El Interiorismo celebra encuentro en Montecristi

Se celebró en honor de los escritores Chery Jimenes Rivera, Manuel Rueda, Eduardo Tavárez Justo, Ángel Rivera Juliao y Olga Lobetty

Luis Quezada, Olba Lobetty, Salvador Tabaré Peña y Carmen Pérez Valerio. (Fuente externa)

Este encuentro literario del Ateneo Insular en Montecristi se celebró en honor de los escritores Chery Jimenes Rivera, Manuel Rueda, Eduardo Tavárez Justo, Ángel Rivera Juliao y Olga Lobetty. El museo Máximo Gómez fue el espacio elegido para desarrollar la primera sesión. El ingeniero y poeta Salvador Tabaré Peña pronunció las palabras de bienvenida y agradeció el respaldo de quien, aparte de impulsar la literatura desde el Ateneo Insular, lo hace desde la dirección de la Academia Dominicana de la Lengua, el doctor Bruno Rosario Candelier. La segunda sesión tuvo lugar en la Casa de Promoción con la participación de los narradores y poetas Carmen Pérez Valerio, Juan Santos, Larisa de Santos, Luis Quezada Pérez, Miguelina Medina y Olga Lobetty. 

Diálogo evocador entre los interioristas 

—Salvador Tabaré Peña: En esta vorágine que se ha convertido la sociedad de estos tiempos, donde muy poca gente puede zafarse del bombardeo constante de las redes sociales y demás, para mí es un honor que se me haya señalado para darles la bienvenida a nombre de todo el pueblo de Montecristi. Creo que este será un encuentro muy favorable para la sociedad, porque, por lo rápido que va la vida, hay poco tiempo y poca gente dedicada a las artes y las letras.  Estos son de los actos que vienen a completar esa parte tan necesaria para el desarrollo de los pueblos, que es el cultivo de las bellas artes, el cuidado del idioma; porque hoy hay una lengua popular y oímos constantemente canciones que se hacen populares en la gente de la calle, sobre todo en los más jóvenes que no valoran el buen decir. 

—Luis Quezada Pérez: Ustedes deben recordar que en los ’90 hubo una crisis en el mundo, de carácter ideológico, muy fuerte: se desplomó todo lo que son los grandes relatos; terminó la Guerra Fría, con la caída de la Unión Soviética, etcétera; y empezó una etapa de crisis a nivel mundial donde desaparecen las ideologías, las utopías, los grandes relatos, etc., y como que se forma un vacío, no solamente conceptual, sino un vacío existencial en la humanidad. Es en esa coyuntura, cuando un dominicano logra sistematizar, a través de una estética literaria, un camino de reflexión, un camino literario que conduzca a echar raíces y no quedarnos en la superficie, sino ir a lo profundo. El ser humano es como una síntesis del cosmos entero. Está el universo en cada uno de nosotros, pues, esa búsqueda interior, con esa poética interior, es el discurso del método de don Bruno Rosario Candelier, que hemos venido trillando estos treinta y tres años. De manera que, en la dimensión estética de la expresión literaria, ha venido a llenar un vacío la aparición del Movimiento Interiorista, soportado en esa institución que se llama el Ateneo Insular.                           

—Olga Lobetty: En el Grupo Literario Chery Jimenes Rivera las puertas siempre han estado abiertas: vamos a las escuelas, a liceos, al colegio. Adonde quiera que nos invitan siempre está presente el grupo literario Chery Jimenes Rivera del Ateneo Insular. Es decir que es un camino muy bien trillado. Es verdad que la pandemia nos quitó mucha gente, nos quitó los ensayos, el reunirse; pero ahora que ya la pandemia ¡parece que pasó!, el Ateneo Insular sigue activo y estamos captando nuevas personas. La necesidad de escribir la tenemos todos, lo que pasa es que algunas personas lo canalizan con una guitarra en la mano, y hace su estrofita; otros lo canalizamos hablando, recitando.  

