Escritor, ciudadano y voz en el exilio; los papeles de Sergio Ramírez en la vida
El Premio Cervantes 2017 concedió una entrevista con Diario Libre donde reflexiona sobre el papel de la literatura, la política y el periodismo en la democracia
Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942) es un escritor e intelectual con una prolífica carrera que ha dejado su huella en la literatura latinoamericana y mundial.
Su visita a República Dominicana llega de la mano de la celebración del festival literario Centroamérica Cuenta, en la primera edición que se hace en el país desde el pasado 16 de mayo y que concluye este domingo 21 con un interesante ciclo de conferencias y presentaciones.
Este evento literario que fundó en Nicaragua hace diez años promueve el pensamiento crítico desde la literatura y busca contribuir a la proyección y difusión de la literatura iberoamericana desde Centroamérica.
Ramírez Mercado, Premio Cervantes 2017, obtenido en Madrid, España, donde vive tras su segundo exilio que se sumó con el despojo de la nacionalidad, es un libro de consultas y reflexiones sobre el papel del oficio de las letras y la política.
El autor de “Ya nadie llora por mí” concedió una entrevista con Diario Libre desde el hostal Nicolás de Ovando.
"Yo tengo dos obligaciones como persona: el escritor y el ciudadano"
“Tongolele no sabía bailar' (2021) es la novela más reciente de la trilogía de Sergio Ramírez.
En esta novela negra aflora con una mirada desde la ficción la situación política de su país en el personaje del inspector Morales. Evoca a Nicaragua y el fin del sueño de la revolución.
El autor es una voz en el exilio y reflejó para DL el papel que tiene en la sociedad. “Yo tengo dos obligaciones como persona. Como escritor, escribir, y la calidad de la escritura es la que habla por un libro. Un libro no puede ser un instrumento de propaganda política porque se desprecia. Un libro tiene que hablar en un lenguaje literario. En la medida en que mejor refleje la realidad en el lenguaje literario va a ser leído, sino no sirve para nada. Uno puede tener el mejor propósito político con un libro y si no es un instrumento atractivo para el lector no va a ser útil.
Continúa: “Por otro lado, yo tengo un papel ciudadano. Si yo sé que como escritor mi voz puede ser escuchada yo voy a seguir insistiendo siempre sobre la realidad de mi país y esto siempre tiene un costo”.
Declara que está pagando un alto precio con el exilio y el despojo de su ciudadanía. De eso, añade, las generaciones anteriores de los dominicanos saben lo que es vivir bajo el yugo de la dictadura, en el caso criollo, la trujillista.
En Nicaragua es la dictadura Sandinista con el gobernante Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo.
“En Nicaragua la estamos viviendo hoy día”, lamenta.
Insiste sobre el rol de la literatura en que “una literatura que no dice la verdad no vale la pena”.
Porque cuando dice la verdad, abunda, trae consecuencias. “Y esa es la ética de la literaria”.
Centroamérica Cuenta, un festival en el exilio
Hace memoria de cuando el festival originado en Nicaragua por razones políticas se movió del país centroamericano hacia Costa Rica en 2019 y se convirtió, según sus palabras, en un “festival en el exilio”.
Luego vino la pandemia y se tuvo que hacer bajo el modelo de la virtualidad. Después viajan a Guatemala y este 2023 Quisqueya es la tercera nación.
Sin embargo, como aquella frase de que dentro de las crisis o situaciones difíciles surgen oportunidades, ahora Centroamérica Cuenta conecta de primera mano con la vida cultural de cada país donde se celebra, como si el festival va a la casa de los escritores.
“No hay mal que por bien no venga. El hecho de que sea un festival errante nos enriquece. Veo la experiencia de estar en otro país, de conectarme con el público. Al fin y al cabo, nuestro interés es crear la afición por la literatura mundial y centroamericana, que se multiplique el número de lectores, que los escritores se conozcan entre ellos, se conecten con el público”, expresa sobre crear una dinámica alrededor de la literatura.
No solo en República Dominicana realizar proyectos en favor de la cultura y que sobrevivan en el tiempo es una lucha casi titánica. Sergio Ramírez lo ha vivido y muestra su satisfacción del éxito de Centroamérica Cuenta.
“Esto es amor al arte, la literatura. Hemos multiplicado las posibilidades y logrado mucho respaldo porque se necesitan muchos recursos para un festival de este tamaño, lo cual agradezco. Visitan este país autores de unos 20 países”, manifiesta.
El año que viene buscan que sea Panamá la próxima sede, pero todavía está en fase de análisis. De igual forma contemplan regresar a RD. Valora el apoyo de Claudia Neira, directora del festival, y de la Fundación René del Risco en la parte local.
