Manuel Borja-Villel: “Vivimos una época en la que la cultura ha sido absorbida por las industrias culturales”
Manuel Borja-Villel es un referente en la vida cultural de España. Como director del Museo Reina Sofía ha roto esquemas, ha redefinido el contenido de las exposiciones que acoge el que fue el antiguo Hospital General de Madrid, en un gran edificio neoclásico del siglo XVIII cuya ubicación, junto al barrio de Lavapiés, es importante para su significado
Manuel Borja-Villel es un referente en la vida cultural de España. Como director del Museo Reina Sofía ha roto esquemas, ha redefinido el contenido de las exposiciones que acoge el que fue el antiguo Hospital General de Madrid, en un gran edificio neoclásico del siglo XVIII cuya ubicación, junto al barrio de Lavapiés, es importante para su significado.
Invitado por la Embajada de España conoció aquí galerías y centros culturales, visitó talleres de artistas y colecciones privadas. Se acercó a la obra de los exiliados españoles de la guerra de 1936 y se ha asombrado de la calidad de los jóvenes creadores dominicanos.
—¿Qué impresión se lleva?
¿Venir aquí que significa? Por un lado conocer una historia insuficientemente contada porque hoy por hoy sigue pareciendo que la historia del arte va de París a Nueva York o de Berlín a Nueva York. Nos olvidamos de que André Bretón estuvo aquí y en México. Por otro lado, venir aquí es encontrarse con la historia de tu propio país. Es muy interesante cuando conoces una parte del exilio de tu propio país... en el otro. Como español y director de un museo español y porque la diáspora es una condición contemporánea. Mientras en el siglo XVIII y XIX parecía que solo los que tenían una nación tenían el derecho a contar la historia. Pero es importante entender cómo se cuenta cuando no la tienes y formas parte de la diáspora.
—Entonces, ¿qué es ser parte de la diáspora?
Cuando eres de muchos países, es la forma de entender la vida desde puntos distintos. Digamos que la condición de exiliado, de la diáspora, exige entender al otro y eso se da en Santo Domingo y en el Caribe; es una lección por la que valía la pena el viaje. Pero hay algo más, el mundo moderno empieza aquí, no nos olvidemos de que hay un error y es que Colón llega aquí en vez de la India. Además el Caribe tiene esta mezcla de cultura popular que viene desde el norte del Brasil y tiene sustratos de la cultura europea y de los cocolos ingleses…
—¿Le ha interesado la obra de los artistas que ha conocido?
Estoy viendo una generación de artistas más jóvenes, los que empezaron a trabajar a partir del siglo XXI con una vitalidad, una forma extraordinaria. No solo en Santo Domingo sino en el Caribe, y lo que veo es que en todo ese mundo por problemas que tienen otros países, este país, República Dominicana, tiene la posibilidad de ser un centro neurálgico.
Hay muchas escenas: coleccionistas, el Estado que está interesado en promover leyes, la escena alternativa y el hecho de que todo eso conviva me parece excelente.
—Mezcla de escenas, de estilos, de generaciones...
Eso, la separación es muy europea, muy ilustrada, digamos que “la pintura es la pintura, la música es la música”. Aquí la riqueza de las mezclas es extraordinaria. Aparte de eso, me he encontrado colecciones extraordinarias y artistas desconocidos realmente interesantes.
—¿Cuál es la misión del museo Reina Sofía? ¿Piensan más en los artistas o en el público?
Lo uno es inseparable de lo otro. El público es esencial pero sin el enigma que tiene la obra, que no te responde con una respuesta, sino con otra pregunta, no existiría un público o consumidor, por lo que creo que son las dos cosas. De hecho, esta separación que a veces se quiere hacer entre determinados gestores o de que hay que priorizar al público sobre la obra o artista es totalmente falso. Son divisiones, trampas y no son neutras. Vivimos una época en la que la cultura ha sido absorbida por las industrias culturales. El lujo -explicaba un especialista- se ha convertido en una de las grandes industrias y el arte forma parte de eso. No me parece ni bien ni mal, (de hecho me parece más mal que bien, aunque no lo digo) porque no es el tema sino las personas y los creadores y todo forma un conjunto inseparable.
—Los museos son públicos pero necesitan mucho del patronazgo privado. ¿Cómo coexisten?
