Sorayda Peguero Isaac y la resistencia al olvido
Doce encuentros que marcan un antes y un después en la obra de Sorayda Peguero Isaac
Existen lugares en el recuerdo que se resisten a desvanecerse. Trampas de la memoria que evocamos en los momentos más inesperados. Sorayda Peguero Isaac es una contadora de este tipo de historias.
Hace más de tres años, gracias a un amigo poeta, llegué a los escritos de Peguero Isaac. Me maravillé de la armonía en su prosa y de sus relatos que son como viajes a la nostalgia, repletos de poesía y erudición.
Además, para grata sorpresa, se trata de una escritora dominicana que lleva casi dos décadas viviendo en España y que colabora en varios medios internacionales.
Sorayda nació circunstancialmente en Santo Domingo y creció en Haina, República Dominicana. Hija de un padre melómano —bailador de son— y una maestra de primaria, no es de extrañar que le afloren melódicamente las palabras.
Desde pequeña recuerda la música como una especie de ritual en familia, así como de la curiosidad que le despertaban las letras y las historias detrás de las canciones.
Incluso, en varias ocasiones jugó con hojas sueltas a darle voz a la melodía de La bella cubana, una pieza instrumental que le gusta mucho a su papá.
Así, lo que empezó como un juego, más tarde se desarrolló como una habilidad hasta convertirse en un oficio. Y como nunca sabemos hasta dónde podemos llegar con lo que se escribe, viviendo en España comenzó a colaborar en el diario El Espectador de Colombia, en la sección cultural, y luego en la de opinión.
A diferencia de otras columnas que buscan interpretar el mundo, Sorayda sencillamente quiere evocar sensaciones, momentos, pasajes y emociones. Es un compás de aliento dentro del caos de la cotidianidad. Algunos de estos escritos, junto con perfiles y entrevistas periodísticas, fueron recopilados en su primer libro Por aquí pasó una luciérnaga (Tusquets, 2021).
Su última publicación es Doce encuentros y una despedida (Frailejón Editores, 2023), un libro inspirado en interacciones que nos conmueven y cambian profundamente.
Estas pueden ser tanto fugaces como habituales, y como bien señala Peguero Isaac: «un lugar, un objeto, un extraño que se presenta de improviso y que nos dice sin hablar “te presto mis ojos”, es como una isla sumergida que sale a la superficie invitándonos a explorarla».
Sorayda, con esta obra nos lleva una vez más por historias que se resisten a pasar al olvido.
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