Pecar de orgullo
Los lectores que hayan aceptado mi propuesta y se hayan aventurado a la consulta en línea del Nuevo diccionario histórico del español ya habrán descubierto el porqué de mi elección de la palabra añafil para ejemplificar la consulta. Ya les dije que no era azarosa. Es esta entrada una de las primeras en las que podemos encontrar los frutos de la colaboración de la Academia Dominicana de la Lengua en los trabajos de redacción de esta obra monumental.
Por el resumen de la historia de la palabra sabemos que se documenta por primera vez en uno de los manuscritos del Libro de Alexandre en el año 1250 con la acepción de ‘instrumento musical de viento parecido a la trompeta, pero recto y largo’. Con el andar de los años también se usa para denominar a la ‘persona que toca el añafil’, acepción que está documentada desde 1595 y que supera en aceptación al derivado añafilero hasta el siglo XX.
Y aquí empieza nuestra parte. El NDHE registra cómo en la República Dominicana se documenta con la acepción ‘cosa inútil o de escaso valor’ desde 1930, en el Diccionario de criollismos de Rafael Brito, nuestro primer diccionario dialectal. También da cuenta de que la palabra ha desarrollado la acepción ‘pliegues del ano’, de uso vulgar, popular y coloquial, para la que aporta como fuente nuestro Diccionario del español dominicano.
Y permítanme pecar de orgullo, un orgullo que me gustaría que fuera compartido. No se hacen una idea de lo que significa para una lexicógrafa consultar una obra histórica para nuestra lengua, histórica en varios sentidos, y encontrar su pequeño aporte, pequeño como un granito de arena, para el conocimiento de nuestras palabras, de aquí, de allá, de todos.
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