Cuidados del ojo y la visión del niño
La salud ocular de los niños, más allá de la visión perfecta
Así como cuidamos una cámara fotográfica de calidad, con más celos debemos cuidar la cámara más perfecta y sofisticada que son los ojos de nuestros niños. Es por ello que, los pediatras en los primeros meses y primeros años de vida de nuestros pacientes, les pedimos una evaluación por un oftalmólogo pediátrico, para que examine su fondo de ojo y nos diga que la estructura ocular del niño está bien. Si no lo hacemos, se puede dar el caso, como de hecho se ha dado, que más adelante, nos puedan traer a un niño que del colegio han informado que se distrae y que no aprende adecuadamente, que necesita de un psicólogo, para descubrir que lo que tiene es un ojo vago no detectado a tiempo.
El ojo humano tiene una capa externa, la córnea, una lente interna o cristalino, la pupila que es un diafragma que se cierra y abre ante la luz o la oscuridad y que está regulado por el iris. La luz penetra a través de la córnea, atraviesa el cristalino hasta llegar a la retina que es muy sensible a la luz la que transforma en señales eléctricas que, a través del nervio óptico llegan a nuestro cerebro. Esta pequeña cámara perfecta y sofisticada de nuestra visión que es el ojo, lo tocamos con las manos sucias y a nuestros niños, les colocamos cualquier tipo de gotas pretendiendo curar lo que desconocemos, perdiendo un tiempo que puede poner en riesgo al ojo mismo y la salud del niño.
Todo lo dicho es para relatarles el caso que tuvimos de un niño de seis años de edad al que se le irritó un ojo con inflamación de parpados. La madre comenzó a ponerle unas gotas y a darle jarabe anti inflamatorio conjuntamente con un antialérgico. Al tercer o cuarto día, al ver que el niño no mejoraba y empezaba a tener dolor y algo de fiebre, lo lleva a nuestra consulta. De inmediato llamamos al oftalmólogo infantil, pedimos tomografía de cráneo y otras pruebas para llegar al diagnóstico de sinusitis de los senos etmoidales(etmoiditis) y celulitis peri-orbitaria, una complicación grave que pudo haber terminado en meningitis y que necesitó siete días de internamiento y 14 días de antibióticos a altas dosis.
Padres: no se sorprendan cuando le pidamos a su hijo consultas oftalmológicas, aunque esté sano, lo enviemos al odontopediatra con sus dientes de leche o le pidamos una evaluación cardiovascular a muy temprana edad. Eso se llama prevención. Y por favor, no inventen con los ojos de sus hijos.
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