Un mundo sin escritores, ¿cómo sería?
Ubicando al escritor en un escenario catastrófico le pedimos imaginar un mundo sin escritores, intelectuales ni periodistas. “Es imposible”, soltó de plano.
“En la naturaleza humana está la necesidad de contar historias y oír contar. Hay un diálogo permanente entre el que cuenta historias, el que las escucha, el que las lee. No podemos vivir sin el relato. La literatura tiene ese sentido un papel asegurado por mucho que se piense para qué sirve. Si uno piensa que la literatura sirve como profesión rentable se va a encontrar que la respuesta es negativa, es muy incierto saber si uno puede vivir o no de lo que escribe. Pero es necesario, tanto que existe desde hace 8 mil años y en lugar de extinguirse cambia, muta, se multiplica”.
El periodismo es otra pieza clave. “Es lo mismo. La libertad de palabra hay que defenderla tanto por la literatura como por el periodismo. Para mí son alas de la misma ave”.
Aquí Sergio Ramírez conecta el periodismo con la represión que se vive en muchos países y afirma que por eso es que ambos oficios tienen tantos enemigos, desde periodistas presos hasta periódicos cerrados.
Menciona que, en Guatemala, el director de El Periódico, Rubén Zamora, donde escribía, está preso.
En El Salvador, comenta que el diario El Faro no pudo sobrevivir la represión y se trasladó a Costa Rica. “En Nicaragua no hay un solo periodista activo dentro del país, todos están en el exilio. Los periódicos clausurados. Esto lo que nos demuestra es que la palabra es muy importante, que la palabra es temida y eso es lo que hay que defender, la libertad de palabra”.
El ritual para escribir
Publicado por el sello Alfaguara, “Tongolele no sabía bailar”, el cual forma parte de una trilogía, fue nombrado como uno de los 50 mejores libros del 2021, según Babelia.
Durante la entrevista surgió la duda de cómo lograr un equilibrio para escribir una importante obra en medio de la agitada vida de escritor e intelectual con ensayos, artículos fijos, promover un festival, ser ente de opinión…
“Yo fundamentalmente me dedico a escribir”, apunta.
“A mí me toca ser una especie de director de orquesta, que dirijo el festival con iniciativas, ideas, respaldo, sin que esto me quite de mi tarea fundamental que es escribir y para lo cual hay que hacerse un horario", detalla.
Sergio tiene un horario de escrituras por las mañanas, junto al desayuno y a la hora del almuerzo, momentos en los que “religiosamente me aíslo” para poder escribir.
Por eso dice que “la única manera de constituir una obra literaria es con horas de trabajo”.
Otros libros de su prolífica obra es la novela Castigo divino (1988), que obtuvo el Premio Dashiel Hammet en España, y la siguiente, Un baile de máscaras, ganó el Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera aparecida en Francia en 1998.
De los cuentos destacan los volúmenes de Catalina y Catalina (2001) y El reino animal (2007); así como las novelas Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), El cielo llora por mí (2008) y La fugitiva (2011).
Recibió el Premio Alfaguara de Novela con “Margarita, está linda la mar” en 1998.
De esos reconocimientos, como el Premio Cervantes 2017, los ve como un estímulo para salir adelante y los distingue con satisfacción.
También agradece la acogida de España, donde vive con su esposa Gertrudis Guerrero Mayorga, quienes recibieron la nacionalidad española.
En un apartado con temas más relajados, Ramírez dijo que viene a República Dominicana no tanto como quisiera por cuestiones de tiempo.
La última vez fue invitado por la Fundación René del Risco Bermúdez y esta es la siguiente vez, pero el deseo es seguir visitando el país. Está muy familiarizado con la comida y espera visitar las playas.
¿Existe el retiro entre los escritores?
El retiro, ese que hablan tanto los cantantes y hacen giras promocionales que no tienen fecha final, de eso ni hablar para Sergio Ramírez. “Uno escribe hasta que se muere”.
Citó a Woody Allen cuando dijo: “Uno solo se retira de lo que no le gusta”. Indica que en febrero saldrá una nueva novela.
“Es un desafío. Mi mejor obra siempre está por escribirse”, declara.
“Siempre vivimos huyendo de algo” es una frase muy interesante que sale de su ensayo “La lengua es mi patria” (2022).
Desde tiempos inmemoriales la gente va huyendo de sequias, terremotos, huracanes, represión, inestabilidad política.
Por eso reflexiona. “Somos países migrantes. Nos vamos hacia otro lado, pero siempre con la esperanza de regresar. Nadie piensa que se va definitivamente. Esa es la belleza que tiene el exilio. Siempre uno se va, pero con la mirada viendo hacia atrás”, concluye.
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