"Hay realmente un gran peligro de que el Holocausto pierda su significancia"
El Holocausto es un crimen según el derecho internacional, en virtud de la resolución 96 de la Naciones Unidas.
Casi 80 años después de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, la historia tiene el reto de contar el genocidio para que las futuras generaciones no olviden el pasado. El inexorable paso del tiempo lleva a que las voces de muchos sobrevivientes del Holocausto estén desapareciendo. ¿Y qué pasará cuando se apaguen? ¿Cómo se podrá explicar el mayor genocidio de la historia del siglo XX con un incremento del antisemitismo ligado a la guerra en Oriente Medio? RFI conversa con expertos y sobrevivientes al respecto.
El juicio de Nuremberg tuvo grandes consecuencias en la historia reciente de la humanidad. Una de ellas, es que ayudó a impulsar el término genocidio, acuñado por el abogado especialista en derecho internacional, Raphael Lemkin. En base a su trabajo, la Asamblea General de la ONU adoptó en 1948 la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, el primer tratado de derechos humanos de la era moderna.
El Holocausto fue un genocidio (“el más documentado del mundo” por el gran número de información de la que se dispone, apunta el director de la Fundación Auschwitz de Bélgica, Fréderic Crahay, en conversación con RFI) y es un crimen según el derecho internacional, en virtud de la resolución 96 de la Naciones Unidas. ¿Pero cómo se explica un genocidio como la Shoah a las nuevas generaciones? ¿Cómo es la transmisión de la memoria a medida que los supervivientes desaparecen? ¿Qué efecto puede tener las tensiones geopolíticas actuales en la explicación de la Shoah?
“Hay realmente un gran peligro de que el Holocausto pierda su significancia. Las víctimas tienen una resonancia emocional, una legitimidad moral, son muy importantes (…) yo no puedo transmitir [lo ocurrido] de la misma forma, porque yo no lo viví, y eso es irremplazable”, reflexiona Nico Wouters, historiador belga especializado en la Segunda Guerra Mundial y en la ocupación nazi de Bélgica. Wouters teme que la historia del Holocausto acabe por convertirse en un hecho histórico más, “como lo fue Napoleón”.
“Una persona mayor que muere, es como cuando se quema una biblioteca, es irremplazable”, admite Fréderic Crahay. En el caso de los supervivientes del Holocausto es especialmente evidente, argumenta, y explica que el impacto que tienen las historias de las víctimas cuando visitan las escuelas a contar su historia (y para que lo ocurrió no se olvide) es siempre mucho mayor que cuando lo cuenta un profesor.
“Algunos de los supervivientes tenían la misma edad que los estudiantes a los que se dirigen en el momento en el que ocurrieron los hechos (…) una vez viví cómo un superviviente pidió a los estudiantes que cerraran los ojos mientras contaba su historia, porque no quería que le vieran cómo el señor mayor que él era, sino como el joven que era entonces, el que tenía más o menos su misma edad cuando fue arrestado y llevado a Auschwitz. Por supuesto, el impacto que tienen historias así está desapareciendo”, reflexiona Crahay.
“Yo no tuve niñez, eliminaron la niñez de mi vida"
Irene Shashar sabe muy bien qué es contar el Holocausto. Ella es una sobreviviente. Tiene 86 años y ahora vive en Israel, aunque nació y creció una parte de su infancia en Polonia, para luego instalarse en Perú. Irene, nacida Ruth, cuando apenas tenía 3 años, fue forzada a vivir en el gueto de Varsovia, pero cuando su madre y ella después de una salida en busca de comida se encontraron con su padre asesinado en el suelo de la cocina, decidieron escapar.
Su madre le cambió el nombre y le puso Irene, convivieron en las alcantarillas hasta cruzar a la otra punta de la ciudad, donde se escondieron durante años. Irene tuvo que vivir en pequeños armarios, con su muñeca. Su madre le decía que se portara bien, que no hiciera ruido y que no la llamara, y que aquello terminaría pronto. “Yo pensaba que dependía de mí de que la Segunda Guerra Mundial acabara”, contó en el Parlamento Europeo.
“Yo no tuve niñez, eliminaron la niñez de mi vida, desgraciadamente”, cuenta en conversación con RFI. ¿Cómo una se repone a eso? Pues te levantas y sales adelante con la esperanza de que el día de mañana será mejor. Si te quedas empapada en tu propio barro, va a ser difícil avanzar, los zapatos se ensucian con el barro, pero para llegar al meta, hay que hacer un trabajo duro”, explica. “Mi victoria es lo que traje al mundo, yo hice lo que Hitler no quería que hiciera (…) soy madre, soy abuela, ya tengo a dos generaciones tras de mí, y mis nietos si tienen hijos, ya serán tres generaciones”.
