La Última Cena a través de tres pintores

Jesucristo reunido por última vez con sus discípulos en torno a la mesa es una escena sobrecogedora que ha llamado la atención de grandes artistas a lo largo de los siglos

En el cuadro de Juan de Juanes, el cáliz que aparece sobre la mesa reproduce el que se guarda en la catedral de Valencia. (Fuente externa)

“El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía»”, así cuenta San Pablo, en su primera carta a los corintios, la última cena de Jesús. 

Este es el momento en el que se instaura la eucaristía, uno de los pilares fundamentales de la fe cristiana. El jueves santo se conmemora este acontecimiento, así como el lavatorio de pies y el prendimiento en el huerto. De hecho, este fragmento de la primera carta de San Pablo a los corintios es una de las lecturas de la liturgia del jueves santo.

Leonardo Da Vinci

 

Por su trascendencia para la religión cristiana, la última cena ha sido plasmada por múltiples artistas a lo largo de la historia. Una de las pinturas más famosas es la que realizó Leonardo da Vinci en el refectorio del convento de Santa María de Gracia en Milán (Italia) a finales del siglo XV. 

En esta obra, encargada por el duque Ludovico de Sforza, Leonardo introdujo muchas novedades, la primera de ellas fue la técnica pictórica. A la hora de pintar sobre una pared, lo habitual era utilizar la técnica al fresco, que consistía en cubrir la pared con yeso y pintar con premura sobre el yeso húmedo. Así, a medida que el yeso se secaba y se endurecía, la pintura lo hacía con él y así quedaba fijada.

Sin embargo, Leonardo no quería pintar deprisa sino recrearse en los detalles. De hecho, tardó alrededor de tres años en terminar “La última cena”. Para ello empleó óleos con los que iba impregnando la pared y dibujando poco a poco. Pero esta técnica no dio muy buen resultado y pronto la pintura comenzó a deteriorarse.

Otra novedad es el instante reflejado por Leonardo. Hasta entonces, los cuadros de la última cena mostraban a Jesús repartiendo el pan y el vino entre los doce. Es decir, se centraban la instauración de la eucaristía. En cambio, Leonardo plasmó el momento en el que Jesús anuncia que uno de los allí presentes le iba a traicionar. Además, sobre la mesa no está el cáliz, que es un elemento destacado en otras representaciones de la última cena.

La última cena” de Leonardo ha sufrido diferentes adversidades a lo largo de los siglos. En primer lugar, la técnica escogida por el pintor no fue la más óptima de cara a la conservación de la obra. Después, el convento tuvo humedades que afectaron a la pintura. Por otro lado, los monjes, quizás cansados de que les llegara la comida fría, decidieron comunicar el refectorio (comedor) con la cocina. Para ello, abrieron una enorme puerta que destruyó los pies de Jesús que había pintado Leonardo. Pero, si todo esto no era suficiente, en 1943 los bombardeos de los aliados sobre Milán alcanzaron el convento de Santa María de Gracia. De las cuatro paredes del refectorio, solo dos quedaron en pie. En una de ellas estaba pintada “La última cena” del maestro italiano.

Esta obra es uno de los grandes atractivos de Milán. Otro icono de la ciudad es su majestuosa catedral gótica. Su construcción comenzó en 1386 y no finalizó hasta 1965. En esos más de cinco siglos, diferentes arquitectos, escultores y artesanos dejaron su impronta en el edificio. El resultado es un templo de una gran originalidad. Quienes lo visiten, además de adentrarse en sus naves, puede recorrer el tejado paseando entre arcos, pináculos y estatuas y disfrutar desde las alturas de unas increíbles vistas de la ciudad. Junto a la catedral, se encuentra la galería Vittorio Emanuele II, un histórico centro comercial con restaurantes, cafeterías y muchas tiendas de ropa. No en vano, Milán es un referente mundial de la moda.

Juan de Juanes

 

Juan de Juanes pintó “La última cena” unos 60 años después de que lo hiciera Leonardo da Vinci y se inspiró en la obra del italiano, al menos en lo relativo al espacio y a la expresividad de los apóstoles. En cambio, el pintor español eligió plasmar el momento en el que Jesús instauraba la eucaristía.

Esta obra fue pintada para decorar la parte inferior del retablo mayor de la iglesia de San Esteban de Valencia (este de España). El cáliz que aparece sobre la mesa reproduce el que se guarda en la catedral de Valencia que, de hecho, se cree que podría ser la auténtica copa utilizada por Jesús en la última cena. La jarra y la jofaina que están delante de la mesa hacen referencia al lavatorio de los pies.

Todos los apóstoles llevan sobre la cabeza una aureola con su nombre, excepto Judas. Éste se halla de espaldas en una de las esquinas de la mesa, está vestido de amarillo, el color de la envidia, y esconde tras de sí la bolsa con las monedas.

La última cena” de Juan de Juanes se expone en el Museo del Prado de Madrid. Esta gran pinacoteca forma junto al Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Reina Sofía, situados relativamente cerca, el llamado triángulo del arte de la capital de España. En las inmediaciones se encuentran también las fuentes de Cibeles y Neptuno, donde los dos equipos de fútbol de la ciudad acuden a celebrar sus títulos. Otros lugares emblemáticos de Madrid son la Puerta del Sol, la Plaza Mayor, el Palacio Real y la Catedral de la Almudena. 

Salvador Dalí

 

“El sacramento de la última cena” es uno de los cuadros de temática religiosa pintados por Salvador Dalí. Los doce apóstoles están colocados en la mesa de manera simétrica, seis a cada lado de Jesús. Todos ellos visten de blanco, salvo uno que lo hace de color amarillo. La escena no se desarrolla en una gran habitación sino en un espacio englobado en un dodecaedro. De hecho, toda la composición sigue un patrón matemático.

El propio Dalí explicó que quiso “materializar el máximo de instantaneidad luminosa y pitagórica a partir de la comunión celeste del número doce: doce horas del día, doce meses del año, los doce pentágonos del dodecaedro, doce signos del zodiaco alrededor del sol y los doce apóstoles alrededor de Cristo”.

El propio Cristo parece no estar físicamente presente en la escena pues su cuerpo es parcialmente transparente. Además, los apóstoles están en actitud de oración y ninguno mira hacia él. El torso masculino de la parte superior del cuadro puede hacer referencia a Dios padre, aunque se trata del torso de un hombre joven y al creador se le suele representar como un patriarca de edad avanzada. Por su posición con los brazos abiertos, también se ha visto en este torso una alusión al Cristo resucitado. Sin embargo, no se aprecia ningún rastro de las heridas de los clavos.

El paisaje del fondo reproduce la bahía de Port Lligat, en el noreste de España, que era la vista que Salvador Dalí tenía de la costa mediterránea desde su casa.

Este cuadro de Dalí se expone en la Galería Nacional de Arte de Washington. La capital de los Estados Unidos tiene otros muchos atractivos para los visitantes como la Casa Blanca, el Capitolio, la biblioteca del congreso, el obelisco del monumento a George Washington o el memorial de Abraham Lincoln. 

(Texto: Purificación León)

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