Aprender a olvidar y perdonar
Según pasan los años los recuerdos se pierden en una neblina y confundimos las cosas creyendo que las hemos vivido
Cada vez que olvido, invento algo que lo sustituya. El olvido puede ser alegría si queremos. Ayer, hablando con un amigo, me recordaba cosas que te juro estoy seguro nunca sucedieron, me contaba anécdotas vividas juntos que para mí jamás las viví. ¿Será la edad?
Según pasan los años los recuerdos se pierden en una neblina y muchas veces cosas que debieron haber sucedido las confundimos creyendo que las hemos vivido.
José, un amigo de infancia, encontró la solución a la pérdida de memoria. Un día me comentó que había comenzado a reinventar su vida, que con los episodios repletos de fracasos y errores los había reconstruido, primero, borrándolos definitivamente y luego ubicando los recuerdos que prefiere para su crecimiento como persona sana.
-¿Y cómo así? -le pregunté.
-Es fácil, un proceso de sanación interior, no me puedo morir con tantas heridas en mi vida. Todo empezó con un juego, y no te puedes imaginar el bien que me ha hecho. Las heridas muy profundas me condujeron a un proceso de perdón, algunas más difíciles de perdonar que otras, pero en la medida en que me fui despojando de esos momentos dolorosos mi vida fue cambiando paulatinamente. Otras heridas se han borrado solas, perdidas en el olvido y nada hago para recuperarlas. Eso que dicen 'que mientras menos carga tengas más liviano caminas' es cierto. Llega un momento en que casi puedes flotar y dentro te va surgiendo una fuente de alegría y emociones jamás experimentadas.
Mientras mi amigo habla no dejo de impresionarme. En su rostro una placidez envidiable, él, como yo, cerca de los 80, arrugas repartidas, poco pelo y ojos nublados por los años.
-Entonces me recomiendas que suelte, que me desprenda de las cargas de dolor acumuladas, ¿y si no puedo?
-Podrás -me dice enfáticamente-. Pon tu mente en blanco y comienza a pedir el olvido.
Me río. José parece un gurú de los que camina sobre fuego, de los que ayunan semanas completas, me alegra verlo feliz o intentando serlo.
-Un día te vas a sorprender tú mismo del paraíso que has construido y cuando te toque partir será más fácil. Otra cosa que te aconsejo -aquí pone cara de sabio, tuerce la boca y pestañeando mucho me dice-, no tiene sentido que el poco tiempo que nos queda nos amarguemos con detalles que nos arruinan los días. Acepta lo que no puedes cambiar, abre solo tu álbum de recuerdos hermosos para los días en que se te nuble el horizonte y perdona, perdona y perdona. Alégrate con lo pequeño, con la luz que percibes cada mañana, con la sonrisa de tus nietos, con el agua que brota de la ducha, con el paisaje que observas desde tu ventana, con el abrazo de un hijo, un amigo o quien sea… alégrate siempre. La belleza está en tu mirada, el amor está en tu corazón y, por último, hermano Freddy, descubre que la verdadera felicidad está en amar y servir a los demás. Cursi, ¿verdad? Pero es la verdad más poderosa.
Y contentos nos bebimos un café y aseguro que es el café más sabroso que me he bebido en mucho tiempo.
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