—Luis Quezada Pérez: El Movimiento Interiorista es, posiblemente, el movimiento literario de mayor trascendencia en la República Dominicana en la actualidad. Fue fundado por don Bruno Rosario Candelier en julio de 1990 y tiene muchos records en su haber: el primero es que en 33 años se ha reunido fielmente, mes por mes, y ningún movimiento literario en el país lo ha hecho. Segundo: es un movimiento que tiene una presencia nacional, prácticamente en todo el país; e internacional, en varios países de América Latina y España. O sea, eso le da al Movimiento Interiorista una dimensión, diríamos, única en lo que son las letras dominicanas. 

—Carmen Pérez Valerio: Al hablar de los orígenes del Movimiento Interiorista en Montecristi necesariamente hay que mencionar a dos personas y en ellos a todos los demás que formaron parte y forman parte del Movimiento Interiorista: primero al fundador del Movimiento Interiorista en Montecristi, Vidal Adolfo Cabrera; y la otra persona es Eduardo Tavárez Justo, uno de los escritores que más aportó a la mística del Movimiento Interiorista. Vidal Cabrera y su querida esposa, que está aquí, doña Pola; Olga Lobetty y su esposo; señores, ellos fueron los pilares del Movimiento Interiorista aquí en Montecristi. Y casi todo lo que nosotros tenemos en Montecristi más valioso son las producciones de esas personas, que no solamente fueron escritores, sino que, además, eran la alegría del movimiento. Recordar a estas personas, yo creo que hoy nos ponemos en contacto con ellos, de alguna manera; y los tenemos presente, a ellos, los que he mencionado, y a otros que se han ido, pero que siguen presentes en nuestros corazones. 

—Bruno Rosario Candelier: «Cuando en 1993 vine a Montecristi a dictarles a los maestros de esa localidad una charla sobre la formación intelectual, dije que el Movimiento Interiorista necesitaba un poeta dispuesto a convocar a los escritores locales para fundar un grupo literario, y entre los maestros presentes se me presentó el poeta Vidal Adolfo Cabrera con la disposición de integrarse al Movimiento Interiorista. Y tras una reunión con los poetas de esta localidad, el grupo de Montecristi fue denominado “Chery Jimenes Rivera”. Montecristi tiene una presencia significativa en la literatura dominicana porque el primer dominicano que en nuestro país hizo uso de su capacidad de reflexión para pensar filosóficamente fue el montecristeño Andrés Avelino García».  

—Olga Lobetty: Todo el que ama el arte fue pariendo textos literarios y de poesía. Nosotros somos todos uno, y cuando uno en el ministerio tiene una actividad, todos la apoyamos como pueblo; todo el mundo apoya, con su presencia y con su buena voluntad. Yo les doy las gracias. Ustedes saben que escribir es ¡una necesidad del espíritu! Y nosotros agradecemos al doctor Bruno Rosario Candelier, que es el presidente de la Academia Dominicana de la Lengua española, y el creador del Ateneo Insular.     

—Bruno Rosario Candelier: «El primer dominicano que asumió la relación entre dos idiomas con el impacto que culturalmente tienen dos lenguas en contacto fue el montecristeño Chery Jimenes Rivera, con su poema “La haitianita divariosa”. Y fue un montecristeño el primer poeta dominicano en auscultar la esencia de un hogar y el aura de una familia con el impacto que genera la tradición familiar en la conformación espiritual de los niños, como lo hizo Manuel Rueda en La criatura terrestre, uno de los grandes poemarios que se han escrito en la República Dominicana».   

—Carmen Pérez Valerio: El Movimiento Interiorista es un movimiento que se funda en 1990. ¿Cómo surge? El Movimiento Interiorista surge de una reflexión: la reflexión de un hombre de letra, de un crítico literario, Bruno Rosario Candelier, de un maestro en las aulas de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra; y de un joven alumno, Pedro José Gris, que también era un discípulo que comenzó, como poeta y como pensador, a enriquecer también la labor del maestro. Como resultado de la unión de este crítico y hombre de letras con poetas como Pedro y otros poetas dominicanos se comenzó a reflexionar alrededor de la literatura que se venía produciendo hasta 1990.  

