Cuando papá no está
¿Cómo se celebra un día de los padres cuando tu padre ya partió a otro plano?
Un pensamiento pretende asomarse a ensombrecer mis días desde que inició el mes de julio.
“¿Cómo se celebra un día de los padres sin padre?”.
Les cuento que tuve un padre muy presente. No me refiero a ese tipo de ausencia del papá que sale a comprar cigarrillos y no regresa. Me refiero a que mi padre no está en este mundo, que ya falleció. Este sería mi primer Día de los Padres sin mi papá.
Así que reemplazamos ese pensamiento intrusivo por este:
“¿Cómo se celebra un día de los padres cuando tu padre ya partió a otro plano?”.
De mi parte, no hay asomo de dolor en esta pregunta porque ya viví mi duelo. No crean que no lloro. Ahora mismo, mientras escribo esto, estoy llorando. Identifico mis sentimientos en el momento que están ocurriendo, que es ahora. Me siento un poco nostálgica, tranquila, llena de amor y agradecimiento.
La nostalgia es porque extraño a mi papá. Sin embargo, lo percibo todo el tiempo y en todos lados. Tengo la certeza de que su energía, o su espíritu o un pedacito de su alma se quedó aquí conmigo. Extraño su risa, su voz, darle un abrazo, sus chistes negros, su bigote tupido y negro (aunque su pelo ya era blanco, él insistía en teñirlo), sus historias de aventuras heroicas, como cuando fue encarcelado y torturado en La 40, cuando tenía diecisiete años junto a once de sus compañeros por oponerse al gobierno de Trujillo. Lo recuerdo valiente, fuerte, seguro, compasivo, apuesto.
Así de importante es reconocer las emociones en el momento que las sentimos. Darles espacio. Y eso incluye todas las emociones que surgen en períodos de dolor cuando la muerte se lleva a un ser querido: shock, ira, miedo, decepción, culpa, desesperación, confusión, arrepentimiento, tristeza. También es importante la manera en la que nos relacionamos con el dolor. Y eso lo aprendí precisamente de mi papá. En sus últimos años, antes de enfermar de Demencia en los Cuerpos de Lewy, un tipo de demencia, me apoyaba en todo y conversábamos mucho.
Él me enseñó, a través de su experiencia con los esbirros, torturadores y matones de Trujillo, que el ser humano, ante los hechos más trágicos y crueles, tiene la capacidad innata de abordar todas esas emociones desagradables de un modo profundamente curativo. Jon Kabat Zinn, padre del mindfulness dice que “el dolor, en cualquiera de sus manifestaciones – físico, emocional, social, existencial y espiritual - forma parte de la condición humana y resulta, en ocasiones, inevitable.” Concluye asegurando que, aunque el dolor es ineludible, el sufrimiento, es opcional. Y a ese punto, volveré más adelante.
Antes de caer sumido en el limbo de la demencia, tuvo revelaciones sobre esa época lejana pero no olvidada de su vida. Me contó que, por mucho tiempo, lo embargó una profunda rabia e impotencia y que no entendía cómo el hombre podía hacer cosas tan horribles a otro hombre. Sin embargo, me dijo que también había entendido, poco a poco, que él no había tenido el control del comportamiento de esos hombres. Terminó enfrentándolo de la forma que él asumió podía ayudarlo. Dejó la bebida, el cigarrillo y con una disciplina férrea se envolvió en el deporte. Fue un jugador de softball muy premiado y profesor de taekwondo en uno de los clubes privados de mi ciudad. Cada vez que golpeaba el saco de arena que colgaba en nuestro patio, de alguna manera, hacía terapia. Creo que llegó a la conclusión que de lo único que tenía control era de su propia conducta, la libertad de escoger su propio camino.
¿A qué me refiero cuando digo más arriba que el sufrimiento es opcional? Pues que tú eliges si quieres aumentarlo o vivirlo hasta que pase.
Esto te puede ayudar si eliges la segunda opción:
- Si no sabemos manejar nuestro sufrimiento, hacemos que otros sufran.
- Podemos investigar y familiarizarnos con el sufrimiento.
- Estar atentos mientras sufrimos, más presentes que nunca, sin evadir el momento.
- No evitar las emociones desagradables.
- Observar nuestros pensamientos. Estos, cuando son recurrentes y negativos, no sanan la herida, sino que la agrietan más. Aferrarte a una narrativa mental, hace que el sufrimiento aumente y persista.
Todos los días, cuando medito, repito mis mantras. Y uno de estos es: “Estoy bien con lo que surja”, porque amigos, todo cambia, nada perdura de la misma forma que lo conoces. No digo que todo termina, porque para mí la muerte, además de ser inevitable, no es el final, es solo un cambio más.
Así que papi, en ese lugar que estés, disfruta tu día, gracias por tanto. Te amo.
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