La ley del DNI

Se ha levantado una ola de detractores que ha colocado en una posición incómoda al gobierno, el cual ha dicho que reculará si es necesario

Tremendo salpafuera se ha formado con la promulgación de la ley que crea la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI). Se ha levantado una ola de detractores que ha colocado en una posición incómoda al gobierno, el cual ha dicho que reculará si es necesario, sobre todo, en esos artículos turbios que chocan con las libertades del pueblo.

Lo interesante ha sido que todo ha saltado luego de que la ley se aprobara en las dos cámaras con la anuencia, incluso, de la oposición, cosa muy rara, pues ellos no levantaron su voz cuando tenían el proyecto de frente, lo cual no es cónsono con una oposición que busca cualquier munición, por mínima que sea, para atacar la gestión oficial.

Su argumento ha sido la ignorancia. Dicen los legisladores que no lo leyeron y que todo pasó muy rápido, por lo que no se dieron cuenta. Yo no me creo eso, para nada. En el Congreso Nacional no hay mansos corderitos o ingenuos que se dejan meter las cabras al corral. Tengo mi teoría sobre lo que pasó, sólo mía, pero créanme que no es nada descabellada. En este país nadie quiere tener de enemigo al jefe del Departamento Nacional de Investigaciones, nadie, sobre todo los políticos y funcionarios que tengan algo que esconder. Así, sospecho que estos muchachones aprobaron el proyecto para descargar su responsabilidad, pero se guardaron la píldora venenosa para luego armar la atángana y hacer que la ley colapse por su propio peso de inconstitucionalidad. ¿Por qué hacer eso? Porque esa nueva ley le conviene menos a los políticos y funcionarios, pues al centralizarse las operaciones de inteligencia, más complicado les sería a ellos meter las manos y despistar investigaciones.

Claro, en el Congreso Nacional saben que la ley morirá, porque tiene visos claros de inconstitucionalidad y es antidemocrática, eso no tiene discusión. Los organismos de inteligencia deben resistir la tentación de querer tener poderes supraconstitucionales, como pasa, por ejemplo, en Estados Unidos. Y los señores legisladores usaron esa tentación en su contra, tiraron su carnada y el gobierno mordió. Hoy no les queda otra que enmendar la ley o esperar que se declare inconstitucional. Malos escenarios los dos.

Periodista puertorriqueño y subdirector de Diario Libre. Ganó el Premio Nacional de Literatura Puertorriqueña, Categoría Periodismo, en 2018, por sus columnas en el periódico El Nuevo Día, del cual fue director asociado.