Vi morir a Sherezade
La lucha de Joumana Haddad: rompiendo barreras en el mundo árabe
La tarima parece la entrada a una exposición de plástica alternativa, o de pinturas posmodernistas en la trágica época de la posverdad.
Mientras tengo la mirada en el papel donde escribo algunas notas, siento pasos, veo sombras, el murmullo de la gente aumenta y una música familiar suena para anunciar que las sillas del escenario ya se han ocupado. La charla va a comenzar.
Joumana Haddad, autora del libro “Yo maté a Sherezade”, poeta, ensayista y periodista comprometida con la defensa de las mujeres del mundo árabe, nació y ha vivido en El Líbano, un país difícil, con múltiples conflictos religiosos internos a través de su historia.
Uno de los grandes problemas sociales no solo del Líbano, sino de otros países de la región a los que Joumana se refiere en su ensayo, es la desventaja, desigualdad y obstáculos que han tenido las mujeres frente a una sociedad completamente machista y patriarcal.
Los hombres han llevado la antorcha no solo para reprimir moralmente, también para dominar social y jurídicamente a las mujeres.
La protección a la individualidad y, en consecuencia, el rechazo a la colectividad y a las tendencias que encasillan y homogeneizan, es precisamente el arco de rebote que intenta evitar el control y la anulación de las personas mediante la misoginia, la poligamia o el sexismo.
Esta situación ha provocado una permanente lucha contra la violencia, la injusticia y la oscuridad en la que han vivido y sufrido las mujeres árabes, a pesar de la contradictoria relación entre el liberalismo y el fanatismo del que está compuesto la gran parte de ese país.
El problema no es solo llevar el velo o el burka, es también la vulnerabilidad y la ignorancia. No es solo el combate contra el jihad islámico, el burka suní o el chador chií, también es el miedo a morir, es el temor a someterse a vivir en la hipocresía y en la sombra.
Joumana Haddad ha logrado encontrar la forma de incluir, contribuir y actuar a favor de la verdad, la redención y la conquista de derechos a través de sus artículos, sus libros y su permanente e intensa lucha, por lo que es conocida internacionalmente.
Para ella, escribir es una motivación; es poder sobrevivir en un medio que se encuentra en una eterna batalla con el poder o los poderes, y demostrar que “la mujer árabe puede ser auténtica, rebelde, independiente, moderna, abierta, poco convencional, muy bien educada, y autosuficiente”.
Vine a ver a Sherezade e intuyo que va a morir.
Los escritores tienen la posibilidad de mantener un vínculo íntimo con la gente a través de argumentos claros y precisos pero acompañados de la belleza del arte.
La diversidad religiosa del Líbano, con una visión distinta en los últimos años, ha permitido que se esté abriendo una brecha para obtener este sueño, esta esperanza y esta búsqueda de libertad.
Lograr estos pequeños y lentos cambios en el Líbano ha sido una tarea ardua y profunda que también se ha ido logrando por el apoyo de múltiples foros feministas que se han reunido en Beirut, así como también de diversas voces de mujeres tenaces y combatientes que quieren y necesitan alcanzar esas transformaciones sociales.
Estas demandas e indignación, como dice Haddad: “debe nacer desde dentro, desde la verdad, desde el dolor o incluso desde la felicidad auténtica”.
Vivir en el ostracismo, en el aislamiento, en el secreto, es vivir en la esclavitud y dependencia. Lo importante es enseñar e inducir no solo a las mujeres del mundo árabe sino a todas las mujeres del mundo a que se desnuden, se liberen y a la vez se reconozcan como seres humanos, no como objetos o pertenencias.
Este debate ha despertado voces como las de Joumana, quien escribe diariamente para seguir contribuyendo y educando a las nuevas generaciones; o como la de Nadia Murad, una prisionera del Estado Islamico (ISIS), quien fuera violada, golpeada y maltratada, y quien cuenta su historia como muestra de su perseverancia y su fuerte sentido del honor.
Impulsar el respeto, tratar de cambiar la sociedad desde la palabra, desde la formación y la enseñanza ya es una conquista. No es suficiente la queja ni el desaliento; siempre hay que hacer algo distinto y constructivo.
El poder debe ser compartido; de otra manera lleva a la destrucción.
Joumana Haddad no escribe en códigos, polemiza.
No es frágil, enfrenta.
No es sumisa, no es silente, es rebelde.
Joumana con su poesía y sus palabras simplemente mató a Sherezade.
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