Sina Cabral, cuando el personaje real sube al escenario y se roba los aplausos
Su álter ego, Judith Rodríguez, la esperaba con un enorme ramo de rosas amarillas, junto a todo el elenco de la obra
Pasó de la butaca al escenario y, pese a que no había actuado en la obra, el público la ovacionó de pie, con vítores. Erguida, digna y lúcida, cuando bajó el telón del Teatro Nacional, Tomasina Cabral permitió ver una parte que el musical Mariposas de Acero no abarcó, el mañana de los héroes y heroínas que sobrevivieron a la dictadura trujillista.
Su álter ego, Judith Rodríguez, la esperaba con un enorme ramo de rosas amarillas, junto a todo el elenco de la obra y a sus creadores Pablo García y Waddys Jáquez.
Este último anunció que la función, que acababa de concluir, del sábado 1ero de octubre, sería muy especial porque contaba con la presencia de uno de los personajes reales que protagonizaron la historia muy conocida por todos pero que sorprendió y arrancó lágrimas al ser contada, cantada y bailada por un grupo extraordinario de artistas dominicanos ante el cual el público no paro de aplaudir toda la noche.
Y así como así, al escenario llegó la ingeniera arquitecta Tomasina Cabral, torturada junto a Minerva y María Teresa Mirabal, Dulce Tejada, Fe Ortega, Mirian Morales y Asela Morel, en la cárcel del régimen trujillista denominada La Cuarenta.
En lugar de recibir sus flores, Tomasina se fue a los brazos de Waddys y lo abrazó emocionada, y se echó a llorar en su hombro. Esa mujer a quien las torturas no pudieron doblegar, la doblegó la emoción, los recuerdos, de seguro; la alegría, tal vez, de que ya todo pasó y el profundo deseo que no vuelva a ocurrir. Y así lo dijo.
Sina Cabral pidió a los dominicanos que nunca se repita una dictadura como aquella. Y reconoció que la obra Mariposa de Aceros, que este domingo agota su última función, revivió en ella muchos recuerdos.
Pero, al hablar, no fue su voz la que se quebró, Sina, a sus 86 años, continúa siendo de acero, sin duda, aunque igual de frágil, en apariencia, que, como la encarna su personaje en el musical, la excelente actriz dominicana Judith Rodríguez. Fue a esta a quien traicionaron las lágrimas.
Judith necesitó que el público la animara con sus aplausos hasta que encontró las fuerzas para terminar de leer la placa que le entregó la producción a Sina.
Y cuando ya el público emocionado, orgulloso de la valentía de los dominicanos de ayer y del talento de los de hoy para contar su historia, abandonaba el Teatro Nacional, se escuchó un grito en el escenario, “Viva Sina”, y los actores, inspirados, como pocas veces se había visto en una obra local, gritaron ¡Que viva! Un final distinto al de la obra, que termina con la muerte de las hermanas Mirabal, pero que, no obstante, recuerda las palabras de Minerva, interpretada impecablemente por Nashla Bogaert.
“Si me matan sacaré los brazos de la tumba”. Allí estaban decenas de brazos, y de voces, incluida la de Adalgisa Pantaleón, una Dedé Mirabal, irrebatible, perfecta.
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