Una joya de tienda para Mónica Varela
La interiorista Giulia Ruggiero tradujo el universo pétreo y áureo de Mónica Varela a un idioma de hierro pintado, espejos y piedra en su tienda de la avenida Abraham Lincoln
El diseño de la tienda de Mónica Varela Jewelry, con sus 145 metros cuadrados destinados a espacios de exhibición, oficinas administrativas y taller de producción, en realidad comenzó con unos objetos de unos 15 centímetros de altura: unos exhibidores metálicos para los componentes de la entonces nueva colección Uluzüi. Era otro momento para la marca: Varela había comenzado a vender sus piezas de joyería directamente desde su casa, y entonces se estaba aventurando a distribuirlas a través de tiendas de terceros y ferias. Para eso necesitaba unas piezas de exhibición que, en vez de pasar desapercibidas, ayudaran a comunicar el universo estético que tenía en su cabeza: un lugar entre las geometrías abstractas que tanto le llamaron la atención durante sus estudios en SCAD y los vívidos tonos de azul, verde y arena que tenía de sus recuerdos de viajes a Samaná. Ahí comenzó, por recomendación de amistades, su relación con la diseñadora Giulia Ruggiero: ella creó, entre láminas de hierro galvanizado, piedra y madera, las distintivas peanas que dieron pie hoy al mobiliario, la decoración y el espíritu de su primera tienda.
Ruggiero, italiana de nacimiento pero desde hace siete años una dominicana honoraria, entendía perfectamente el universo vareliano: la marca, ella intuyó, habla de un femenino atrevido, de geometrías abstractas y de materiales maximalistas en expresiones minimalistas. Por eso, Varela no dudó en comisionarle el interiorismo del local, ubicado sobre la avenida Abraham Lincoln. Su lista de peticiones era intrigante: “Yo quería un ambiente con una energía hogareña, que lograra que la gente se sintiera bienvenida”, explicó la diseñadora de joyas. “Quería un lugar donde pudiera tener reuniones de negocio pero también andar descalza. Unos muebles que se queden pero que cambien periódicamente. Y un baño que fuese más que un baño. Sí, yo hablo en jeroglíficos, pero ella me entendió”.
En efecto, le entendió: la respuesta vino con espacios y objetos polivalentes. Por ejemplo, tras un separador móvil en el ala izquierda del local, Varela puede recibir visitas para reuniones en un enorme sofá, que luego se transforma en un lounge para, entre otras cosas, sentarse descalza. Los muebles de exhibición tienen partes estáticas, pero debido a una inteligente combinación de piezas de acrílico intercambiables sobre una base de espejos, piedra y metal, es posible refrescarlos cada temporada. El baño, la pieza de resistencia del establecimiento, ofrece una muestra condensada de todos los materiales, las siluetas y el contenido de la tienda: desde un tríptico de exhibidores de joyas con fondos en terciopelo hasta bandejas para depositar los anillos al lavarse las manos y una serie de muebles curvos y coloridos —incluyendo uno que sirve de base a un punto marcado como ideal para tomarse fotos para Instagram—. Estos elementos, diseñados por Ruggiero y producidos por maestros como Jean Gómez de JR Gómez Herrería y Tony Camilo de Claro Oscuro Ebanistería, parecen haber salido de los coloridos interiores redondeados de las piezas de la popular colección Hurita. “Al final, esta tienda refleja las dos características principales tanto de Mónica como de su marca: es tan pura como dinámica”, concluyó la interiorista.
Contenido original de Design Week RD.
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