Creo que todo museo de gestión privada o pública cuando tiene carácter non profit, es de naturaleza pública. Es importante porque a veces se olvidan de que predomina el servicio y eso si lo llevamos a la sanidad se ve claramente. Si en un hospital lo que se prioriza es el beneficio, hay un problema.
Lo público a veces corre el riesgo de comportarse como un negocio cuando la prioridad son los recursos. La cultura es un ecosistema en el que hay instituciones igual que en la naturaleza: grandes depredadores, herbívoros... Debe haber muchos grandes, pero en el ecosistema puede haber instituciones donde lo importante es la investigación. Que vayan 10 visitantes al año puede ser fundamental... con un gobierno de la mayoría con el respeto hacia la minoría.
—El turismo cultural ha beneficiado mucho a Madrid. ¿Le gusta esa asociación: “turismo cultural”?
Depende de qué tipo; si es turismo destructivo... Por ejemplo en Barcelona se apostó a una visión extractiva y la ciudad ha quedado muy tocada. Por tanto, digamos que estoy a favor de que la gente viaje, la cultura es esto. Pero cuando se transforma en algo extractivo, esto destruye ciudades y no genera recursos. Lo que quiero decir es que la Milla de Oro de Madrid (el eje de los museos Reina Sofía, el Prado, el Thyssen) es extraordinario, pocas ciudades tienen este tesoro y lo bueno de Madrid es que tiene todo y al lado del Reina Sofía... ¡está Lavapiés!
—¿El Reina Sofía se alimenta del barrio? ¿El barrio se ha gentrificado por el Museo?
De hecho tenemos algo que se llama Museo Situado y se están abriendo “agujeros” al Museo. Como decía, la parte de la Milla de Oro es un lujo pero al mismo tiempo... En una ciudad está muy bien que haya centros de proximidad, que se trabaje con la gente y de hecho lo hacemos con el barrio de Lavapiés. Por ejemplo, con inmigrantes, con los que tienen miedo de entrar con uniforme, donde no hay separación entre cultura y subsistencia. Madrid es una ciudad donde ha estado el Estado y han estado las grandes instituciones del Estado y al mismo tiempo es una de las ciudades más populares y mantener eso es fundamental.
—Algunas obras contemporáneas pueden ser difíciles de entender.
Creo que es al revés. Es significativo que varios museos de arte antiguo como el Louvre, el Metropolitan, el British Museum, están emocionados por hacer arte contemporáneo. El arte antiguo es mucho más complicado que el contemporáneo porque para ver una pintura del siglo XVI hay que saber de neoplatonismo, referencias bíblicas, uno reconoce una figura pero no entiende la obra... El arte contemporáneo tiene sus cosas, pero a veces uno va a los museos a dudar y a preguntar o a darse cuenta de que de repente una rueda es una obra de arte.
—Pensaba que el gran mérito del urinario de Duchamp es reconocer que el diseño industrial es arte.
Y hacerte pensar que de repente una cosa la cambias y es otra, que el mundo es una construcción y que se puede reconocer a los demás. Esa duda, ese cuestionar me parece extraordinario pero hemos acostumbrado a la gente a tener miedo a preguntar.
—¿Por qué la cultura se entiende tantas veces en oposición al entretenimiento?
Pero el entretenimiento puede ser un tostón y la cultura entretenidísima. De hecho hay cultura buena y mala y a veces hay cultura buena que es tan compleja ... por ejemplo hay una película de un cineasta chino de siete horas en una estación petrolera en el mar, pero al mismo tiempo puedes tener Balzac o Frederick Jensen, el gran filósofo americano que siempre habla de la gran obra maestra de la narrativa actual es la serie de Wyatt y creo que esas separaciones son artificiosas y hay obras de arte buenas y malas. Algunas son divertidas y otras no porque no pueden... y cada uno tiene su punto.
“Trabajar con otras instituciones es fundamental. No puedes vivir solo, es un ecosistema. Por ejemplo en el Museo Reina Sofía trabajamos con el MOMA y también colaboramos con centros grandes, medianos. Tenemos una red de archivos, alianzas con el Institut of Radical Imagination. Trabajamos con la Casa Invisible en Málaga, una casa ocupada legalmente en la que dos generaciones de vecinos trabajan y eso genera vida. Trabajar con el Centro León y centros similares es fundamental porque no se puede vivir solo. Se aprende con los demás y el mundo se ha hecho pequeñito.”
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