Cuaresma y habichuelas con dulce
Una tradición se resiste a despedirse: preparar y compartir habichuelas con dulce, uno de los platos más emblemáticos y queridos de la gastronomía dominicana, reina absoluta de la Cuaresma
Vivimos tan rápido que pocas tradiciones permanecen. Las antiguas celebraciones de Cuaresma o Semana Santa se han ido perdiendo. Pocos recuerdan la solemnidad de un viernes santo sin música y en estricto silencio, o la costumbre de abstenerse colectivamente de ciertos alimentos.
A veces por “modernidad”, otras porque no hay quien compre bacalao con estos precios….
Sin embargo, una tradición se resiste a despedirse: preparar y compartir habichuelas con dulce, uno de los platos más emblemáticos y queridos de la gastronomía dominicana, reina absoluta de la Cuaresma.
Para el neófito en estos temas, la especial combinación de una habichuela con dulce le produce estupor: en teoría, es químicamente improbable mezclar habichuela con diferentes tipos de leche sin que explote. Pero, además, se le agrega batata, azúcar, clavo, canela, nuez moscada, pasas, galletitas... ¡una bomba!
Fuera de nuestro país es un plato virtualmente desconocido y, a menos que te lo prepare un dominicano, nunca va a saber igual. El elemento temporal también es importante. Salvo por un antojo de embarazada, es difícil ver habichuelas con dulce en Navidad, o en agosto, por ejemplo.
Conexión emocional
Es como si el tiempo y el sabor estuvieran emocionalmente conectados en nuestro subconsciente cultural.
Agréguele a lo anterior que “cada cocinero tiene su receta”; que no le importa compartir con medio barrio infinitas tacitas de habichuelas con dulce, pero jamás su ingrediente secreto; y que no importa que se prepare mucha cantidad:
- se guarda en la misma paila en la nevera y luego, vasito a vasito, se va agotando... hasta el próximo viernes de Cuaresma.
Sobre este plato también se puede abundar acerca de sus bien conocidas características “rompe grupo”: la mezcla de habichuela, leches de varios tipos y evidentemente la batata, ese vívere tan humilde pero tan rico en antioxidantes, provoca abundantes gases a nivel intestinal y, bueno, tienen que salir.
Digamos que hay personas que agradecen la soltería después de una buena panzada, a la que le sigue, inevitablemente, una siesta, aunque sea de noche.
Ya con los fogones encendidos, el proceso de preparar unas habichuelas con dulce es relativamente sencillo, aunque laborioso, por lo que agradece compañía: es que la gracia de ablandar, batir, colar, pelar, ajustar y esperar moviendo hasta que espese tiene que compartirse.
También para comenzar a anunciar entre familiares, vecinos y conocidos que las habichuelas ya comenzaron a hervir (en cibaeño, “jeivei”) y que el que no llega temprano, no toca.
En una nota personal y a mucha honra, este fue el año en que doña Himilce le pasó su receta secreta a su nieta Salomé, encomendando su sabor y sus trucos a la posteridad. La tradición familiar está garantizada.
Finalmente, degustar una taza de habichuelas con dulce, compartirla en un gesto de amistad, constituye uno de los mayores placeres del paladar... y de la Cuaresma. Afortunadamente es una tradición que no tiene fecha de caducidad y es de las mejores razones para sentirse dominicano.
¿Ya usted preparó la suya?
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