¿Qué pasa con esa literatura? Resulta que casi toda la parte literaria había llegado, en gran medida, hacia asuntos sociopolíticos de los ’60, ’70, con aquella efervescencia natural después de la caída del Régimen y el nacimiento de nuestras libertades. Ya en los ’80 se comienza a analizar, a ver que ya es un discurso algo agotado y se comienza a trabajar una nueva literatura que nos involucra en una cotidianidad literaria y que tiene su mayor centro en Santo Domingo, pero que también se cultivó en el interior del país. Esta literatura de pensadores era una manera de retomar la palabra, y más bien la actitud filosófica frente al razonamiento y a lo que se necesitaba en ese momento como realidad liberadora, tanto de salir de un pensamiento, hasta cierto punto muy social, y entrar más bien en el análisis profundo de la palabra, del decir, del pensamiento más filosófico; de reflexionar más la realidad desde un punto de vista filosófico.   

   Pero en el 90 también surgen nuevos movimientos y el primero de ellos es el movimiento del Ateneo Insular, el Movimiento Interiorista, que es el que funda Bruno Rosario Candelier. ¿Por qué lo funda? Porque, si bien hasta ese momento se había visto la literatura desde un punto de vista de análisis de la realidad, la realidad real, la realidad concreta: lo que me está pasando alrededor, pero al nivel concreto; y luego un discurso que me está trabajando una realidad imaginaria en la literatura, pues, don Bruno hace una nueva propuesta para el discurso poético. ¿Cuál es la nueva propuesta? Ya no nos vamos a ubicar en la realidad real, la realidad que me cuenta lo que es tal como lo veo, como lo percibo; ya no voy a tratar de manejar tanto la realidad literaria desde el mundo imaginativo; sino que ahora vamos a tratar la realidad literaria desde un punto de vista trascendente.  

   ¿Qué significa esto? Vamos a acercarnos a la realidad real (pero nos vamos solo a acercar para conocerla); vamos a imaginar también esta realidad; pero vamos a ir más lejos: vamos a percibir esa realidad desde la profundidad de nuestro interior, y desde esa conciencia profunda vamos a trascender esa realidad para conocer esa otra realidad que solamente la puedo percibir. Y esa es la propuesta del Ateneo Insular, esa es la propuesta del Movimiento Interiorista: la creación y el trabajo de los escritores en función de una realidad que trasciende, que trasciende todo lo que te circunda y que trasciende al individuo mismo. Por lo general, este tipo de realidad nos lleva por muchos caminos: la literatura y la filosofía nos pueden llevar por un mundo de trascendencia que nos acerca a la mística; o un mundo también que nos coloca en una realidad metafísica.  Esa es la propuesta de los poetas interioristas y los teóricos interioristas. Eso es lo que se trata de inculcar a nuestros escritores, que no se conformen con ver la realidad real; que no se conformen con imaginar una realidad literaria, sino que trascienda; porque en la medida que trascendemos esa realidad, nos trascendemos a nosotros mismos y por tanto crecemos como seres humanos.                                                     

De las obras literarias de Eduardo Tavárez Justo, Manuel Rueda, Olga Lobetty y Ángel Rivera Juliao     

—Bruno Rosario Candelier: La creación poética de Eduardo Tavárez Justo está inspirada en su amor a Dios, su sentimiento religioso y místico, motivado en la lírica teopoética de los místicos españoles. El amor a Dios nace de una vigorosa fe en la providencia divina, y, desde luego, en una firme creencia en la Divinidad. Los místicos, santos y teopoetas centran su vida en el amor divino. El místico tiene un corazón impregnado de amor sagrado, sabiduría espiritual y devoción divina. Dios es el centro de su visión del mundo, su vida y su creación. La creación teopoética plasma altos designios creadores: Emanaciones sutiles e imágenes, destellos, aromas, estelas y voces que percibe la inteligencia sutil. Un teopoeta es el creador que sintoniza los fenómenos de la realidad trascendente y crea imágenes que dan cuenta del diseño invisible y profundo de la Esencia sutil.  

El poemario de Tavárez Justo, Voces del alma (Eduardo Tavárez Justo, Voces del alma, Santo Domingo, Impresora Soto Castillo, 2006) formalizado según la pauta estética de la métrica tradicional, canaliza el sentimiento de lo divino, motivo de la creación poética de este poeta montecristeño que formó parte del Movimiento Interiorista. Eduardo Tavárez Justo vivía según la pauta divina, y su obra poética perfila y expresa ese acrisolado lema de los elegidos de la gracia que honran la credencial sagrada de la sabiduría mística. La lírica de Tavárez Justo se enmarca en la línea de creación de fray Miguel de Guevara, santa Teresa de Jesús y fray Luis de León, pues inspirado en el sentimiento de lo divino y en la métrica tradicional del modelo neoclásico y barroco, combina el tema sagrado de la lírica mística con la interiorización de la conciencia a la luz de la Teología católica cuya doctrina profesaba.   

