Una eñe que no quiero escribir
Falleció Javier Marías
Esta es una Eñe que no quiero escribir. Esta es una Eñe que me habría gustado escribir cuando todavía tenía esperanza, la esperanza de una palabra más, de una página más, de una novela más. Cuando Javier Marías publicaba una novela yo era la primera en acercarme a una librería y conseguir un ejemplar; solo ese ejemplar. Algo raro en mí, que siempre salgo de las librerías con los brazos llenos de libros. Una lectora impenitente como yo lo dejaba reposar en mi mesa de lectura tanto como era capaz de soportar la tentación. Una novela de Marías significaba para mí un tesoro sin abrir, que paladeaba con anticipación y cuya lectura prolongaba para no tener que volver a esperar una nueva novela de Marías. Cuando por fin me decidía a empezar, leía y releía para dilatar el placer de volver a leer a Marías. Hoy tengo ya la certeza de que nunca regresará esa sensación. Cuando supe la noticia de su muerte me acerqué al estante de mi biblioteca donde reinan todas sus obras, pasé la mano por los lomos y acallé, solo un poco, mi inquietud. Los lectores somos así de egoistas. Hoy nos duelen como nunca las palabras de su editora, Pilar Reyes: «Si Javier Marías tenía un primer párrafo, tenía una novela». Ya no habrá más primeros párrafos. Así empieza lo malo. La negra espalda del tiempo nos ha robado a Marías. Veneno y sombra y adiós. Me pongo en pie y, con Jacinto Antón, proclamo con voz temblorosa «Todos de luto en Redonda, el rey ha muerto».
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