Guainía, la región colombiana que decora los acuarios del mundo
Los pescadores indígenas de la región colombiana de Guainía acuden a diario a la finca de Ernesto Rojas para venderle pequeños y coloridos tesoros vivos
Los pescadores indígenas de la región colombiana de Guainía acuden a diario a la finca de Ernesto Rojas para venderle pequeños y coloridos tesoros vivos sacados de una selva bañada de ríos.
Septuagenario, canoso y sereno, Rojas es uno de los principales comerciantes de peces ornamentales de la ciudad de Inírida (sureste), capital del departamento de Guainía. Hace 50 años se dedica a este negocio, que describe como "muy bonito" y "arriesgado".
Rojas compra peces sacados de los abundantes ríos de esta región- cuyo nombre en lengua indígena significa tierra de muchas aguas- y alberga una riqueza natural única en Colombia, país que acoge la COP16 sobre biodiversidad desde el lunes.
El comerciante conserva los peces en estanques enrejados para protegerlos de las aves depredadoras. Luego los vende a exportadores ubicados en Bogotá, desde donde los peces viajan a las principales ciudades de Estados Unidos, Asia y Europa.
Rojas habla rodeado de pequeñas bolsas plásticas repletas de peces que nadan a ninguna parte, apresurados y en círculos. Sus asistentes usan un cilindro para inyectar oxígeno a presión en cada bolsa y así mantener vivos a los animales durante el trayecto aéreo de poco más de una hora hasta Bogotá.
"La joya de la corona"
Entre la antología de peces, están las sapuaras, que son "bonitas pero ariscas".
También los diminutos cardenales, que flotan tranquilamente en grupos y parecen emitir una luz fluorescente. Y desde luego el escalar, "la joya de la corona", un bumerán de aletas largas y estilizadas adheridas a un cuerpo redondo y casi plano, no más grande que un portavasos.
La variedad Altum, que solo se da en estas aguas, tiene unas vetas negras y rojas que los hace apetecidos por los coleccionistas. Rojas los compra por el equivalente a dos dólares. Luego de pasar por varios intermediarios llegan al mercado estadounidense, donde llegan a valer hasta 150 dólares cada uno.
"Tanta belleza reunida en un cuerpo tan pequeño", suelta Rojas mientras examina su próximo cargamento, que contiene entre 600 y 800 escalares.
Sostenibilidad y sustento
"Después de recorrer casi todo el país, por accidente llegue aquí (…) y vi muchos peces, creo es el sitio donde más hay peces" ornamentales en Colombia, explica el comerciante.
En efecto la región concentra el 60% de las 521 especies autorizadas para la venta, según la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap), que regula el negocio en Colombia. La entidad registró 526 toneladas de peces exportados durante 2023, que representaron ingresos por unos 6 millones de dólares.
En una ciudad desconectada de la red vial nacional y a la que solo se puede llegar en avión o luego de una travesía de varios días por ríos, la pesca ornamental es "uno de los renglones más fuertes de la economía, del aparato productivo local", dice a la AFP Oscar Javier Parra, director de la autoridad ambiental local (CDA).
Con el objetivo de cuidar la "sostenibilidad" de esta pesca las autoridades establecen una veda de siete semanas al año, usualmente entre comienzos de abril y junio. Para algunas especies como el escalar, la veda empieza varias semanas antes.
"Es un negocio reglamentado con unas muy buenas prácticas", explica Parra.
Pesca supervisada
El Estado también vigila que un puñado de especies que se consideran vulnerables como las pirañas y el enorme y colorido tucunaré no sean extraídas de las aguas oscuras y ricas en minerales del río Inírida y sus afluentes.
Esta carga química en el agua sería en parte responsable por los particulares colores del Escalar Altum y otras especies exclusivas de la región.
"Ver a un animal perdiendo su libertad para el disfrute y gozo de una persona que sí la tiene" es una afrenta para los animalistas, reconoce Parra.
Sin embargo, el director de la autoridad ambiental resalta que la pesca ornamental -que se hace de forma artesanal, con pequeñas redes- es una actividad de bajo impacto en una región donde el principal motor económico es la minería ilegal de oro, que arroja cada año cantidades enormes de mercurio a las aguas.
"Si se llega a cerrar (prohibir) este bien que son los peces ornamentales sería peor” para el medioambiente, sentencia Parra.
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