Aún respira: signo de negación ante fallecimiento de un ser querido

Ante una muerte inesperada es común la sensación de irrealidad, explica la psicóloga Arelis Peguero

La negación es la primera etapa del proceso de duelo. (Shutterstock)

El fallecimiento de un ser querido es un suceso difícil de asimilar, razón por la que el cerebro busca mecanismos para protegernos, incluyendo la falsa percepción de que la persona respira o se mueve. 

Así lo refiere la psicóloga clínica Arelis Peguero, al ser consultada por Diario Libre a propósito del caso del joven de 27 años de Cancino Adentro, Santo Domingo Este, que familiares aseguran que daba señales de vida pese a haber sido declarado muerto. 

“Lo más característico en una muerte inesperada es la sensación de irrealidad”, indica la especialista en duelo, intervención en crisis y trauma y sentido de vida de Mentalmente Centro Integral de Salud Mental. “Cuando hay una percepción colectiva de que una persona se ha levantado o ha mostrado evidencia de estar vivo, conviene la asistencia de especialistas que confirmen la situación”, continúa.

Aunque por lo regular la negación se concibe como negativa o “no beneficiosa” para el doliente, Peguero explica que, durante los primeros momentos de conocimiento de la pérdida, cuando se recibe el impacto de la noticia, esta se convierte en un protector para la salud mental.

“Nos ayuda a amortiguar el golpe de la noticia y el dolor, y nos permite un espacio de tiempo para asimilar aquello que es imposible aceptar, porque sencillamente no lo creemos posible. En ese momento, la negación juega un papel importante de conservación”, refiere.

Este mecanismo de defensa pasa a ser dañino cuando, culminados los rituales que se realizan en procesos de pérdida, la persona se mantiene esperando que suceda algo diferente que revierta el evento ocurrido. En la medida en que el proceso de negación se prolongue en el tiempo, más dificultades tendrá la persona para aceptar la realidad.

Las fases del duelo

La negación es la primera etapa del proceso de duelo. Esta puede darse al mismo tiempo que el shock, dice la profesional de la salud mental. Esta situación puede tomar días hasta que la persona va asimilando el evento que vive.

Luego se pasa a una etapa de protesta, en la que se producen una serie de cuestionamientos sobre lo que se vive, el por qué y la posibilidad de haberlo evitado. “En estos momentos hay una gran pérdida de energía, que, sumado al dolor de la muerte, genera un mayor sufrimiento en el doliente”, señala.

En la siguiente etapa, de desorganización, es necesario que la persona empiece a asumir roles, sobre todo en los casos en los que el fallecido tenía responsabilidades importantes para la funcionalidad del hogar, por ejemplo. El doliente se da cuenta de que debe empezar a encargarse de nuevas tareas, a hacerse cargo del día a día, en muchas ocasiones sin contar con las herramientas necesarias para ello, lo que genera más frustración y angustia. 

En la fase de reorganización, que es la más ardua en términos de demanda del doliente, se afronta poco a poco la nueva situación y se reorganiza la propia existencia. La persona logra una autonomía en su vida y encuentra nuevos motivos para seguir adelante.

“Es importante saber que el duelo no es un proceso lineal y que cada situación y persona son únicas por lo que, ante todo, debe respetarse el proceso que vive el doliente y no asumir que sucederá lo mismo para cada persona”, explica.

Cuando no se acepta la realidad de la muerte, de acuerdo con Peguero, se puede prolongar el proceso de duelo de manera indefinida, generando en la persona situaciones de tristeza, depresión, angustia o dificultades para socializar. Todas esas situaciones emocionales pueden repercutir a nivel físico. 

“Se sabe de casos de duelo no manejados adecuadamente que han terminado en adicciones, buscando escapar de tanto dolor a través de mecanismos que anestesien esto que viven”, dice. “De igual forma, se da una disrupción en las relaciones familiares, sociales y laborales, llevando a la persona a un aislamiento”.

Recomendaciones para salir de la negación

A aquellas personas que se niegan a aceptar la pérdida de un ser querido, la experta recomienda, en primer lugar, tener presente que el duelo es un proceso natural que lleva consigo dolor y sufrimiento, y que negarlo de forma persistente termina haciendo más daño. 

Otra sugerencia que ofrece es hablar de las emociones, no aguantarlas u ocultarlas para proteger a otros. Aunque se tiene la creencia de que hay que ser fuertes en situaciones como estas, no hay que ser ejemplo para los demás, ya que de esta manera nos privamos de ser sinceros en nuestras vivencias.

“Si asumimos la normalidad de la muerte y lo que ella implica para nosotros, si somos compasivos y confiamos en que seremos diferentes después de este proceso e integramos amor en nuestras vidas, si aprendemos a pedir ayuda y dejamos de lado sentimientos de culpabilidad e ira, podremos salir adelante”, asegura. 

En caso de que haya un estancamiento, pensamientos recurrentes de lo que no es posible cambiar o perdida de la energía y el deseo de salir adelante, sugiere buscar acompañamiento de un profesional de la salud mental con especialidad en temas de duelo. “Siempre tenemos la posibilidad de decidir cómo responderemos a los retos de la vida”, concluye.

Periodista de Revista. Le apasiona escribir sobre salud mental y relaciones de pareja. De no ser periodista, sería psicóloga con un blog.