Cultor de la mística cristiana, Tavárez Justo escancia el néctar de lo divino con la belleza expresiva y pureza seráfica en soneto según el «Soneto al Cristo crucificado», de Miguel de Guevara, según canta en «Cómo quiero enamorarme»: «¡Ay cielo si supieras lo que siento / y el verbo enamorado que me inspira! / ¡Si vieras cuán hermosa está mi lira / y el suave olor a amor que trae el viento! // Si solo en mis pupilas te miraras / y un ápice de cielo percibieras / pensaras que el susurro de palmeras / te he dado, / para que te cobijaras! // El son de mi soneto riela suave / lo mismo que el deseo de entregarme. / La rima del poema, es un ave // que a veces me visita y quiere darme / el genio del cantar y en tono grave / suspira: ¡Cómo quiero enamorarme!». 

—Luis Quezada Pérez: Manuel Rueda González es una «criatura terrestre» con espíritu universal. Héctor Inchaustegui lo llamó «montecristeño universal». Y añade: «…su poesía ha ido adquiriendo una sólida y diamantina claridad que sólo debe ser comparada con las más nítidas luces de la poesía contemporánea, tanto nacional como extranjera». La acuciosa escritora Flérida de Nolasco se refiere a Rueda en estos términos: «Entre poetas de la más alta categoría podría figurar nuestro Manuel Rueda. La República acaso no había producido antes un artista de tan absoluta maestría en la factura del verso, y tal vez no exagero al decir que es el único gran sonetista que hemos tenido, a pesar de haberse escrito, aisladamente, sonetos muy buenos». Héctor Incháustegui Cabral expresa: «La épica de rueda es épica interior». Manuel Rueda fue nuestro 5.° Premio Nacional de Literatura, en 1994. 

Pienso que el gran aporte de Manuel Rueda fue armonizar y sintetizar dos expresiones estéticas en las cuales descolló en grado extremo: la poesía y la música. Manuel Rueda, pues, era un artista. En su alma venían fundidas la poesía y la música, esa última a través del piano. Era un pianista-poeta y un poeta. En 1963 Manuel Rueda publica en Editora del Caribe su obra La Criatura terrestre, que es una auto-antología del autor. Esta antología está organizada en 6 bloques: La criatura terrestre, Cantos de la Frontera, Ausencia de Dios, Elegías reales, Laurel de Sonido, Variaciones del ocio. Del primer bloque, La criatura terrestre, es este poema: «Alguien supo mi nombre, antes, mucho antes / de que naciera yo. Alguien sabía / de mí cosas que aún sigo ignorando / perdido como estoy entre mi sueño / y este ilusorio amago de conciencia. / Mucho antes de mi carne algún temblor / tocaba mis sentidos solos, quietos / en la infinita esencia de luz mixta. / Como un perfume al aire, / así me erguía, / como música al tiempo, así me daba. / Como esplendor a soles prometidos / me entreabría y sangraba, sujetando / mis ímpetus, mis formas, mis palabras, / neto en la ciencia de lo bien amado».                         

Bruno Rosario Candelier (sobre Parolí, de Olga Lobety): En cada rincón del Universo late el aliento de lo viviente, y en cada comunidad humana fluye el caudal histórico, antropológico y social de una herencia cultural que afirma, potencia y enaltece lo que perfila y distingue a un pueblo, una aldea o un campo con su representación de la condición humana, que nuestra narradora supo auscultar y captar con su talento interiorista. Así lo entendió y plasmó Olga Lobetty en su valioso testimonio narrativo, veta de una expresión de la vida tradicional y aldeana, y cauce del aliento creador de la distinguida narradora del Movimiento Interiorista. Talento, conciencia y creatividad, impregnado del amor a su tierra, del estudio de su historia y de la valoración de su cultura, lábaro sagrado de la historiadora, narradora y poeta Olga Lobetty Gómez de Morel.  

