La vida es esta noche
Me propuse vivir con intensidad valorando el momento como un único tesoro
Desde que tomé conciencia de que no saldría vivo de esta vida, algo en mí me indicó que tenía que celebrarla con lo que fuera. Fue algo natural, espontáneo; las medicinas, la comida, todo lo que existe tiene fecha de vencimiento y también yo. Duro golpe. Entendí que la vida era prestada, que debía de tomarla más a la ligera, que nada me llevaría conmigo y lo único que podría atesorar eran las experiencias y los logros. Me propuse vivir con intensidad valorando el momento como un único tesoro. Somos el momento que vivimos, la vida es esta noche, me dije un día, mañana no sabré si respiraré de nuevo. Cierta levedad se instaló en mi corazón, supe que algunas preguntas nunca tendrían respuesta, que agonizar con intentar responderlas me tomaría todo el tiempo de mi existencia y que aun así me iría sin respuestas. Tomé conciencia de que era un pasajero en tránsito, de que todo era prestado, hasta las cosas más esenciales como la esposa, los hijos, la familia, amigos, trabajos y posibles riquezas eran un préstamo a corto, mediano o largo plazo. "¡¡¡Ah Dios, -me dije- mira que eres divertido!!! Tal como propones no me tomaré la vida en serio, no tiene sentido, la tomaré con responsabilidad como préstamo otorgado pero no en serio, total, al final, las huellas las borrará el tiempo".
No soy filosofo, ni siquiera pensador profundo, soy uno más que deambula en una media isla, que hay días que sueña con descubrir ese mañana que nos tienen prometido, ese mañana del cual no sabemos nada porque los que se han ido se niegan a comentar ni dar señales. Cuando era muy niño me inculcaron la fe y ha sido el mejor regalo, me hablaron de una eternidad donde viviríamos para siempre, me llevaron de la mano por el evangelio y me presentaron un Mesías que nos promete una verdadera vida sin dolores ni tristezas, una vida donde el amor al fin tendría toda su dimensión. Supe muy temprano que tendría que dar un salto al vacío y sin malla, que tendría que confiar, atreverme a creer entendiendo que esta vida no es más que un ensayo de la verdadera que viene, que tendría que ser un buen actor aprendiéndome las líneas y siguiendo las reglas de vida ya plasmadas en un libro sagrado, que tendría la oportunidad de rechazarlo en mi absoluta libertad y vivir a mi manera. La apuesta estaba hecha, señalado el camino, la ruta al verdadero descubrimiento donde me esperarían todas las respuestas. Cada día me levanto entendiendo que el mejor regalo que ningún ser humano puede recibir es la fe, pero que esa fe es muy frágil y tiene que alimentarse como la vida misma, apostando al amor en su más grande dimensión. Acepto el reto.
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