Por ello, Irene sigue contando su historia. En Naciones Unidas, en el Parlamento Europeo y en las escuelas. Admite que “es un peligro” que a medida de, que pase el tiempo, la Shoah pueda perder su significancia. “Voy a escuelas y cuento todo el tiempo mi historia y su moraleja y así pasar mi mochila. No puedo decir que no me entiendan, pero no pueden entrar en mi alma para saber lo que yo viví, pero a través de los libros que hemos escrito muchos sobrevivientes; el trabajo del Yad Vashem (el Museo Memorial sobre el Holocausto en Jerusalén) podemos así entrar en la mente de las generaciones venideras, que entiendan que fue tan infernal lo que sucedió que jamás, jamás pueda repetirse”, cuenta.
Irene, de hecho, escribió un libro. Pero no uno cualquiera si no uno a las futuras generaciones, llamado “Yo le gané a Hitler. La verdadera historia de Irene”, un libro para niños en que cuenta como ella se llamaba Ruth y que su infancia fue muy distinta a las demás, pero que ahora vive para contarlo. La sobreviviente cuenta que sufre por la situación actual en Oriente Medio. “Para mí el 7 de octubre fue como déjà-vu, como cuando yo estaba en Varsovia a los 7 años, escondiéndome en refugios, contra las bombas (…) el 7 de octubre ha cambiado de alguna forma el comportamiento de los israelíes. Para mí, como sobreviviente, esto ha sido una tragedia”, cuenta.
"El odio del pasado continúa vivo"
Para Sashar, el 7 de octubre existe “un resurgimiento del antisemitismo” y “muestra de que el odio del pasado continúa vivo”. “Los judíos vuelven a no sentirse seguros en Europa. Después del Holocausto, esto es inaceptable. 'Nunca más’ debe significar de verdad nunca más”, argumenta. “Yo tengo un sueño: que mis hijos, todos los niños, vivan en Oriente Medio en paz, libre de odio, sobre todo para nosotros los judíos. En mi sueño, los judíos encuentran seguridad en cualquier lugar donde eligen establecerse. Y el antisemitismo es finalmente algo del pasado”.
Los números lo demuestran. El antisemitismo ha aumentado en Europa. Bella Swiatlowski, sobreviviente del Holocausto, fue una niña escondida por sus vecinos después de que sus padres fueran deportados en Bruselas, y cuenta que conoce casos de personas que ya no se atreven a colocar la mezuzá (un pequeño pergamino que tiene versículos de la Torá y se coloca en una cajita de madera a la derecha de las puertas de las casas) por amenazas antisemitas.
El número de actos antisemitas en Francia y Bélgica ha aumentado desde el ataque de Hamás a Israel. Según UNIA, una institución pública independiente belga que analiza las desigualdades en el país, alertó esta semana en su último informe de que los mensajes y delitos de odio y negacionistas del Holocausto se han incrementado en los últimos cinco años. Después del 7 de octubre, han aumentado los casos, la gran mayoría mensaje de odio en internet, así como 9 casos de agresión y daños.
También en el ámbito de la educación, el centro laico-judío David Susskind, una institución bruselense que informa sobre la cultura y religión judías , así como la organización de actos educativos y culturales, se vio obligada a anular algunos actos con escuelas desde octubre. Algunos profesores creen que “no era el momento” tras el conflicto en Oriente Medio, porque las tensiones aumentan en clase.
“Hitler puede convertirse como en Napoleón, una figura histórica"
Casi 80 años después de que acabara la II Guerra Mundial, ¿se puede explicar la Shoah de la misma forma? “No creo que se puedan responder las mismas preguntas que en los últimos 50 años, primero porque la memoria de las personas que lo vivieron está desapareciendo, necesitamos nuevas estrategias”, reflexiona Nico Wouters.
Wouters cuenta que un trauma colectivo suele durar tres generaciones, aproximadamente 80 años, en que las víctimas se lo cuentan a sus hijos, y luego a sus nietos. “Por eso están importante el rol de los supervivientes”. Pero a medida que vayan desapareciendo, "esto supone para la memoria un enorme reto, por eso creo que es un error contar [la Shoah] como antes”, explica.
El historiador hace una reflexión: Si no se explica bien y no se tiene en cuenta la importancia de lo sucedido, “Hitler puede convertirse como en Napoleón, una figura histórica, porque una vez ya han pasado 80 años, es un punto de inflexión en la historia (…) porque ya casi deja de ser una memoria viva y pasa a convertirse en algo lejano, remoto para la sociedad y esto lo que yo llamo la paradoja de la memoria colectiva”, cuenta. La II Guerra Mundial nunca ha estado más presente que ahora, hay películas, documentales pero “el conocimiento y el entendimiento de lo que pasó por parte de los jóvenes está disminuyendo. Tenemos que hacer algo distinto, no más, sino otra forma y esto es el mayor reto”, añade.
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