Según escribiera Rosario Candelier, «el pueblo de Montecristi fue escenario privilegiado, en el pasado de nuestra historia, de eventos que marcaron la vida nacional con sus repercusiones sociales, políticas y culturales. Y también fue cuna de valiosos escritores que enaltecieron esta singular región de esta isla caribeña, como Andrés Avelino, Chery Jimenes Rivera, Manuel Rueda y Eduardo Tavárez Justo, entre notables músicos, peloteros, políticos, profesores y sacerdotes. Además de novelista y poeta, Olga Lobetty es la historiadora de esta singular comunidad del noroeste de la República Dominicana y, en tal virtud, ha escrito libros de historia, biografía y narrativa literaria inspirada en hechos y leyendas de destacados personajes de su comarca, como se aprecia en Parolí, una novela centrada en las peripecias y actuaciones de ese legendario personaje del siglo XVIII:

Los ancianos cuentan anécdotas e historietas de un bravo pirata de nombre Parolí, el cual pertenecía a la mesa corsaria de guayaba y Montecristi. Este era grumete de Francis Drake, quien con el tiempo llegó a pertenecer a la corte inglesa con el título noble de Sir. Al naufragar frente a Montecristi, Drake rescató a Parolí y lo guareció en una playa frente al morro. Restablecida su situación entregó a Parolí una gran embarcación con el compromiso de que éste le entregara el cincuenta por ciento del botín. Parolí saqueó las embarcaciones de procedencia española, se adueñó de los mares antillanos y conformó la “Mesa de Corsarios de Montecristi y del Caribe”, llegando a tener más de cincuenta compadres allí” (Olga Lobetty, Parolí, Santo Domingo, Santuario, 2018».  

—Miguelina Medina (sobre Tierra Vertical, de Ángel Rivera Juliao): Es muy importante para el autor, en esta obra, el vocablo simbléresis. Según mis investigaciones, es una creación del autor. Con él describió, exactamente, el estadio en el que se encontraba previo a alcanzar la mística superior (al que fue llevado por Dios), para luego pasar al otro (también llevado por Dios): es decir, de la ‘extrema Ceguera’ a la ‘extrema Luz. Y esa es la imagen que él desea que tengamos en nuestro ser para entender ‘la Ceguera’ que lo velaba y que solo luego de ‘rasgado el velo’ se iluminó.  Aquel día en que le fue roto el velo, se le reveló, de una vez y para siempre, que él era un místico incuestionable formado por la misma Divinidad; y eso que él venía sintiendo, de una manera única, no lo buscó más: se declaró a sí mismo que él era la ‘Tierra Vertical’, ‘un ser’ que se le había dado por ordenanza del Cielo, así, sin reclamos, por imposición de manos, por decisión unilateral del Soberano. Estos hechos de purificación, tal parece, son requisitos para Dios dar Su Conocimiento, sin que el escogido pueda hacer otra cosa más que aceptarlo: porque Él hizo las leyes de la Tierra, porque Él es el Capitán, como lo llamó Ángel Rivera Juliao en uno de sus momentos de éxtasis.   

Desde mi visión, dos poemas, en un primer estudio, nos develan este encarnamiento del autor, que son: «Simbléresis de la Noche» y «Paisaje». Pero el autor confirma en muchos poemas que ‘él es la Tierra, pero Vertical’ y que él encarna su agotado respirar. Y cuando siente que se le pierde su Fuerza, le pide a otra de sus criaturas que lo ayude a encontrarlo porque a ella le fue dado otro ‘don único para encontrarlo’, como lo podemos ver en «Buscándote»: «Tú que sabes de interiores / de profundidades y de cavernas […]. / Dile que le busco con las ansias / del que canta a su grandeza / a través de lo creado. […]. / Que tiemblo cual las aves / tan solo de pensar en verle / resplandeciente en gracia y en luz. / Aunque si lo ves, no le digas nada, / Vuelve a tus valles y a tus montes; / él sabe lo que siento y lo que añoro. / Mi soledad, mi dolor, mi angustia sabe / las ganas de irme de estas carnes / y de abrazar la luz» (Ángel Rivera Juliao, Tierra Vertical, República Dominicana, Santuario, 2011).

  

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