor De Moya (“performances”, esculturas, libros objeto) y, al igual que esta, no tiene equivalente en el país. No hay que olvidar uno de sus principales referentes: el movimiento pánico de Fernando Arrabal y Alejandro Jodorowsky y su delirio controlado.
El acto concluye con un ritual yoruba de limpieza oficiado por Geo Ripley. A la salida, alguien ha desordenado los zapatos que dejamos a la entrada en señal de pureza y humildad.
Una de las máximas de Pastor De Moya podría ser “La vida es juego”, le calza a la perfección a este artista provocador y genuino donde los haya. Por si se nos olvida, una canica depositada en cada caja se encarga de recordárnoslo.
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