Nuestros niños enferman y mueren de lo mismo
Solo en febrero murieron 34 neonatos en un hospital del país
Hace 4 décadas cuando terminábamos la carrera de medicina que nuestros recién nacidos enfermaban y morían por sepsis (infecciones), prematuridad y complicaciones respiratorias. Hoy, 40 años después, nuestros niños, en su primer mes de vida, la etapa de mayor vulnerabilidad del desarrollo humano, siguen enfermando y muriendo de lo mismo. Solo en el mes de febrero pasado, fallecieron 34 recién nacidos en un hospital importante de la capital dominicana, y 2 meses después de lo acontecido es que el país se entera de esa tragedia, gracias a la información proporcionada por un programa televisivo de investigación periodística.
¿Qué está pasando? ¿Dónde está la vigilancia epidemiológica? ¿Por qué el país y los profesionales que trabajan en el sector salud no fueron informados y alertados a tiempo? ¿Es cierto entonces lo que afirman nuestras autoridades, banqueros, empresarios y economistas, que el país está en las vías del desarrollo?, ¿O será que los indicadores nuestros de desarrollo son distintos?
Todos los dominicanos somos responsables de dar respuestas a esas interrogantes. Como ciudadanos, como instituciones y como autoridades. Y, en el renglón SALUD, los profesionales de ese sector, tenemos una gran responsabilidad, un deber aún no bien cumplido. Y los gobiernos con una mayor cuota. Trabajando en las tareas que pondrán al país en las vías de un desarrollo real. Que son distintas al amiguismo, a las dádivas y a la improvisación.
Para el periodo 2019-2020 el gasto público del PIB en salud pública de algunos países de la región fue: Cuba 10.47%, Colombia 5.98%, Costa Rica 5.38%, El Salvador 4.71%, Ecuador 4.86%, Perú 3.36%, Chile 4.8%, República Dominicana 2.82%, Haití 0.5%. Escala en la que solo Haití está por debajo de nosotros (Datos oficiales de la OMS).
DESIGUALDADES: nunca desaparecerán por completo, pero es responsabilidad de todos disminuir las brechas existentes. En un país, donde un sector minoritario tiene el derecho a prevenir la enfermedad y la muerte, y la gran mayoría, obligada a enfermarse y cuando busca la cura a su enfermedad, encuentra centros hospitalarios insalubres, sin agua corriente, sin luz eléctrica, sin medicamentos y otros insumos de manera permanente. Con muchos de sus dirigentes nombrados más por su afiliación partidaria que por su capacidad y vocación de servicio. Con un personal mal pagado y tanto ellos como los pacientes, que no disponen de espacios decentes para satisfacer sus necesidades más elementales de higiene personal.
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