La magia del teatro
Cuando un espectador entra a la sala para disfrutar de una puesta en escena se apagan las luces y da inicio el viaje, y es allí donde ocurre la magia.
La mayoría de los teatrólogos, directores, actores, en fin, gente de teatro, coinciden en describir el teatro como un espejo para el mundo. El interesante proceso creativo que se lleva a cabo para llegar a un resultado artístico, indudablemente hace de este arte algo “mágico”.
En el diccionario de los símbolos de Juan Eduardo Cirlot hay una cita del filósofo Hebbel que reza: "... el deber más importante de mi vida es, para mí, el de simbolizar mi interioridad”.
Yo diría que, en el imaginario colectivo, eso es lo que hacemos todos los seres humanos. Desde la religión, lo esotérico, pasando por el psicoanálisis y la magia, llegamos al ritual de símbolos representativos de nuestro propio mundo interior.
El arte se encuentra manifestado en todas las culturas. La pintura, las formas de danza y, por supuesto, el ritual teatralizado permean la historia de la humanidad.
El director y actor teatral ruso, que trabajó influenciado por el simbolismo francés, Nicolai Evreinov, considera que no solo en la vida del hombre hay teatro, sino también en las plantas y los animales; postula que “…algunos animales se camuflagean, cambiando de forma, hay plantas que se mueven y transforman su color”.
Inclusive, dice Evreinov, “hay plantas que simulan estar muertas cuando en realidad están vivas. Todo esto corresponde al principio teatral puro que consiste en tomar la apariencia de lo que no es”.
Mirando atrás...
Numerosas propuestas de la dramaturgia, sobre todo en el periodo isabelino y el Siglo de Oro español, nos muestran la búsqueda de verdades ocultas, o filosofías que plantean una realidad más allá de la percibida por los sentidos.
A todo lo largo de la dramaturgia de Shakespeare nos encontramos con símbolos y personajes que dejan ver estas verdades ocultas, como es el caso de La Tempestad, Macbeth y Hamlet, por citar algunas.
Todo hombre o mujer se ha encontrado frente a la duda, los celos o el enfrentamiento con el destino inexorable al igual que Edipo.
El teatro, como lo conocemos hoy, nos llega desde los antiguos griegos, donde la representación se entremezcla con las historias de los Dioses y sus designios, con unos actores ocultos tras una máscara, ubicándose en el terreno de la mitología.
La tragedia griega es la mejor manera de explicar la presencia de lo metafísico en el teatro, en tanto que su base, según los existencialistas, es la conspiración de las fuerzas ocultas que llevan al hombre a librar una batalla donde vive sumido en la angustia.
En este universo del arte y la creación, el teatro es la expresión artística que más coadyuva a la transformación de la sociedad, y esto es así porque como la vida sucede aquí y ahora, dialoga directamente con la psiquis del espectador al ser testigo de su propia humanidad.
La vida misma es un misterio, por lo tanto, el arte no podría reflejar otra cosa. Cuando un espectador entra a la sala para disfrutar de una puesta en escena se apagan las luces y da inicio el viaje, y es allí donde ocurre la magia.
Tanto el espectador como los artistas en escena se conectan en una especie de espacio sagrado, donde ríen, lloran, se desgarran, y entonces crecen, sanan y se transforman.
Finalmente, la disciplina teatral contiene un universo de herramientas psicológicas, sociológicas, y pedagógicas que nos ayudan a conocer nuestro lugar en el mundo; pero su mayor fuerza está en que su materia prima es el ser humano y sus contradicciones, convirtiéndose en ese “espejo” que la humanidad necesita para verse a sí misma.
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